AMBIENTE: La década de las calamidades

Los años 90 serán recordados como el decenio de las calamidades por la cantidad sin precedentes de desastres naturales con causas «antinaturales», afirmó el Worldwatch Institute, de Washington.

Entre 1990 y 2000, Década Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales, se produjeron 86 grandes catástrofes como inundaciones, terremotos y huracanes, que exigieron ayuda internacional y causaron muchas muertes, según el estudio «Desastres Antinaturales», publicado el jueves por Worldwatch.

Entre 1950 y 1970, sólo se registraron 20 fenómenos de gravedad similar, observó la institución de estudios ambientales.

Los desastres naturales causaron en los años 90 pérdidas económicas superiores a 608.000 millones de dólares, casi cinco veces más que las pérdidas de 1970 y 15 veces más que las de 1950, señaló.

Asia es la región más golpeada, debido a la frecuencia con que su extenso territorio es azotado por tormentas, inundaciones y terremotos, en particular en las extensas zonas costeras densamente pobladas.

Setenta y siete por ciento de las 561.000 muertes en catástrofes naturales entre 1985 y 1999 ocurrieron en Asia, según datos de la compañía de reaseguros alemana Munich Re.

Casi 45 por ciento de las pérdidas económicas del continente registradas en ese período, que incluye los dos primeros años de la crisis financiera asiática, fueron atribuidas a desastres naturales.

Varios de los fenómenos más devastadores se produjeron en la India. En 1998, un ciclón que afectó al occidental estado de Gujarat provocó la muerte de 10.000 personas. En 1999, al menos 50.000 personas murieron cuando un «superciclón» pasó por el oriental estado de Orissa.

De acuerdo con Munich Re, 10 por ciento de las víctimas mortales de catástrofes naturales entre 1985 y 1999 se registraron en América del Sur, cuatro por ciento en América Central y cuatro por ciento en Africa, mientras en Estados Unidos y Europa se produjeron menos de cuatro por ciento de las muertes totales.

«Los países pobres son más vulnerables, y dentro de ellos las comunidades más pobres, las mujeres y las minorías étnicas resultan más afectadas durante y después de los desastres», afirma el estudio.

El único cambio positivo es que los fenómenos ambientales extremos aislados causan menos muertes que en el pasado. Hace algunas décadas «no era extraño perder cientos de miles de vidas en una única gran catástrofe», señaló Abramovitz.

Esto se debe a la preparación para los desastres y los sistemas de alerta temprana, junto al avance de los servicios sanitarios y de saneamiento.

Pero mientras disminuye el número de víctimas fatales, crece la población afectada por los desastres, que actualmente desplazan a más personas que las guerras.

«En los últimos 10 años, más de 2.000 millones de personas resultaron dañadas por desastres, lo cual equivale a 211 millones de personas por año», según el informe que reconoce, no obstante, que las cifras pueden no ser exactas.

Noventa por ciento de las personas afectadas estaban en Asia y seis por ciento en Africa.

El aumento de los fenómenos climáticos extremos se debe en parte a que buena parte de inundaciones y huracanes calificados como desastres naturales tienen un origen «antinatural», que es la destrucción de los ecosistemas, dijo Janet Abramovitz, autora del estudio de 62 páginas.

«Hemos alterado radicalmente muchos sistemas naturales», sostuvo.

«Muchos ecosistemas han llegado a una situación tal que no tienen capacidad para adaptarse ni para resistir las perturbaciones naturales», creando un escenario propicio para «los desastres antinaturales, cada vez más frecuentes y más graves por la acción humana», señala el informe.

«No podemos eliminar los peligros naturales, pero sí aquellos que provocamos. Podemos minimizar los factores que exacerbamos y reducir al máximo nuestra vulnerabilidad», señaló Worldwatch.

Las tendencias que más exponen a la humanidad son la presión sobre los ecosistemas y la concentración de población e infraestructura en las zonas costeras y las ciudades.

La desforestación, la modificación de los cursos de agua, el secado de zonas pantanosas y la desestabilización del clima mundial conducen a la destrucción de una compleja red de seguridad ecológica.

La desforestación desestabiliza las cuencas de agua, eleva el peligro de incendios porque reseca el ambiente y agrava al cambio climático, mientras la destrucción de las zonas costeras húmedas, las dunas y los manglares elimina «las barreras naturales» de las tormentas costeras.

La mayoría de las políticas para enfrentar las catástrofes naturales se concentran, equivocadamente, en la capacidad de respuesta y recuperación o en soluciones técnicas o científicas, sostiene el estudio.

El documento propone en cambio que gobiernos e instituciones internacionales revean los caminos de desarrollo que agravaron la situación y se concentren en mantener y recuperar ecosistemas.

Luego de las inundaciones de 1998, el gobierno de China prohibió el talado de árboles en la cuenca superior del río Yangtze y nuevos proyectos hidróelectricos en su curso, e inició planes para reforestar la cuenca.

En Vietnam se realizaron tareas de recuperación de unas 2.000 hectáreas de manglares costeros que actúan como eficaz amortiguador de las frecuentes perturbaciones climáticas marítimas, señaló Worldwatch.

Cuando la zona fue afectada por el peor tifón (viento huracanado) de la década, no se registraron daños significativos.

«Si decidiéramos trabajar con la naturaleza, podríamos reducir la ola de desastres antinaturales que arrasan a la humanidad con regularidad y ferocidad crecientes», concluyó Abramovitz. (FIN/IPS/tra-en/dk/aa/dc/mlm/en/01

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