La sentencia de un tribunal jamaiquino contra un disc-jockey de música «dancehall» por atacar a un policía llama a los intérpretes de esa polémica corriente del reggae a moderar su conducta.
Una jueza de la noroccidental ciudad de Montego Bay condenó a Michael Sterling, conocido como «Alozade», a nueve meses de cárcel y al pago de una multa de 16.000 dólares por «destrucción maliciosa de propiedad» y emplear expresiones indecentes en el tribunal.
Sterling estuvo en el mismo tribunal días atrás con otros músicos para responder a acusaciones por el uso de palabras obscenas en la Noche de Dancehall del Festival Veraniego de Reggae, realizado el mes pasado en Montego Bay.
«Alozade» reaccionó con violencia en medio del proceso y la jueza Paulette Williams ordenó que fuera retirado de la sala. Pero el músico atacó al policía que intentaba llevárselo y a otro que acudió en ayuda del primero.
El disc-jockey ya tenía antecedentes por haber lanzado un extintor contra un abogado.
La actitud de Sterling asombró a los jamaiquinos, que parecían haberse acostumbrado al comportamiento de los intérpretes de dancehall. El incidente en el tribunal de Montego Bay fue sólo uno de los tantos que involucró a estos músicos en los últimos meses.
El dancehall es una corriente del reggae que se apoderó de la escena musical jamaiquina después de la muerte de Bob Marley, en 1981. Muy diferente al estilo de Marley, se trata de una suerte de rap con letras agresivas y, al menos en sus comienzos, localistas.
«¿Sólo nueve meses y apenas 16.000 dólares por hacer algo así frente a una jueza? Esto tiene que ser aprovechado para advertir a los demás», dijo el lector Bev Brown, de Kingston, en una carta al periódico Observer.
«El hombre debió haber recibido nueve años de condena. Hay que encerrarlo y tirar las llaves», afirmó otro lector jamaiquino, desde la ciudad canadiense de Toronto.
Sterling tuvo una actitud violenta en el tribunal porque su médico le recetó un fármcaco equivocado, que le alteró los nervios, sostuvo su abogado. Pero la jueza consideró que lo ocurrido fue «inexcusable».
Hace dos semanas, otros dos disc-jockeys, Lady Saw y Bounty Killer, fueron sentenciados por la justicia a 240 horas de trabajo comunitario por emplear palabras obscenas en el espectáculo «Campeones en acción», el 17 agosto.
El siempre polémico Bounty Killer acusó a la justicia de ser demasiado severa y juró que nunca volvería a actuar en Jamaica, pero cambió de opinión una semana después.
Por muchos años, artistas jamaiquinos y estadounidenses fueron detenidos en Trinidad y Tobago y Barbados por su comportamiento violento y su lenguaje obsceno.
Este tipo de incidentes eran olvidados rápidamente en el pasado, pero el de Sterling parece haber llevado a los intérpretes de dancehall a un periodo de reflexión, según el presidente del sello discográfico Organic Records, Roger Grant.
«Los puso sobre el tapete. Muchos de ellos van a tratar de dejar atrás ese tipo de conducta», afirmó Grant, quien está vinculado a la industria de la música jamaiquina hace 12 años.
La reacción del público no se hizo esperar, según Grant. Como ejemplo citó el promocionado espectáculo «Boomblast» en el distrito de Saint Chaterine, el 13 de este mes, al que asistieron muy pocos lugareños.
Los incidentes con estos músicos son algo común desde fines de 1980. Muchos de ellos ocurren en el espectáculo anual «Sting», realizado cada 26 de diciembre.
En un concierto en 1990, el intercambio de palabras entre los músicos Ninhaman y Super Cat terminó en un grave incidente, cuando el último amenazó con usar un arma de fuego contra quien intentara lanzarle una botella.
Los músicos Papa San y Stitchie también tuvieron un enfrentamiento muy polémico, aunque no tan violenta.
La constante rivalidad entre Beenie Man y Bounty Killer provocó incidentes similares la década pasada, mientras la creciente participación de raperos estadounidenes en los últimos años echó más leña al fuego.
El enfrentamiento entre los músicos Bounty Killer, Beenie Man y Mercilles obligó a suspender la Noche de Dancehall del Festival Veraniego de Reggae, y llevó a varios grupos civiles a exigir medidas contra los artistas con «comportamiento antisocial» en los escenarios. (FIN/IPS/tra-en/hc/aa/rp/aq/cr/01