ARGENTINA: La angustia invade un país en crisis

Beatriz Blanco es una argentina de clase media, psicóloga, casada, con dos hijos y en buena situación económica. Sin embargo vive presa de la angustia, teme perder su empleo, sufre al pensar que pueden despedir a su marido y se deprime por los amigos que emigran.

Los sentimientos de Blanco, de 34 años, son compartidos hoy en Argentina por millones de personas, frente a la severa recesión que se arrastra desde hace más de tres años, el alto desempleo y la sensación de que ya no cuenta su capital educativo y cultural para lograr el ascenso social.

Una encuesta realizada en agosto por la consultora Ricardo Rouvier señaló que 93,8 por ciento de los consultados declaró sentir angustia, tristeza, depresión o amargura por la crisis socio-económica, mientras que apenas 3,5 por ciento manifestó esperanzas de cambio positivo.

Los entrevistados respondieron que las causas del malestar, en orden decreciente, son la falta de futuro, carencia de trabajo o temor a perderlo, la gran cantidad de desocupados y de pobres, la pena por los que se van del país, «porque no tenemos nada», «por la indiferencia de los políticos» y «porque no hay cambios».

Los temores sobre el empleo se basan en que la desocupación ya trepó a 16,4 por ciento de la población económicamente activa, el subempleo suma otro 15 por ciento y existe un porcentaje sin precisar de personas «desalentadas» que ya ni siquiera buscan trabajo.

La consulta subrayó que, aunque la angustia es generalizada, la clase media es la más atormentada por la posible pérdida de cuestiones que hasta ahora forman parte de su vida cotidiana, como el envío de sus hijos a colegio privado, acceso a servicios médicos pagados y a entidades deportivas, la compra de ropa y los viajes.

Blanco, que trabaja en un centro asistencial público y atiende pacientes en forma particular, comentó a IPS que «en el hospital se ven los efectos más graves de la crisis. A ese lugar también llegan personas de clase media que ya no pueden ir a una consulta privada».

Además, algunos pacientes de su consultorio privado ya no pueden pagar el tratamiento.

«El problema es que yo alquilo el consultorio y va a llegar un momento en que no voy a poder seguir si no junto el dinero para los gastos», comentó. Mientras, en el hospital, que antes era su «ingreso seguro», la situación no está mejor, pues los salarios se pagan con atrasos y con recortes.

La incertidumbre sobre el futuro de la familia de Blanco se agrava ante la situación de su esposo, que es diseñador gráfico.

«Trabajó un tiempo por su cuenta pero es muy difícil enfrentar solo los gastos. El año pasado consiguió entrar a un estudio grande, que tiene buenos clientes, pero este mes ya les advirtieron (los directivos) que las cosas vienen mal, porque muchos clientes no pueden pagar», explicó.

La angustia por el temor a perder el empleo fue estudiada en una encuesta realizada por la consultora en recursos humanos RHO entre las 500 mayores empresas del país.

La investigación reveló que 62 por ciento de gerentes trabaja bajo presión y asegura que esa situación es «ostensiblemente mayor» a la registrada años anteriores.

Afectadas por la recesión y la caída del consumo, muchas compañías trabajan en un ambiente de alto estrés, preocupación y angustia generalizada por las dificultades de alcanzar las metas. Un problema que muchas veces se corta por lo más delgado: el gerente a cargo de los proyectos.

En ese sentido, la Cámara de Aseguradoras de Riesgos del Trabajo informó que este año aumentaron notablemente las enfermedades cardíacas y las alergias provocadas por el estrés, además de la pérdida del cabello, las erupciones en la piel, úlceras y gastritis.

En otros casos, la crisis económica potencia trastornos de ansiedad que pudieron estar dormidos en un individuo mientras no vivía sometido a tensiones.

El psiquiatra Daniel Bogiaizián, de la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad, explicó a IPS las distintas manifestaciones de la enfermedad derivada de cuestiones laborales y económicas.

«Una cosa es la ansiedad básica que provoca el temor a perder el empleo o la falta de trabajo, y otra cosa es un trastorno agudo de ansiedad. Estos últimos no están relacionados con la crisis, pero ésta puede desencadenar cuadros que estaban tapados», puntualizó.

Bogiaizián indicó que la caída del nivel de vida o de consumo de una persona puede ser el catalizador de un proceso que quizás se hubiera dado de todos modos. De la misma manera, un ejecutivo exigido a una mayor exposición pública en reuniones de trabajo puede manifestar los primeros síntomas de una fobia.

«Las personas con este tipo de trastornos de ansiedad podían vivir sin muchas dificultades, pero ahora consultan más, porque en el trabajo hay mayores exigencias de rendimiento, de exposición ante grupos, de conferencias y otras actividades», sostuvo el experto.

Pero a los problemas de salud que afrontan muchos argentinos a causa de la situación económica local se le sumaron a partir del 11 de este mes la ansiedad provocada por los atentados terroristas en Estados Unidos.

«Si alguien tenía algún hilo suelto, o alguna estructura sostenida frágilmente, con las torres (gemelas en Nueva York) se terminaron de derrumbar ellos también», observó para IPS la psicoanalista Liliana Canesa.

Ante este panorama, los hospitales públicos con servicio de psiquiatría realizaron este mes la llamada Semana de los Trastornos de Ansiedad, para que las personas que tuvieran dudas sobre sus angustias y temores se acercaran a consultar.

Terapeutas que trabajaron en esa instancia descubrieron la existencia de una enorme cantidad de personas que sufren de tristeza y angustia, sin que ello llegue a constituirse en un síntoma severo de afección psíquica.

«Reconozco el hecho de que amigos muy cercanos estén haciendo trámites para irse del país es algo que me provoca mucha pena, y lo peor es que tengo que tratar de disimularlo porque sé que para ellos es una oportunidad de volver a tener un proyecto de futuro», comentó Blanco.

Agregó que los amigos, también profesionales, se quejan porque son pocos los que los alientan a emigrar.

«Es que uno se siente un poco abandonado por los que se van, y encima con la duda de si irse no será una alternativa más vital que la de insistir en un país que te cierra todas las puertas», justificó. (FIN/IPS/mv/dm/pr/01

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