La productividad de la soja en Brasil superó la de Estados Unidos este año, un resultado que fue posible por la intensa tecnología aplicada en la agricultura.
La soja es una planta leguminosa originaria del norte de China y hace 30 años su producción sólo era competitiva en climas templados o subtropicales, es decir en tierras ubicadas en latitudes superiores a los 30 grados.
En las últimas tres décadas, Brasil logró no sólo extender su siembra a áreas tropicales, sino también una alta productividad que lo convirtió en el segundo productor mundial, sin recurrir aún a las semillas transgénicas ya empleadas en gran escala por sus dos grandes competidores, Argentina y Estados Unidos.
La productividad brasileña promedio fue este año de 2.708 kilogramos por hectárea. Mientras la estadounidense quedó en 2.594 kilogramos, calculó el Departamento (Ministerio) de Agricultura de ese país.
Los «cerrados» —nombre que reciben las sabanas brasileñas de tierras antes despreciadas por su baja fertilidad— se revelaron fecundos. El estado de Mato Grosso, en el centro-oeste, es desde la década pasada el mayor productor de soja del país y el campeón de productividad, con 2.999 kilogramos por hectárea este año.
Todo eso se debió a los avances tecnológicos, que incluyen el desarrollo de nuevas variedades de semillas, la utilización de fertilizantes y el cuidado de la siembra, con control de plagas y hierbas dañinas, explicó a IPS Amelio Dall'Agnol, investigador de la estatal Empresa Brasileña de Pesquisa Agropecuaria (Embrapa).
La Embrapa se compone de 40 centros de investigación especializados, uno de ellos destinado a estudiar la soja, con sede en Londrina, en el meridional estado de Paraná, donde trabaja Dall'Agnol desde su fundación en 1975.
La soja brasileña tiene incorporada «tanto tecnología como los nuevos componentes informáticos», dijo Carlos Henrique Cruz, presidente de la Fundación de Amparo a la Pesquisa del Estado de Sao Paulo, una de las principales organizaciones brasileñas de fomento de la ciencia y de la tecnología.
Sin una alta tecnología, esa leguminosa de clima templado no podría producirse competitivamente en el norte del país, apenas por debajo de la línea del Ecuador, observó, para criticar la mentalidad imperante que propone alentar sólo avances científicos en el sector industrial.
El menosprecio de la tecnología agrícola ubicó a Brasil un lugar modesto, el 43 en un total de 72, en una clasificación realizada por la Organización de las Naciones Unidas basado en el Indice de Avances Tecnológicos, según Cruz.
La alta productividad de la soja en los cerrados se atribuye también a la acumulación de experiencias exitosas, dominio de la técnica y recursos financieros de los empresarios agrícolas radicados en el sur del país que se trasladaron a esa área, especialmente en Mato Grosso.
Tierras llanas que favorecen la mecanización, fertilización a través de inoculación de bacterias en las plantas y desarrollo de una infraestructura industrial y de transportes se suman a los factores que aseguraron el éxito de la migración de la soja a los trópicos brasileños, añadió el investigador.
El uso de bacterias para absorber nitrógeno del aire y fijarlo en las plantas fue un revolucionario avance alcanzado por Johanna Dobereiner, científica fallecida el año pasado, que permitió abaratar la producción de soja pues eliminó gastos en fertilizantes.
Además, la innoculación es más eficaz, ya que no sufre las pérdidas provocadas por la evaporación o las lluvias que ocurren en la fertilización convencional, observó Dall'Agnol.
Sesenta de los 68 investigadores de Embrapa Soja están dedicados a desarrollar nuevas variedades y procesos tanto para aumentar la producción como el consumo del legumbre.
Sus innovaciones fueron decisivas para hacer de la leguminosa el principal producto de exportación agrícola de Brasil, superando a cultivos tradicionales como el café y el azúcar.
Brasil dispone de 60 millones de hectáreas de cerrados que pueden ser incorporados a la producción de soja, mientras Argentina y Estados Unidos practicamente agotaron sus posibilidades de expansión del área sembrada, según Dall'Agnol.
Eso, según el investigador, no afectaría el ambiente, como temen los movimientos ecológicos, pues no se trata de avanzar sobre bosques sino aprovechar áreas de vegetación pobre. En la Amazonia se podría ocupar áreas ya desforestadas o de sabanas.
Además, la siembra directa, que es más productiva y evita la erosión, ya se generalizó en Brasil y es practicada por la mayoría de los cultivadores de soja.
El aumento de la producción brasileña sólo depende de ampliación del mercado consumidor, lo que en el país se podría alcanzar con el aumento del ingreso de la población más pobre, evaluó el experto de Embrapa Soja.
Una de las líneas de investigación de la institución es el desarrollo de variedades cuyo sabor se adapte al gusto de los brasileños, que aprovechan poco el poder nutritivo de la soja, con alto contenido de proteínas, porque no les apetece.
Dos nuevas variedades para alimentación humana y con sabores distintos serán lanzados el próximo año, anunció Dall'Agnol. (FIN/IPS/mo/mj/dv/01)
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