El movimiento pacifista de Pakistán está bajo fuego cruzado de las agencias de seguridad y los extremistas religiosos. Las agencias no les permiten manifestarse, y los fundamentalistas los hostigan por sus «ideas occidentalizadas».
Los activistas rechazan los bombardeos contra Afganistán de Estados Unidos y sus aliados, que comenzaron el 7 de este mes con apoyo de Islamabad, y son atacados por grupos religiosos fundamentalistas, que se oponen a la campaña militar en curso pero creen que los pacifistas «colaboran con Occidente».
Trabajadores de organizaciones no gubernamentales (ONG) en la provincia de la Frontera Noroccidental, limítrofe con Afganistán, y en especial en su distrito de Bajaur, donde operan por lo menos una docena de esas organizaciones, fueron atacados por turbas en las últimas semanas.
El Foro de ONG de Pakistán informó que oficinas de por lo menos ocho organizaciones de la sociedad civil han sido saqueadas e incendiadas.
Entre los grupos atacados estuvieron la Organización por el Bienestar de las Mujeres y la Infancia, la Fundación para el Desarrollo Darul Falah y Salik, la Sociedad Protectora de los Derechos de la Infancia y la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán.
«Todo el equipo de oficina fue robado, y en algunos casos también hubo ataques contra los hogares de los trabajadores de ONG», indicó el Foro en un comunicado.
El 9 de este mes, el Foro señaló que el gobierno no había adoptado medidas para arrestar a quienes atacaron las oficinas ni para proteger a potenciales víctimas de nuevos atentados.
«También nos preocupa que en más de un caso las autoridades no intentaron controlar a las turbas de atacantes, ni reforzar a tiempo la acción policial», afirmaron.
Los pacifistas comenzaron a organizarse en mayo de 1998, cuando Islamabad y Nueva Delhi realizaron ensayos de armas nucleares, y han solicitado con insistencia a ambos gobiernos que abandonen su peligrosa carrera armamentista.
En las últimas semanas llaman al diálogo y a la búsqueda de alternativas a la guerra, pero a menudo terminan como blanco de hostilidades.
El coordinador de la Comisión de Ciudadanos por la Paz, Aasim Sajjad Akhtar, señaló que las autoridades permiten todas las manifestaciones de extremistas religiosos, pero suelen prohibir las pacifistas.
«Somos ciudadanos respetuosos de la ley, y solicitamos el permiso correspondiente a las autoridades de distrito, que lo niegan en la mayoría de los casos», explicó.
«Sus 30 minutos terminaron, váyanse a casa», dijo un policía a unos 50 pacifistas reunidos el lunes ante las oficinas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Islamabad, para pedir el inmediato cese de los bombardeos.
La manifestación se llevó a cabo mientras visitaba el país el secretario de Estado estadounidense, Colin Powell, fue organizada por la Comisión de Ciudadanos por la Paz, y participaron en ella trabajadores de ONG, maestros, estudiantes, sindicalistas y periodistas.
Un policía dijo a IPS las protestas de fundamentalistas se permiten porque esos grupos «cuentan con gran apoyo del público y podrían manifestarse sin autorización en cualquier momento, si lo desearan».
«La contrapartida del permiso oficial es que prometen no alterar la ley y el orden, y en cierta medida cumplen ese compromiso», explicó.
De todos modos, la Comisión de Ciudadanos por la Paz ha logrado realizar media docena de protestas en Islamabad, y otros pacifistas han organizado manifestaciones en la sudoriental ciudad de Karachi y las septentrionales de Lahore y Peshawar, que son las mayores del país.
El 16 de septiembre, esa comisión entregó a un representante de la ONU un mensaje en el cual sostuvo que «Estados Unidos y sus aliados no han agotado las opciones diplomáticas para afrontar la situación en forma pacífica».
«Los ciudadanos de Pakistán y Afganistán se sienten cada vez más inseguros. Sus intereses son pisoteados por Estados Unidos y sus aliados, y también por los grupos religiosos extremistas», alegó.
«Existe una clara y urgente necesidad de que la ONU desempeñe el papel que le corresponde para combatir al terrorismo de todos los tipos, ya sea independiente o patrocinado por Estados», sostuvo.
El 29 de septiembre, nueve integrantes de la comisión, incluyendo a cuatro mujeres que vestían andrajos, ofrecieron una conferencia de prensa ante el hotel Marriott de la capital, donde se alojan varios grupos de peridistas extranjeros.
Los nueve comenzaron a marchar descalzos hacia las embajadas de Afganistán y de Estados Unidos, para entregar propuestas de paz, pero fueron arrestados durante varias horas, y la policía les advirtió con severidad que no intentaran acciones similares.
Muchos pacifistas están preocupados porque sus acciones no reciben mucha atención del público, a diferencia de las organizadas por fundamentalistas.
«El movimiento atraviesa un periodo de confusión», sostuvo el activista Pervez Hoodbouy.
«La gente está muy perturbada por los bombardeos contra Afganistán y desea que cesen, pero también rechaza las crueles políticas del movimiento Talibán (fundamentalista islámico, que controla la mayor parte del territorio afgano), dentro y fuera de ese país, que han impulsado el fanatismo religioso», explicó.
«Los pacifistas no han logrado hasta ahora un equilibrio entre ambos sentimientos», añadió.
Muchos analistas políticos piensan que el presidente Pervez Musharraf, quien tomó el poder en octubre de 1999, tiene razón cuando dice que los fundamentalistas opuestos a los ataques estadounidenses son una minoría, pero advierten que la simpatía hacia esa minoría crece desde que comenzaron los bombardeos.
Muchos pakistaníes dicen que aún esperan que el gobierno de Estados Unidos dé a conocer pruebas concluyentes de que el saudita Osama bin Laden fue responsable de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.
El ataque contra Afganistán se debe a que el Talibán se niega a entregar a Bin Laden, residente en ese país.
El Consejo de Defensa Pakistaní-Afgano, una coalición de partidos religiosos, convocó con éxito a una huelga nacional el día de la llegada de Powell.
Muchas personas sienten que Washington las «traicionó» dos veces en las últimas décadas: en la guerra con India de 1971, cuando no apoyó a Pakistán y el país fue dividido en dos para crear Bangladesh, y en 1990, cuando aplicó sanciones a Islamabad.
«¿Deberíamos confiar una vez más en los estadounidenses?», dijo a IPS Nazir Ahmed, un carnicero, quien añadió que no comparte las posiciones de los extremistas religiosos pero que «le gusta escucharlos». (FIN/IPS/tra-eng/ni/js/mp/ip hd/01