Los países en desarrollo que dependen del petróleo y la minería presentan el peor desempeño en materia de reducción de la pobreza, según una organización no gubernamental (ONG) que exhortó al Banco Mundial a interrumpir su apoyo a esos sectores.
«Las inversiones en petróleo y minería son muy rentables para el Banco Mundial, pero nuestras investigaciones demuestran que hacen muy poco para ayudar a los pobres», dijo Keith Slack, asesor político de la filial en Estados Unidos de Oxfam, una ONG humanitaria y de asistencia al desarrollo de origen británico.
Los países productores de petróleo, en su mayoría de Medio Oriente, y los dependientes de la minería, muchos de ellos en Africa subsahariana, presentan «indicadores de pobreza más graves que los de otras naciones con niveles similares de ingreso, salud y educación, pero con escasa o nula riqueza mineral», señaló la institución en un informe.
Esos indicadores incluyen alta mortalidad infantil, y los países dependientes de minerales tienen en promedio mayor gasto militar que aquellos cuyas economías están más diversificadas, apuntó.
«Los hallazgos de la investigación son especialmente preocupantes para países como Chad y Kazajstán, que con seguridad van a volverse más dependientes del petróleo en la próxima década, en parte debido a estímulo y financiamiento del Banco Mundial», comentó Slack.
Doce de las 25 naciones más dependientes de la minería y seis de las 25 más dependientes del petróleo han sido clasificadas por propio Banco como países pobres fuertemente endeudados.
El informe se dio a conocer durante mientras el Grupo del Banco Mundial lleva a cabo una revisión de sus políticas para esas industrias.
El Grupo está integrado por el propio Banco Mundial, la Asociación para el Desarrollo Internacional, que otorga préstamos en condiciones favorables, la Corporación Financiera Internacional, que trabaja con el sector privado, y la Agencia de Garantías para Inversiones Multilaterales, dedicada a los seguros.
El presidente del Banco, James Wolfensohn, propuso el año pasado, en la reunión anual de la institución que se llevó a cabo en Praga; realizar esa revisión, que había sido solicitada durante años por ONG ambientalistas y de asistencia al desarrollo.
La evaluación incluirá talleres regionales de consulta en Europa Oriental, Asia, Africa y América Latina y el Caribe, del mes próximo a marzo de 2002, con la intención de recoger sugerencias sobre el rediseño de políticas para los sectores minero y petrolero.
La posición histórica del Banco es que las inversiones mineras pueden contribuir a la reducción de la pobreza, mediante la creación de riqueza y de puestos de trabajo, tanto en la propia industria minera como en otras relacionadas con ella.
La institución sostuvo en un informe reciente sobre reducción de la pobreza que la minería en pequeña escala brinda empleo a unos 13 millones de personas, la mayoría de ellas en Brasil, Burkina Faso, China, Ghana, India, Indonesia y Tanzania.
También destacó que la industria minera proporciona energía para el desarrollo en países con abundantes recursos de carbón como India, China y Sudáfrica, y que el carbón es crucial para la calefacción en naciones con inviernos severos como Kazajstán, Mongolia, Rusia y Ucrania.
Activistas de países industrializados y en desarrollo reclaman con fuerza creciente restricciones al financiamiento multilateral de esas industrias, con el argumento de que su expansión es perjudicial para los pobres.
La ONG ambientalista Amigos de la Tierra pidió en junio a las instituciones financieras internacionales que suspendieran sus préstamos para proyectos petroleros y de explotación de minas, y sostuvo que los créditos de 55.000 millones de dólares concedidos a esas industrias de 1995 a 1999 no lograron reducir la pobreza, y a menudo «consolidaron el poder de gobiernos corruptos y dictatoriales».
Oxfam afirmó a su vez que que la dependencia del petróleo y la industria minera se asocia en forma muy frecuente con «corrupción, gobiernos autoritarios, ineficiencia gubernamental, aumentos del gasto militar y guerras civiles».
También constató asociación frecuente de la dependencia del petróleo con la desnutrición infantil. El promedio de la tasa de desnutrición infantil en el mundo en desarrollo es 26,5 por mil, pero en Nigeria, rica en petróleo, esa tasa es 37,7 por mil, y en Yemen, muy dependiente del petróleo, es 51,7 por mil, una de las más altas del mundo.
El experto en ciencia política Michael Ross, autor del informe, afirmó que las industrias extractivas suelen hacer uso intensivo del capital y emplear a pocos trabajadores no calificados, por lo cual su desarrollo tiene escaso impacto en la reducción del desempleo.
También arguyó que la natural concentración de esas industrias en determinadas áreas crea pequeños bolsones de riqueza, que «típicamente no se expanden».
Oxfam recomendó a los países pobres que den prioridad a las industrias agrícola y manufacturera, y no a las extractivas orientadas a la exportación. También alegó que las instituciones financieras internacionales sólo deberían apoyar proyectos petroleros y mineros en países democráticos que se comprometan a «emplear las ganancias para reducir la pobreza», en un marco de transparencia y diversificación de la economía.
«Este informe debería estimular al Banco Mundial y otras instituciones de asistencia al desarrollo a reconsiderar su enfoque de las industrias extractivas como herramientas para la reducción de la pobreza», dijo Slack. (FIN/IPS/tra-eng/em/aa/mp/dv if/01