El gobierno, empresas y organizaciones ambientalistas de Estados Unidos pusieron en marcha las primeras normas unificadas de información y control de los gases causantes de cambio climático.
El llamado Protocolo de Gases de Efecto Invernadero tendrá alcance internacional, pero su aplicación será voluntaria para las empresas.
Más de 30 compañías en nueve país han probado el mecanismo, entre ellas Dow Chemical Canada, Ford, General Motors Corporation, IBM, Norsk Hydro, Shell Canada, Tokyo Electric Power Company y Volkswagen.
El sistema «suministra a las empresas información valiosa para definir estrategias de control y reducción en la emisión de gases», dijo Janet Ranganathan, del Instituto Mundial de Recursos, de Washington, la organización que coordinó la iniciativa junto con el Consejo Mundial para el Desarrollo Sustentable.
De acuerdo con la opinión científica mayoritaria, los gases de efecto invernadero, generados principalmente por la combustión de petróleo, gas y carbón, son responsables del recalentamiento de la atmósfera y de los conscuentes cambios en el clima del planeta.
Ante la ausencia de regulaciones internacionales claras sobre recorte de emisiones, esta nueva normativa podría impulsar la reducción de gases, en opinión de las empresas participantes.
«El protocolo nos da un marco de acción para considerar estas cuestiones en forma sistemática y amplia», dijo a la prensa Deborah Zembke, de Ford Motor Company.
El protocolo, cuyo desarrollo insumió tres años, es el producto de consultas con más de 350 corporaciones, funcionarios gubernamentales de varios países y organizaciones ecologistas internacionales.
La cantidad de participantes que contribuyeron a estructurar el protocolo «señala el creciente reconocimiento de empresas, gobiernos y organizaciones no gubernamentales de la necesidad de actuar ante el cambio climático», observó Ranganathan.
La empresa que decida adoptar este mecanismo debe informar las fuentes de gases invernadero propias o bajo su control, lo cual comprende gases generados por procesos químicos o físicos, producción de energía eléctrica o calefacción, y transporte de personas, materiales, productos y desperdicios.
El sistema requiere así mismo que las empresas respondan por emisiones indirectas asociadas con la compra o la importación de energía eléctrica y calefacción.
El sector privado también serán alentado a dar cuenta de otras emisiones indirectas. A Ford, por ejemplo, se le requerirá responsabilidad sobre los gases liberadas por sus fábricas, pero también por los que emitan los automóviles y camiones que produce.
La creación de un sistema unificado para controlar y dar cuenta de la emisión de gases era un reclamo de larga data de las empresas que deseaban reducirlas.
Según varias compañías, este protocolo ayudará a crear un sistema comercial internacional sobre los gases contaminantes.
«El protocolo suministra los cimientos sobre información y responsabilidad, esenciales para cualquier esquema de comercialización de emisiones», destacó Paul Tebo, vicepresidente de seguridad, salud y ambiente de la compañía química DuPont.
«Las empresas quieren normas unificadas y seguras», dijo Rebecca Eaton, del Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF).
Pero no todos los ambientalistas están conformes. Jon Sohn, analista de Amigos de la Tierra, dio la bienvenida a las iniciativas voluntarias para reducir gases, aunque advirtió que es necesario fijar objetivos obligatorios.
«Hemos pasado por 10 años de iniciativas voluntarias y fueron un fracaso», comentó Sohn a IPS.
Según la Convención Marco sobre Cambio Climático, firmada en la Cumbre de la Tierra en 1992, el Norte industrial debía reducir en 2000 sus emisiones de gases invernadero a los volúmenes de 1990.
Pero no se trataba de un compromiso vinculante y no fue cumplido por casi ningún signatario, incluyendo a Estados Unidos, el principal país emisor de gases invernadero.
Por otra parte, varias ONG internacionales cuestionan la creación de un sistema comercial de emisión de gases.
Amigos de la Tierra y Greenpeace arguyen que ese comercio internacional, tanto entre naciones industrializadas como entre éstas y los países en desarrollo, no puede funcionar, pues el dióxido de carbono (principal gas invernadero) es liberado por millones de fuentes en todo el mundo y no es posible controlarlas a todas.
Para complicar aún más la situación, desde 1990, año señalado como base por el Protocolo de Kyoto sobre Cambio Climático, se registra una variación en las tendencias de emisión.
Debido a la crisis de su economía, la emisión de gases de Rusia de 1995 fue 29 por ciento menor a la de 1990. En 1997, los gases emitidos por Ucrania fueron 49 por ciento inferiores al año 90, mientras que los de la Unión Europea sólo se redujeron cuatro por ciento.
Por lo tanto, países como Rusia y Ucrania tendrían derecho a créditos de emisión de carbono por valor de miles de millones de dólares anuales, según las previsiones del Protocolo de Kyoto, de 1997, que aún no ha entrado en vigor.
En consecuencia, países industrializados como Estados Unidos podrían cumplir con sus compromisos de reducción comprando los créditos rusos o ucranianos, en lugar de recortar su generación de gases.
«El comercio de 'aire caliente' minará la legitimidad de este sistema, que puede convertirse en un ámbito de intercambio de favores en lugar de un mecanismo de mercado», indicó Hillary French, vicepresidenta de investigación del Worldwatch Institute, con sede en Washington.
Las empresas, en cambio, esperan ansiosas que se creen las normas para este intercambio, que podría ser muy lucrativo.
«Estamos observando la cuestión cuidadosamente. Nadie sabe realmente el tamaño que puede tener este mercado», pues las estimaciones van de 25.000 millones a 700.000 millones de dólares, explicó Dennis Jennings, socio principal de la consultora Pricewaterhouse Coopers. (FIN/IPS/tra-eng/dk/aa/dc/en/01