La participación de China y Japón en la campaña contra el terrorismo encabezada por Estados Unidos forzó a ambos países asiáticos a recomponer sus relaciones diplomáticas, en una inesperada modificación de sus prioridades políticas.
El primer ministro japonés Junichiro Koizumi procuró disipar los temores de Beijing sobre un resurgimiento de las ambiciones militares de Tokio durante su visita a la capital china, el lunes, y ofreció gestos conciliatorios por los crímenes de guerra cometidos por Japón.
Koizumi comenzó su viaje con una visita al puente Marco Polo, en las afueras de Beijing, donde las fuerzas japonesas lanzaron en 1937 un ataque sorpresivo que dio comienzo a la invasión de China.
Luego visitó la cercana Sala Recordatoria de la Guerra de Resistencia contra la Agresión Japonesa y ofreció allí «remordimientos y disculpas" por el sufrimiento que Japón causó al pueblo chino durante la guerra de 1937 a 1945.
Koizumi fue el segundo jefe de gobierno japonés en visitar la sala y presentar disculpas, pero el primero en dejar una corona de flores. En la cinta atada a la corona constaba su promesa de "paz permanente y amistad por generaciones" con China.
El mandatario japonés también escribió en caracteres chinos las palabras "honestidad" y "compasión" en el libro de visitantes del monumento recordatorio.
"Vi las diversas exhibiciones con sincero remordimiento por las víctimas chinas de la agresión. No debemos volver nunca a la guerra, porque esa es la única manera de honrar a los caídos", declaró a su salida de la sala.
Tras satisfacer los deseos de sus anfitriones con una demostración de arrepentimiento, Koizumi se reunió con el presidente chino Jiang Zemin y con el primer ministro Zhu Rongji.
Las conversaciones se concentraron en el plan de Tokio de hacer aprobar una ley que permita a los militares japoneses ofrecer apoyo de retaguardia, no combatiente, a la campaña antiterrorista de Estados Unidos en respuesta a los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, que dejaron más de 6.000 muertos.
La ley, que sería aprobada este mes, alejaría a Japón de su compromiso constitucional de posguerra de restringir sus fuerzas armadas a la autodefensa, porque les permitiría custodiar bases estadounidenses en Japón, transportar armas y brindar atención médica a los soldados estadounidenses heridos.
Koizumi destacó que Japón y China deben contribuir a la guerra multinacional contra el terrorismo organizada por Estados Unidos, que el domingo se materializó con ofensivas aéreas contra Afganistán.
El gobierno Talibán de Afganistán protege al extremista saudí Osama bin Laden, el principal sospechoso de la autoría intelectual de los atentados del 11 de septiembre.
"Es importante que China y Japón, como miembros de la comunidad internacional, hablen sobre la manera de cooperar en la lucha contra el terrorismo", exhortó Koizumi.
El primer ministro japonés desea demostrar su intención de cumplir la promesa formulada al presidente estadounidense George W. Bush de que Japón haría su mejor esfuerzo para respaldar la "coalición contra el terror".
Por su parte, Beijing dejó clara su pretensión de que el papel militar de Japón en la coalición antiterrorista se limite únicamente a la actual campaña.
Los medios oficiales chinos destacaron la visita de Koizumi al museo del puente Marco Polo y su disculpa al pueblo chino, pero decidieron ignorar el consentimiento de Beijing hacia el papel militar de Tokio en la guerra contra el terrorismo.
Si bien Koizumi descartó cualquier participación directa de las fuerzas japonesas en una represalia militar encabezada por Estados Unidos debido a la Constitución pacifista de Japón, tanto China como Corea del Sur expresaron su preocupación por lo que consideran un resurgimiento de las ambiciones militares de Tokio.
Ambos países manifestaron indignación cuando este verano boreal el mandatario japonés visitó el santuario de Yasukuni, en Tokio, que honra a criminales de guerra junto a otros caídos japoneses. Beijing y Seúl también criticaron la aprobación en Japón de textos escolares de historia que pasan por alto las atrocidades cometidas por los japoneses en tiempos de guerra.
Pero a pesar de tener siempre presente el pasado militarista de Japón, China no desea ser percibida como un país opuesto a la cooperación internacional contra el terrorismo. El día en que Koizumi llegó a Beijing, Jiang aseguró a Bush por teléfono que China está "lado a lado" con Estados Unidos en la lucha contra el terror. Al terminar sus conversaciones con Jiang y Zhu el lunes, Koizumi declaró que obtuvo comprensión hacia el papel militar de Tokio en la campaña antiterrorista. "Procuré el entendimiento (de China) y creo que lo obtuve", expresó Koizumi, y describió su charla con Jiang como "alegre y disfrutable". "Logramos un entendimiento básico para mejorar las relaciones bilaterales. El encuentro fue muy significativo", concluyó. Por su parte, Jiang señaló que la historia "es la base política de las relaciones chino-japonesas" y que "Asia siempre se mantendrá atenta para que Japón no retome su antiguo camino", citado por el canal oficial de televisión. Si Japán no reconoce sus errores del pasado, será muy difícil alcanzar una mejoría sustancial en sus relaciones con China y otros vecinos de Asia, advirtió Zhu a su homólogo japonés. (FIN/IPS/tra- en/ab/js/mlm/ip/01)