El apoyo de algunos países islámicos a la campaña de Estados Unidos contra el terrorismo mostró señales de debilidad pocas horas después de los ataques del domingo con bombas y misiles contra Afganistán.
El primer ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, dio la señal más clara de la debilidad del apoyo del mundo musulmán a Estados Unidos al cuestionar este lunes los ataques de la víspera, en su discurso de inauguración de una nueva legislatura.
«La guerra convencional no puede derrotar a los terroristas; sólo vuelve víctimas a personas inocentes», dijo Mahathir, cuyo gobierno había ofrecido respaldo a la coalición internacional contra el terrorismo organizada por el presidente estadounidense George W. Bush.
Estados Unidos y Gran Bretaña comenzaron el domingo la campaña militar, encaminada en primer lugar a destruir la capacidad militar del gobernante movimiento Talibán, de Afganistán, y de la organización del saudita Osama bin Laden, refugiado en ese país, a quien acusan de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.
Otros líderes de países con población predominantemente musulmana, como Indonesia y Bangladesh, también expresaron sus reservas hacia los ataques aéreos, que según autoridades afganas provocaron la muerte de unos 20 civiles en Kabul, la capital.
El gobierno de Indonesia, el país islámico más poblado del mundo (86 por ciento de los 200 millones de habitantes son musulmanes), expresó preocupación por las víctimas y señaló que los ataques aéreos deberían ser limitados.
La presidenta Megawati Sukarnoputri no puede ignorar la presión del vicepresidente Hamzah Haz, uno de sus principales aliados y líder del mayor partido musulmán con representación parlamentaria.
Hamzah declaró que Yakarta no debería detener a los indonesios que deseen viajar a Afganistán para participar de una «guerra santa» junto a sus hermanos musulmanes afganos.
Mientras, el presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, se mostró muy cauteloso este lunes en su discurso a la nación, consciente del peligro de la reacción de los líderes religiosos de su país.
Musharraf reiteró la decisión de su gobierno de «ser parte de la comunidad internacional y de una coalición para combatir el terrorismo», lo que implica compartir información de inteligencia con Washington, proveerle apoyo logístico y permitirle utilizar su espacio aéreo.
Pero la acción militar contra objetivos en Afganistán debería ser «corta, precisa y focalizada», aclaró.
En contraste, los ataques aéreos nocturnos recibieron la aprobación incondicional de países no islámicos de Asia, como Japón, Filipinas e India. China ofreción una aprobación tácita.
La reacción de los gobiernos islámicos se debe a la oposición doméstica, en especial de líderes religiosos, a la nueva alianza internacional formada tras los ataques del 11 de septiembre.
Grupos extremistas rechazaron de plano esa alianza contra el terrorismo, que incluye a algunos países musulmanes, y tuvieron una respuesta hostil hacia los ataques del domingo en Afganistán.
Radicales de Indonesia amenazaron con perseguir a ciudadanos estadounidenses y exhortaron a atacar la embajada de Estados Unidos en la capital, Yakarta.
Los estadounidenses «son terroristas y deben ser eliminados de la faz de la Tierra», instó el líder del Frente de Defensores del Islam, citado por la agencia estatal de noticias Antara.
En Pakistán, el Consejo para la Defensa de Afganistán y Pakistán, una coalición de 22 partidos religiosos, llamó a la «jihad» o «guerra santa» para apoyar a Talibán «física y moralmente» contra Estados Unidos.
«Los ataques de anoche contra Afganistán fueron un acto de cobardía y una señal de depravación moral», añadió Qazi Hussain Ahmed, jefe de Jamaat-i-Islami, que apoyó activamente la jihad afgana contra los invasores soviéticos en los años 80.
Ahmed advirtió a Estados Unidos que se prepare para las consecuencias de sus acciones y exhortó a Islamabad a convocar una reunión de emergencia de la Organización de la Conferencia Islámica, que tiene prevista una reunión esta semana en Qatar.
En Bangladesh también se registraron nuevas protestas contra Estados Unidos que se sumaron a las del viernes, en las que algunos manifestantes quemaron banderas de ese país y efigies de Bush.
Mientras, en Malasia, el opositor Partido Islámico Panmalasio (PAS) fue inequívoco en sus críticas. Su jefe de información, Aziza Abdul Razak, declaró que Estados Unidos atacó a Afganistán sin haber presentado pruebas contra Bin Laden.
PAS condenó los atentados del 11 de septiembre pero consideró que la guerra y la pérdida de más vidas de inocentes no es la solución.
«En cuanto al gobierno de Malasia, PAS espera que nunca se una a Estados Unidos para atacar a Afganistán», dijo Aziza. (FIN/IPS/tra-en/mmm/js/mlm/ip/01)