Los problemas ambientales de América Latina y el Caribe avanzan a mayor velocidad que las soluciones, pese a las políticas ejecutadas en la última década, concluyeron este martes en Brasil los ministros de Ambiente de la región.
«Seguimos viendo el deterioro del ambiente, pues los problemas caminan más rápido que las soluciones y hay una brecha cada día mayor», dijo el ministro colombiano de Ambiente, Juan Mayr, quien fue el vocero de las conclusiones de la reunión.
Una docena de delegados finalizaron este martes en Río de Janeiro la XIII Reunión del Foro de Ministros de Medio Ambiente Ministerial, de dos días.
Esa cita se empalmó con la Conferencia Preparatoria Regional para la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible, también de dos días.
Los ministros de Ambiente se sumaron entonces este martes, en la Conferencia Preparatoria de la llamada cumbre «Río + 10», a sus pares de Relaciones Exteriores y de Hacienda, y a los presidentes de bancos centrales y especialistas de organismos como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.
La Conferencia Preparatoria definirá la posición que llevará la región a la cumbre mundial que ha sido convocada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para septiembre de 2002 en Johannesburgo, Sudáfrica.
En Johannesburgo se examinará el cumplimiento de las metas fijadas en la Cumbre de la Tierra, celebrada en 1992 en Río de Janeiro.
Ricardo Sánchez, director regional del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), señaló a IPS la importancia de esta serie de reuniones, en las cuales se conjuga el análisis del camino andado desde 1992 con las propuestas para la cita de Sudáfrica.
Por su parte, el ministro colombiano Mayr apuntó que se está «ante una gran evaluación de la política ambiental global y de cada país, pero aún tenemos que avanzar mucho».
Mayr añadió que de la cumbre de 1992 emanaron resultados palpables, como la institucionalización de los ministerios o secretarías de ambiente y la implementación de leyes específicas.
La Cumbre de la Tierra adoptó tres instrumentos globales: la Convención sobre la Diversidad Biológica, la Convención sobre el Cambio Climático y la Convención de Lucha contra la Desertificación, aparte de la Agenda 21, un plan de acción global para integrar ambiente y desarrollo en la economía del siglo XXI.
En una evaluación de la ONU se observaron avances en estos nueve años, como son la aprobación del Protocolo de Cartagena sobre Biodiversidad y la convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas de fauna y flora silvestres.
También se debe enumerar las convenciones sobre la conservación de especies migratorias de animales silvestres, sobre humedales de importancia internacional y para la protección del patrimonio mundial cultural y natural.
En tanto, el foro de organizaciones no gubernamentales advirtió que, «a pesar de que los gobiernos han asumidos los objetivos del desarrollo sostenible en el discurso, en la práctica hay retrocesos en la implementación de políticas».
Por otro lado, abriendo camino a lo que parece será el eje de las discusiones ambientales previas a la cumbre de 2002, también conocida como «Río+10», los ministros de la región centraron sus discusiones en cómo financiar el desarrollo sustentable, un modelo donde se conjuguen ambiente, desarrollo humano y crecimiento económico.
En la declaración final del foro de ministros de Ambiente se dejó abierta, como propuesta, evaluar los actuales mecanismos de conversión de deuda externa de los países en desarrollo en proyectos a favor del ambiente.
«Sólo se discutió el asunto general, de revisar esta relación de deuda externa y desarrollo sostenible, pero no se llegaron a detallar mecanismos para implementarlo», indicó Sánchez.
El ministro colombiano, por su parte, insistió en que aún está pendiente de la cumbre de 1992 la transferencia de fondos y de tecnología desde los países industrializados, tal como se estableció en los acuerdos de entonces.
José Sarney (hijo), ministro brasileño de Ambiente, dijo a IPS que, respecto de «los instrumentos económicos, pasa por revisar también la relación entre el desarrollo sostenible y el proteccionismo comercial (de los países industrializados). Eso está muy relacionado».
Al referirse a los planes de su país para lograr un modelo sustentable, Sarney mencionó como opciones «el ecoturismo, la bioprotección y la propia explotación maderera sustentable, manejada con criterio ambiental».
Los ministros examinaron también el escenario internacional que aparece después de los atentados terroristas del 11 de septiembre en Nueva York y Washington y de la posterior campaña militar de Estados Unidos y Gran Bretaña contra Afganistán.
La ministra venezolana de Ambiente, Ana Luisa Osorio, sostuvo que la guerra contra el terrorismo le restará protagonismo a la cumbre de Sudáfrica y a todo el proceso previo que viene desarrollándose en cada región del mundo.
En el actual contexto internacional y de cara a evaluar los resultados de «Río+10», Mayr recalcó que «debemos hablar de ética, de qué modelo de desarrollo queremos para el mundo en que vivimos».
Anunció que el PNUMA y el Foro de Ministros de Ambiente de América Latina y el Caribe realizará una reunión de «pensadores, no sólo ambientalistas, sino también sociales, económicos, para generar un debate amplio».
Fue justamente el ministro colombiano quien insistió en la urgencia de políticas para contrarrestar el deterioro ambiental. Esa tendencia no se detiene a pesar de las acciones e iniciativas que se adelantan en distintos frentes.
Según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Mundial para la Naturaleza, UICN, son 11.000 las especies que están en peligro de extinción en el mundo y 816 ya se han desaparecido.
En tanto, una evaluación de la Convención sobre la Lucha contra la Desertificación, indica que este problema, junto con la sequía, amenaza la vida de más de mil millones de los 6.000 millones de habitantes del planeta.
Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación ha advertido que el planeta pierde al año más de siete millones de hectáreas de tierra cultivable, debido a la degradación del suelo.
El PNUMA calcula que cada año se pierden 495 millones de hectáreas de bosques sólo en América Latina y el Caribe, mientras que los costos mundiales de la deforestación llegan a 42.000 millones de dólares anuales.
Todo eso forma parte de la carrera en la cual las soluciones, obligatoriamente, deberán correr más rápido que los problemas, al contrario de cómo ha ocurrido hasta ahora. (FIN/IPS/ac/dm/en dv/01