La prevista apertura de un canal dedicado exclusivamente a la «masificación de la cultura» es esperada con expectativa en Cuba, donde la televisión se limita a dos emisoras controladas por el Estado.
«Trabajaremos para que (el nuevo canal) llegue a toda la nación», aseguró el presidente Fidel Castro, en un acto realizado el día 2 en celebración del primer aniversario del programa «Universidad para todos», promovido por el gobierno.
La campaña oficial por la masificación de la cultura, en cuyo marco se inscribe el nuevo canal de televisión, comenzó a fines de 1999, tras una reunión de funcionarios municipales que plantearon los problemas para llevar la cultura a lugares apartados.
El vicepresidente del estatal Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), Mario Robaina, informó que la televisión destinó en los últimos 12 meses 826 horas a la transmisión de más de 10 cursos en el marco de «Universidad para todos».
Entre las materias que se dictan en este programa se cuentan las de historia, de geografía, de técnicas narrativas, de apreciación de la danza y de la música, de inglés y de francés, algunas de los cuales aún están en el aire y, en general, con muy buena audiencia.
El curso de inglés, por ejemplo, acaparó una teleaudiencia récord para Cuba, al lograr convocar a dos millones y medio de personas, según reportes de la prensa local.
«Hay algunos folletos que se agotan de inmediato», dijo Esteban Ramos, trabajador de un quiosco de prensa donde se vende el material complementario de cada curso dictado por televisión, impreso en forma de suplemento periodístico.
Pero el contenido exacto del nuevo canal todavía es una incógnita, incluso para algunos creadores del medio, quienes se cuestionan si incluirá o no producción foránea o se dedicará expresamente a los materiales didácticos cubanos.
Castro sólo reveló el día 2 que están en preparación 10 nuevos proyectos educativos, que incluyen cursos de idiomas italiano y portugués, biotecnología para todos y fundamentos de las nuevas técnicas informáticas.
La nueva señal sólo llegará en su comienzo a La Habana y a la vecina provincia del mismo nombre, pero para enero se espera que pueda ser recepcionada en Santiago de Cuba, la segunda ciudad en importancia del país, a 861 kilómetros de la capital.
«Hay una gran demanda de documentales sobre cuestiones culturales o de la naturaleza, al estilo de los producidos por el estadounidense Discovery Chanel, pero no sabemos si se incluirán», dijo una funcionaria del ICRT que pidió reserva de su nombre.
«Materiales de ese tipo se transmiten desde hace tiempo, pero aún son escasos», precisó la especialista, para añadir que, además de «abrir espacios con fines educativos, se necesita un cambio radical de la calidad de su programación».
La programación de la televisión es sometida a escrutinio popular de manera sistemática por sus realizadores e incluso por medios oficiales de prensa, que critican la falta de calidad de buena parte de las propuestas de carácter recreativo.
La falta de recursos afecta la realización doméstica de programas de revistas, telenovelas y de otras series de ficción, así como la capacidad de compra de películas o programas de buena factura producidos en el exterior.
Las antenas para captar trasmisiones vía satélite están prohibidas en Cuba, donde sólo se permite el acceso a la televisión por cable a las embajadas, a técnicos extranjeros, a la prensa acreditada y instalaciones turísticos u organismos estatales autorizados especialmente.
A pesar de estas limitaciones, en La Habana es habitual encontrar familias que pagan cientos de dólares a un reducido grupo de técnicos que viven de vender tarjetas codificadas para poder captar la señal de los canales estadounidenses.
El ministro de Cultura, Abel Prieto, advirtió que «masificar la cultura en Cuba nunca va a significar populismo, mediocridad, (y) la difusión de esos subproductos que caracterizan a la industria yanqui (estadounidense) del entretenimiento».
Prieto agregó que el gobierno no busca formar artistas profesionales de manera masiva, si no de crear un público receptor que sepa discernir entre lo que se le ofrece y escoger aquello de mayor calidad.
La crisis que afectó la economía cubana desde comienzos de la década del 90, a raíz de la desaparición de la Unión Soviética, provocó el cierre de salas cinematográficas y de teatros, la reducción de los programas culturales y de las presentaciones fuera de la capital de músicos y de compañías de teatro.
Destacados actores de teatro, de cine y de la televisión firmaron contratos de trabajo en el exterior, los escritores empezaron a publicar en editoriales extranjeras y casi una generación entera de las artes plásticas optó por el exilio.
A casi 10 años y cuando comenzó a recuperarse la economía, el gobierno decidió dedicar dos millones y medio de dólares y nueve millones en moneda nacional (el dólar se cotiza a 22 pesos cubanos) para restaurar las escuelas nacionales de arte.
Paralelamente, comenzó la preparación de instructores de arte, además de instalarse paneles solares en los centros de enseñanza más apartados del país para que los estudiantes pudieran ver televisión y trabajar en computadoras.
También se abrieron varios establecimientos de venta de libros en pesos cubanos, que en los últimos años sólo podían adquirirse en dólares, y también se inició un proyecto para el expendio de obras de arte a precios asequibles.
Por su parte, el presidente Castro se sumó a la campaña de impulso al arte con su presencia en espectáculos de ballet, cine y música, incluido un concierto en febrero pasado del grupo británico de rock Manic Street Preachers.
«Hace falta que no se apague», dijo Víctor Ramos, bibliotecario, quien cómo otros en Cuba teme que la nueva política cultural no sea más que una campaña que podría «dejarse a un lado, si se da un cambio de coyuntura» (FIN/IPS/da/dm/cr/01