La creación de unidades de producción o servicios basadas en tecnología es un camino para el desarrollo que se amplía en Brasil, sede de la primera Conferencia Mundial de Incubadoras de Empresas, que comenzará el próximo martes.
Cerca de 600 expertos empresarios de 30 países discutirán el papel y el futuro de los centros especializados en fomentar este tipo de empresas, el intercambio de experiencias, la cooperación internacional, el financiamiento y los proyectos considerados ejemplares.
Las incubadoras son centros que acogen o atienden, por tiempo limitado, a personas o grupos que desean crear una pequeña empresa o ya la crearon, para prestarles asistencia tanto en tecnología como en obtención de crédito y mercadotecnia.
Muchas surgieron en las universidades y en organismos estatales, pero también hay iniciativas privadas y no todas las empresas son de base tecnológica.
El movimiento brasileño de incubadoras empezó a mediados de los años 80 y creció aceleradamente. Hoy el país ya ocupa el segundo lugar en incubación de empresas en el mundo, sólo superado por Estados Unidos.
La Asociación Nacional de Entidades Promotoras de Empresas de Tecnologías Avanzadas (Anprotec) registra 180 centros en Brasil, de las cuales 135 ya están en plena operación.
Informática, telecomunicaciones, biotecnología y agroindustria son los principales sectores en que actúan las 1.100 empresas «residentes». Trabajan en su gestión un total de 9.100 personas, 5.200 de ellas en las empresas residentes, donde 40 por ciento de los trabajadores son también socios propietarios.
Las incubadoras son importantes porque abren mayor acceso a la tecnología y al crédito, ofrecen recursos para comenzar la actividad y agregan credibilidad y nuevos horizontes a las empresas, dijo a IPS Fátima Chamma, dueña de la empresa Chamma da Amazonia, con sede en Belém, capital del estado de Pará.
Su empresa ya tiene 40 años, pero pertenecía y era conducida por su padre, un contador y químico autodidacta. La actividad principal era el comercio de perfumes y cosméticos, pero incluía también la venta de productos de una industria propia.
Un incendio en los años 80 destruyó la empresa, restablecida por la heredera en 1996 con la ayuda de la incubadora de la Universidad Federal de Pará.
Hoy, la empresa diversificó su producción, sumando adornos y objetos hechos con reciclaje de madera y otras materias primas de los bosques a los perfumes y cosméticos hechos de variados vegetales amazónicos.
Hoy, 22 establecimientos comerciales, cuatro propios de Chamma y 18 instalados por el sistema de franquicia, venden la producción de una fábrica que procesa en Belén materias primas variadas de proveedores del interior de la Amazonia, informó la empresaria.
La orientación es el desarrollo sustentable, por eso hay preocupación en extraer productos naturales sin agredir la naturaleza y mejorar las condiciones de vida de la población local, sostuvo Chamma.
«La línea natural» es el eje de la producción, dijo, en referencia a los productos derivados de árboles amazónicos como la andiroba, la castañera y la copaíba, así como hierbas de patchui, priprioca y cumarú.
Se trata de vegetales conocidos por las propiedades medicinales, aromáticas y cosméticas de sus semillas, hojas o tallos.
La andiroba, por ejemplo, produce un aceite que genera energía o se usa en velas para repeler mosquitos, y se cree que tiene múltiples funciones medicinales.
En Brasil, tal como en los países en desarrollo en general, «falta un diálogo entre la universidad y la industria», lo que impide el aprovechamiento del conocimiento disponible y genera impresión de atraso tecnológico, según Luis Afonso Bermúdez, presidente de Anprotec.
Son escasas también las inversiones, tanto del gobierno como del sector privado, en desarrollo tecnológico, reconocen las autoridades.
Las incubadoras son una excelente alternativa para superar tales problemas, sostuvo Bermúdez. No es necesario aplicar elevados recursos para fomentar la creación de pequeñas empresas que emplean las tecnologías existentes.
El hecho de que surjan incubadoras dentro de las universidades alienta el espíritu emprendedor y lleva a muchos científicos a transformarse en empresarios, acortando la distancia entre el mundo académico y el empresarial.
Chamma da Amazonia reanudó sus actividades en 1996 con apenas tres personas con escasa calificación, recordó la propietaria, una abogada. «Ahora somos 43. Nueve tienen educación superior y hay cinco universitarios aún en formación», señaló.
La acogida de las empresas en la incubadora es temporal. Chamma dejó el centro en junio de este año, «para dejar espacio a otras», y la única razón por la que no se independizó antes fueron los problemas de legalización de sus nuevas instalaciones, explicó la empresaria.
La incubadora de la Universidad Federal de Pará, que actúa desde 1996, tiene espacio para ocho empresas «residentes», pero también presta asistencia a otras instaladas afuera y a las asociadas, como Chamma da Amazonia. (FIN/IPS/mo/mj/dv/01