Las minorías sudasiática y musulmana esperan que decaiga la xenofobia propagada en Nueva York desde los atentados del 11 de septiembre, y que no sea una barrera étnica permanente en la ciudad más multicultural de Estados Unidos.
Jail Singh Chauhan, un tranquilo conductor de taxi nacido en el estado indio de Punjab, nunca tuvo tan pocos pasajeros como después de los atentados contra las torres gemelas del World Trade Center, en esta ciudad, y contra el edificio del Pentágono, sede del ministerio de Defensa en Washington.
«Estamos como muertos», dijo Chauhan, sintetizando el sentir de muchos conductores de taxi de Nueva York que, como él, proceden de Asia meridional. Muchos de los 92.000 choferes registrados en la Comisión de Taxis y Limusinas de la ciudad son indios y pakistaníes.
Los ingresos de los taxistas asiáticos cayeron 50 por ciento desde el 11 de septiembre. «No recuerdo tiempos peores», dijo Chauhan, que lleva el turbante de la religión sij. Algunos pasajeros detienen su vehículo, pero se alejan cuando ven su vestimenta y su rostro. «No puedo cambiar mi cara porque no les guste, ¿verdad?», comentó.
Otros pasajeros escuchan amistosamente el relato de sus penas. En agradecimiento, el taxista no les cobra el viaje.
El rechazo a la población árabe, musulmana y sij se manifestó en Estados Unidos incluso antes de que Washington responsabilizara de los atentados al musulmán saudita Osama bin Laden.
Chauhan es uno de los cientos de miles de sudasiáticos de Nueva York que temen la consolidación de una nueva barrera racial.
La información del censo de población 2000 alimenta esos temores. Según esas cifras, los vecindarios con población asiática de Nueva York y de otras ciudades se están convirtiendo en guetos, con altos porcentajes de delincuencia, escasez de escuelas y centros de salud y pobres perspectivas laborales.
En la última década se registró una marcada tendencia de la población asiática a vivir en vecindarios propios en las ciudades grandes.
Entre 1990 y 2000, la población india se duplicó en Nueva York. Más de 170.000 indios residen en la ciudad, constituyendo la segunda comunidad asiática detrás de los habitantes de origen chino, que son 362.000. En tercer lugar figuran los coreanos, unas 87.000 personas.
Crece así mismo la población procedente de Pakistán y Bangladesh. Instituciones locales aseguran que los nepalíes son más de 10.000, la mayoría de sherpas, aunque el censo no los distingue como grupo étnico.
Las noticias de agresiones raciales causan un terrible efecto en estas comunidades.
Desde el 11 de septiembre, el odio racial se cobró dos víctimas: un pakistaní en el estado de Texas, y un sij en Arizona. Mezquitas y templos hindúes sufrieron actos vandálicos. La policía de Nueva York aún investiga un ataque contra un periodista de origen pakistaní.
Pero el mayor daño es sutil: las miradas recelosas en el tren, en el trabajo o en lugares públicos, y otras formas de aislamiento social.
También hay quienes auxilian a sus vecinos o amigos árabes y sudasiáticos, acompañándolos a realizar compras o visitar al médico, para que venzan el temor a mostrarse en público.
Apenas horas después del atentado contra el World Trade Center, las autoridades municipales informaron de agresiones contra los musulmanes y dispusieron vigilancia policial en mezquitas y otros centros comunitarios.
Pero el temor subsiste. Muy cerca del apartamento donde vive Chauhan, en el vecindario de Flushing, condado de Queens, la concurrencia a una mezquita afgana cayó notablemente, pese a que no hubo allí ningún hecho de violencia.
«Nuestra gente (los musulmanes) se siente incómoda, si bien no conozco a nadie que haya sido agredido en Nueva York», dijo el imán Mohammed Yusufi.
Los ataques terroristas dejaron «entristecida a nuestra comunidad y esa tristeza está acompañada por la preocupación por nuestros hermanos en Afganistán y aquí», dijo Yusufi, hablando mediante un intérprete en la puerta del templo.
Cientos de musulmanes se recluyeron luego de los atentados en su vivienda o abandonaron la vestimenta tradicional que los identifica. También muchos sijs dejaron de usar sus turbantes.
Una mujer pakistaní relató sus temores en una carta publicada por el diario local Newsday. «Cuando se dijo que los secuestradores de los aviones eran árabes musulmanes, hubo tal pánico en nuestra comunidad que casi nadie quería salir a la calle», aseguró Humera Manzoor.
Muchas mujeres musulmanas fueron agredidas y les fue arrancado el velo. «En las escuelas, algunos niños son golpeados por quienes antes eran sus amigos», señaló Manzoor. Según las autoridades, cayó la asistencia a clases de niños, niñas y adolescentes de comunidades árabes y asiáticas.
Se calcula que 650 pakistaníes e indios murieron en el atentado a las torres gemelas, si bien aún no hay datos oficiales. Pero entre el miedo a las represalias y las penurias económicas, hay poco espacio para el duelo.
Durante el último fin de semana, a la hora del almuerzo en uno de los restaurantes afganos de la ciudad sólo se veía a los meseros. «Son malos tiempos, como puede ver», dijo uno de ellos, de origen pakistaní.
Los comercios de la comunidad asiática sufren por la retracción general del consumo y porque el grueso de su clientela, también asiática, evita en lo posible las salidas y las compras.
Algunos observadores advierten que la situación podría empeorar a medida que avance la guerra de Estados Unidos contra Afganistán.
Durante la guerra del Golfo, de 1991, la agresión a minorías étnicas En Estados Unidos comenzó al conocerse las primeras bajas de tropas estadounidenses en suelo iraquí, dijo Sreenath Srinivassan, profesor de periodismo de la Universidad de Columbia. (FIN/IPS/tra-eng/au/aa/dc-ff/hd ip/01