La presencia militar sin precedentes de Estados Unidos en Asia central coloca a las repúblicas de la región en el foco de la atención mundial y provoca grandes cambios estratégicos.
Las repúblicas ex soviéticas de Asia central, en las que predomina la población musulmana, han adquirido un protagonismo que no tuvieron siquiera cuando se separaron de la Unión Soviética en 1991, debido a su proximidad con Afganistán, donde Estados Unidos y Gran Bretaña continúan su ofensiva.
El equilibrio geopolítico de la región experimentó una transformación radical desde los ataques terroristas en Estados Unidos el 11 de septiembre.
Mil efectivos de la décima división de montaña del ejército de Estados Unidos están en la base aérea de Khanabad, en Uzbekistán, a 200 kilómetros de la frontera afgana.
«Estados Unidos tiene intereses de largo aliento en Uzbekistán», uno de sus aliados «de primera línea» en la «guerra contra el terrorismo», dijo el secretario de Defensa estadounidense Donald Rumsfeld en Tashkent el 5 de este mes, dos días antes del comienzo de la guerra contra Afganistán.
Uzbekistán, donde 88 por ciento de la población es de fe islámica, aunque gobierna el ex Partido Comunista, autorizó el estacionamiento de tropas de Estados Unidos en su territorio.
Mientras, otras naciones de Asia central y Pakistán conceden apoyo logístico y el uso de su espacio aéreo a fuerzas estadounidenses y británicas.
Militares de Estados Unidos colaboran con la Alianza del Norte, que combate al régimen afgano del Talibán, en sitios estratégicos de Tayikistán y en la ciudad fronteriza uzbeka de Termez, próxima a la septentrional ciudad afgana de Mazar-e-Sharif.
El gobierno uzbeko anunció el 12 de este mes un acuerdo defensivo con Estados Unidos, que incluye una cláusula de «consulta urgente para enfrentar cualquier posible amenaza directa a la seguridad y la integridad territorial de Uzbekistán», en clara referencia a Rusia.
«Espero que Uzbekistán no sobrepase los límites y ponga en juego su independencia y soberanía», advirtió días después el presidente del comité de Asuntos de Asia Central del parlamento de Rusia, Boris Pastukhov.
Estados Unidos «no abriga ningún plan destinado a atenazar a Rusia» en Asia central, aseguró la consejera de seguridad nacional Condoleeza Rice, intentando aplacar la preocupación rusa.
Los cambios geopolíticos desde el 11 de septiembre son básicamente tres.
En primer lugar, con el fin de desmantelar al régimen de Talibán y capturar a Osama bin Laden, el extremista saudita al que responsabiliza de los atentados, Estados Unidos introduce por primer vez su fuerza militar en la región, con el completo acuerdo de Rusia y China, una situación inconcebible antes del 11 de septiembre.
Rusia apostó la división 201 de su ejército en la frontera de Tayikistán con Afganistán. Tayikistán es el único país de Asia central que admite tropas rusas en su suelo.
En segundo término, por primera vez en la historia, Estados Unidos, Rusia, China y las repúblicas de Asia central comparten una agenda para combatir al «enemigo común», al que definen como el «terrorismo, extremismo y fundamentalismo» propagado por grupos radicales islámicos en la región.
El ilegalizado Movimiento Islámico de Uzbekistán (IMU), cuyo líder, Juma Namangani, se halla supuestamente en Afganistán, es, para el Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos, «una organización terrorista».
El presidente estadounidense George W. Bush dijo ante el Congreso legislativo el mes pasado que el IMU forma parte de la red Al Qaeda (La Base) de Osama bin Laden, al explicar el papel central de Uzbekistán en la guerra.
La ofensiva de Rusia en la república autónoma de Chechenia, que alberga un movimiento musulmán separatista, y los intentos de China de controlar a grupos rebeldes en la occidental provincia de Xinjiang, de mayoría musulmana, también tienen un lugar en la campaña mundial contra el terrorismo.
En tercer lugar, las repúblicas de Asia central, cuyos gobernantes son los mismos que condujeron el proceso de independencia, ven ahora la posibilidad de manejar, por primera vez, una alternativa estratégica en su política exterior.
Estos países, los últimos en incorporarse a la Unión Soviética a la que resistieron militarmente hasta los años 30, fueron los primeros en declarar su separación, en 1991.
En agosto de ese año, Uzbekistán anunció su independencia, incluso antes de la disolución formal de la Unión soviética, concretada en diciembre.
El propósito de Uzbekistán es alejarse de la influencia rusa y ganar mayor libertad de acción en el ámbito regional e internacional, para lo cual permite la presencia estadounidense, a la que consideran un contrapeso de Rusia.
El contexto regional anterior al 11 de septiembre es clave para comprender este cambio geopolítico.
Preocupado por la actividad del IMU y de otras organizaciones islámicas, Uzbekistán decidió, en mayo de este año, aproximarse a Shangai Cinco, un ámbito político y económico creado por Rusia, China, Kazajstán, Kirguistán y Tajikistán en 1996.
En ese mismo mes, los países de Shangai Cinco acordaron crear un centro antiterrorista en Bishkek, capital de Kirguistán, y en junio crearon la Organización de Cooperación de Shangai, a la que se integró Uzbekistán.
El combate contra el terrorismo fue la prioridad de esta nueva organización, que también buscaba equilibrar la influencia de Estados Unidos, tras el anuncio de Washington de su programa de defensa nacional con misiles contra «amenazas de ataques de estados renegados».
China y Rusia se sintieron los verdaderos objetivos de este programa, aunque los «estados renegados» que menciona Estados Unidos son Corea del Norte, Iraq, Irán y Libia.
En julio, Rusia y China firmaron el Tratado de Amistad y Cooperación, para reanudar la colaboración defensiva bilateral luego de un distanciamiento de 40 años.
En forma paralela, se registraba una discreta pero creciente colaboración militar de Estados Unidos con Tayikistán y Uzbekistán.
En mayo, el jefe del comando estadounidense para Asia central, Marruecos y Pakistán, Tommy Franks, visitó Tayikistán y Uzbekistán, recorrió sus fronteras con Afganistán y subrayó la necesidad de «cooperar contra el terrorismo».
Una fuente del gobierno uzbeko admitió este mes al diario The Washington Post que la colaboración militar con Estados Unidos, «de los últimos dos o tres años» incluyó información de inteligencia y entrenamiento de militares uzbekos por parte de fuerzas especiales estadounidenses.
Para Rusia, Asia central es su zona de influencia tradicional, debido a los vínculos geográficos, históricos, idiomáticos y étnicos, pues en esas repúblicas viven varios millones de personas de ascendencia rusa.
Por otra parte, la alianza regional con Estados Unidos fortalece a regímenes y gobernantes, que se sienten más seguros que antes.
Si la guerra desplazara al Talibán del poder en Afganistán, los estados centroasiáticos podrían ver cumplido su deseo de llegar al océano Indico a través de territorio afgano y de Pakistán, la salida al mar más directa que no depende de la buena voluntad de Rusia.
En 1992, el presidente uzbeko Islam Karimov y su entonces par afgano Burhanudin Rabbani acordaron una ruta comercial que unía Tashkent con el puerto pakistaní de Karachi a través de territorio afgano. Pero la guerra civil en Afganistán impidió la concreción de este proyecto.
Si la guerra logra sus objetivos políticos y militares, podría abrirse para Asia central un mundo lleno de nuevas oportunidades. (FIN/IPS/tra-eng/mh/js/dc/ip/01