Estados Unidos no es el mejor lugar para buscar una cobertura periodística objetiva sobre las consecuencias internacionales de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y en esta capital.
Cuando el presidente George W. Bush prometió librar una «guerra contra el terrorismo», el conductor del noticiero de la cadena CBS, Dan Rather, reaccionó como un patriota.
«George Bush es el presidente, él toma las decisiones y, ustedes saben, como un estadounidense más, (si) él me pide que me aliste, sólo díganme dónde tengo que ir», dijo Rather, uno de los presentadores de televisión más vistos en este país de más de 270 millones de habitantes.
Fue un mal presagio para la independencia de la prensa, que sufrió otro golpe sin precedentes el miércoles, tras una conferencia telefónica de 30 minutos entre la consejera nacional de seguridad Condoleezza Rice y ejecutivos de las principales cadenas de televisión.
Entonces, los representantes de los servicios informativos de ABC, CBS, NBC, Fox, MSNBC y CNN acordaron que no transmitirán en vivo ni en su totalidad ninguna declaración grabada en vídeo de Osama bin Laden ni de portavoces de su organización, Al Qaeda (La Base).
Estados Unidos considera a Bin Laden responsable de los atentados que el 11 de septiembre destruyeron las torres gemelas de Nueva York y demolieron parcialmente el edificio del Pentágono, en Washington.
Las cadenas de televisión también convinieron que, en caso de que las declaraciones de Bin Laden o Al Qaeda sean «de interés periodístico», serán editadas sustancialmente y se eliminará todo aquello que el gobierno considere provocativo.
«Luego de haber escuchado a la Dra. Rice, no vamos a pisar las minas terrestres que ella nos mencionó», dijo Walter Isaacson, presidente de CNN, en declaraciones al diario The New York Times. Otro ejecutivo de la televisión dijo que la decisión de las cadenas se basó en razones de «patriotismo».
Las críticas no se hicieron esperar. Las cadenas de televisión temen «transmitir algo que sea controvertido o que parezca antipatriota a sus auspiciantes o al público», comentó Daniel Hallin, de la Universidad de California en San Diego.
Que las cadenas aceptaran el intento del gobierno de manejar lo que el público ve y oye no es nuevo, según Hallin, autor de una reconocida historia de la cobertura televisiva de la guerra de Vietnam.
«Los medios de comunicación (de Estados Unidos), y especialmente la televisión, siempre fueron reacios a trasmitir la voz del enemigo, sobre todo en tiempos de guerra», agregó.
«Cuando Estados Unidos va a la guerra, también lo hace su prensa, tan llena de orgullo, temor y ansiedad como cualquier soldado», escribió en el diario Washington Post un ex reportero de CBS, Marvin Kalb.
El portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer, dijo a la prensa poco después de los atentados de septiembre que la situación exigía a todos «vigilar lo que decían». Fleischer respondía así a un cómico de televisión que opinó que era más «cobarde» lanzar misiles a 3.000 kilómetros de distancia del objetivo que pilotar aviones contra las torres gemelas, como hicieron los terroristas.
Aunque Fleischer aclaró posteriormente que no pretendía censurar a nadie, sus palabras iniciales resultaron proféticas, dados los intentos de Washington por controlar la transmisión de noticias y la información, incluso la que recibe el Congreso legislativo.
Bush ordenó esta semana limitar la entrega de información clasificada (reservada) a sólo ocho legisladores en el Congreso. Se trata de una restricción sin precedentes, que fue resuelta debido a que un legislador filtró a la prensa la declaración de un funcionario que indicaba la certeza de que Estados Unidos sufriría otro atentado.
El presidente recapacitó y aceptó el miércoles autorizar la entrega de documentación a todos los integrantes de comisiones legislativas clave, pero su intención inicial parece responder a una tendencia más amplia del gobierno.
El secretario de Defensa Donald Rumsfeld dijo hace dos semanas que «en época de guerra, la verdad es tan valiosa que siempre debe ser asistida por un guardaespaldas de mentiras», repitiendo las palabras de Winston Churchill, primer ministro británico durante la segunda guerra mundial.
El vicepresidente Dick Cheney dirigió la estrategia del gobierno para manejar la información durante la guerra del Golfo contra Iraq, en 1991. Los periodistas que cubrían ese conflicto sólo podían obtener información oficial sobre las operaciones en curso en salas de prensa del gobierno en la localidad de Dahran, Arabia Saudita, y en el edificio del Pentágono en Washington.
El secretario de Estado Colin Powell también mostró su inclinación por recortar la información. La semana pasada rechazó una invitación a hablar en una sesión pública del comité de Relaciones Exteriores del Senado y, en cambio, llamó a los miembros del comité a conversar con él en forma privada en el Departamento de Estado.
Powell también habría solicitado al emir de Qatar, propietario de la red de televisión Al Jazeera, que transmite a todo el mundo árabe, que la emisión de su canal no avive el sentimiento contra Estados Unidos. Al Jazeera fue quien proporcionó los vídeos de Bin Laden a las cadenas estadounidenses.
La Casa Blanca dijo que su pedido a la televisión estadounidense tiene dos razones. «En el mejor de los casos, el mensaje de Osama bin Laden es propaganda que convoca a la gente a matar a estadounidenses», dijo Fleischer a la prensa el miércoles. «En el peor, podría dar órdenes a sus seguidores para lanzar atentados similares» a los del 11 de septiembre, agregó.
Funcionarios de Washington estudian los vídeos de Bin Laden para determinar si el saudita enviaba mensajes codificados a sus agentes para que lanzaran nuevos atentados.
La mayoría de los analistas consideran rebuscada esa idea, sobre todo porque los presuntos agentes de Al Qaeda tendrían acceso a Internet y podrían ver los videos de otras fuentes ajenas a la televisión estadounidense.
El argumento de los vídeos como propaganda hace agua, según expertos independientes. «Es una tontería decir que la opinión pública occidental será manipulada por los vídeos de Bin Laden. El público al que éste se dirige está en el mundo árabe», afirmó Hallin.
Para Jeff Cohen, analista y fundador de la organización independiente Equidad y Precisión en la Cobertura Periodística (FAIR), lo que dice Bin Laden «tiene interés periodístico».
«Es un tipo malo que explota resentimientos reales contra Estados Unidos en el mundo árabe, y el público debe saber lo que está diciendo», sostuvo Cohen.
A otros analistas les preocupa que la televisión haya acatado el pedido del gobierno. «Esta podría ser una pendiente resbaladiza», advirtió William Dorman, profesor de periodismo en la Universidad Estatal de California en Sacramento.
«Puede conducir a un tipo de mentalidad proclive a aceptar otras limitaciones que sugiera el gobierno, incluso más graves», observó Dorman. (FIN/IPS/tra-en/jl/aq/ip cr/01)