El comienzo de incursiones de tropas terrestres de Estados Unidos en Afganistán aumenta la preocupación del gobierno del vecino Irán por la presencia militar de Washington en la región.
El sábado, tras dos semanas de ataques aéreos de Washington y sus aliados contra territorio afgano, funcionarios de Estados Unidos dijeron que más de 100 integrantes de fuerzas especiales habían realizado ataques relámpago contra una guarnición del movimiento Talibán, que controla la mayor parte de Afganistán.
El objetivo de esos ataques fue una guarnición militar del Talibán cercana a la sudoccidental ciudad afgana de Kandahar, informaron.
La campaña militar en curso contra Afganistán se lanzó debido a la negativa del Talibán a entregar al saudita Osama bin Laden, a quien el gobierno estadounidense considera responsable de los ataques terroristas del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.
El gobierno iraní, integrado por musulmanes chiítas, es hostil al Talibán, que pregona una variante fundamentalista de la rama sunnita del Islam, y ha condenado con firmeza aquellos ataques, en especial mediante declaraciones del reformista presidente Mohammad Jatami.
Sin embargo, altas autoridades, y en especial las fuerzas religiosas conservadoras opuestas a Jatami, temen que la ofensiva conduzca a un incremento de la presencia militar estadounidense en la región, encrucijada entre Asia Central, Asia Meridional y Medio Oriente.
«Los estadounidenses aumentarán sus propios problemas si intentan aumentar su poder en la región mediante despliegue de tropas en Pakistán y ataques contra Afganistán», dijo una semana después de los atentados del 11 de septiembre el ayatolá Ali Jamenei, supremo líder religioso de Irán.
«Estados Unidos pretende desde hace tiempo controlar los pozos de petróleo de las regiones del Golfo y del Mar Caspio, y los ataques contra Afganistán son la excusa que ha hallado para avanzar hacia ese objetivo», comentó el secretario del Supremo Consejo de Seguridad Nacional, Hassan Rowhani.
«El principal objetivo militar de Washington en la región es dominar Asia Central y el Cáucaso, debido a las enormes reservas de hidrocarburos del Caspio y a la necesidad de energía que tendrá el mundo en los próximos 20 años», aseguró el comandante de la Guardia Revolucionaria, general Yahya Rahim Safavi.
La posición adoptada por las autoridades iraníes en los primeros días posteriores al 11 de septiembre fue considerada un «apoyo tácito» a los ataques contra el Talibán, pero luego altos funcionarios iraníes expresaron que se oponen con firmeza a los bombardeos contra «civiles inocentes e indefensos».
Jamenei dijo la semana pasada que «las políticas y acciones de los gobernantes estadounidenses son una grave amenaza a la paz reginal, y probablemente la mundial».
Teherán sostiene que cualquier campaña militar internacional debe ser conducida por la Organización de las Naciones Unidas, y ha expresado su temor de que la ofensiva en curso agrave el problema previo de los más de dos millones de refugiados afganos que alberga con escaso apoyo de la comunidad internacional.
El Talibán conquistó Kabul en 1996, con apoyo de Pakistán, y nunca fue reconocido como gobierno de Afganistán por Teherán, que lo acusa de tratar en forma brutal a los chiítas afganos.
Fuerzas del Talibán se han desplegado en varias ocasiones en la frontera afgana con Irán, y la producción de drogas ilegales en Afganistán afecta en forma cotidiana a la población iraní. Teherán afirma que ha perdido unos 3.000 soldados en enfrentamientos con narcotraficantes afganos.
Esa situación llevó al gobierno iraní a brindar apoyo militar a la afgana Alianza del Norte, que combate contra el Talibán en la región nororiental de Afganistán, y a tratar de aumentar su influencia entre minoritarias etnias chiítas afganas, en especial la hazara.
Teherán llegó a abrir consulados en la región controlada por la Alianza del Norte, y ahora desea ejercer influencia en las negociaciones para formar un nuevo gobierno afgano tras el probable derrocamiento del Talibán.
El ministro de Relaciones Exteriores iraní, Kamal Jarrazi, abogó el viernes en Dushanbe por la formación de un gobierno multiétnico que no incluya a representantes del Talibán. Esa posición es compartida por los gobiernos de otros países de la región, pero rechazada por el pakistaní.
La etnia predominante en el Talibán es la de los patanes, mayoritaria en Afganistán, y en la Alianza del Norte predominan los tajikos, uzbekos y hazaras.
Teherán tiene malas relaciones con Islamabad, y se ha opuesto en forma expresa a que la composición de un nuevo gobierno afgano sea decidida por Pakistán y Estados Unidos, que interrumió sus relaciones diplomáticas con Irán en 1979, tras la revolución islámica iraní.
Jarrazi ha sostenido que el ex presidente afgano Burhannudin Rabbani, derrocado por el Talibán, vinculado con la Alianza del Norte y apoyado por Irán. «debe desempeñar un papel fundamental» en ese gobierno.
Rabani mantiene la representación de Afganistán en la ONU, que nunca reconoció al Talibán como gobierno afgano.
El gobernante militar de Pakistán, Pervez Musharraf, ha afirmado en cambio que no debe permitirse que la Alianza del Norte sea beneficiada por la campaña militar contra el Talibán.
«Estados Unidos debe tener cuidado para evitar ser engañado una vez más por los pakistaníes en la cuestión afgana», opinó el diario iraní Iran News, que se edita en inglés y apoya las reformas de Jatami.
Islamabad «se esfuerza por disimular y ocultar sus atroces políticas del pasado en Afganistán y proteger sus intereses» en ese país, al «presentar a la Alianza del Norte como una aliada de Rusia e India, con la intención de reducir o eliminar su presencia en un futuro gobierno afgano», afirmó.
Al mismo tiempo, la actual crisis ha fomentado un debate en Irán sobre la política del país para Afganistán en las últimas dos décadas, criticada con dureza por funcionarios del gobierno y medios de comunicación.
«En los últimos años, la República Islámica de Irán ha realizado grandes gastos en Afganistán, con mínimos beneficios y sin definir una política concreta», sostuvo el periódico conservador Entekhab.
«Nuestros deseos no se cumplirán por completo en Afganistán. Por lo tanto, la condena de los ataques estadounidenses a ese país debe ser acompañada por la búsqueda de incidencia en el próximo gobierno afgano mediante acciones creativas, y es preciso elegir bien», alegó.
«Después de tantos años, deberíamos haber aprendido que si estamos obligados a elegir entre lo malo y lo peor, tenemos que optar por lo malo, ya que de lo contrario deberemos aceptar lo peor», añadió, sobre la posibilidad de que el ex rey afgano Zahir Shah, derrocado en 1973, vuelva al poder con apoyo de Occidente.
Muchos piensan que las relaciones entre Washington y Teherán empeorarán si no aprovechan la actual oportunidad de cooperar.
«Es obvio que ninguna de las dos partes considera crucial la relación con la otra, pero ambas pierden con la ausencia de vínculos», sostuvo el influyente clérigo Taha Hashemi, director de Entekhab.
«Cada parte tiene necesidades que la otra puede satisfacer. Eso crea la necesidad de aprovechar oportunidades de entendimiento, y esta oportunidad es buena para avanzar hacia la creación de confianza recíproca», arguyó.
Sin embargo, una fuente parlamentaria que no quiso ser identificada afirmó que los conservadores no desean mejorar las relaciones del país con Estados Unidos, porque «temen que eso debilite su posición dentro del país». (FIN/IPS/tra- eng/kk/js/mp/ip/01