AGRICULTURA-ARGENTINA: El granero del mundo bajo agua

La carretera que atraviesa la central provincia argentina de La Pampa parece un muelle interminable. A los costados sólo hay agua.

Cada tanto, aparece algún techo, la copa de un árbol o un hombre sobre un caballo que flota, pistas que permiten suponer que bajo el agua hay casas, pueblos, cultivos, ganado.

Se trata, según cálculos oficiales, de una de las peores inundaciones de la historia de la región conocida como Pampa húmeda, una de las llanuras más fértiles del mundo. El agua se extiende por 3,5 millones de hectáreas en las provincias de Buenos Aires, Córdoba, La Pampa y Santa Fe.

Los gobernadores de las cuatro provincias reclamaron el jueves al gobierno nacional que declare el área «zona de desastre», a fin de exceptuar a los agricultores del pago de impuestos y cuotas de préstamos, y que estudie medidas de asistencia financiera, además de obras que mitiguen el desastre.

Las causas del fenómeno son varias. Las lluvias sin precedentes (en septiembre ya había llovido 1.200 milímetros, la previsión para todo el año) se combinaron con la falta de obras públicas que permitan conducir el agua hacia los ríos, en una zona caracterizada por carecer casi totalmente de declives.

La falta de infraestructura pública para impedir inundaciones, proyectada pero nunca construida por desidia o por falta de presupuesto, llevó a algunos productores a abrir canales o cavas alrededor de sus campos por sus propios medios, lo que agravó el problema de vecinos que reciben el excedente de agua.

«Esto es una anarquía. Cada productor hace un canal e inunda el campo vecino. No hay quien ordene el recorrido del agua», protestó el jueves el presidente de la Sociedad Rural de Henderson, localidad de la provincia de Buenos Aires rodeada de agua. Sólo el casco urbano emerge como si fuera una isla.

La catástrofe ya obligó a evacuar a más de 4.000 personas, pero afecta a casi 11.000 pequeños y medianos productores rurales que no podrán levantar sus cosechas ni volver a sembrar por mucho tiempo, y deberán extraer la leche de sus vacas sólo para tirarla porque el aislamiento les impide venderla.

La Pampa húmeda es rica en cereales, oleaginosas y ganado — sobre todo vacuno—, y la región afectada representa gran parte de la producción agropecuaria nacional. Los productores ya sufrían una crisis financiera por la caída de los precios internacionales y las altas tasas de interés sobre sus deudas.

El gobierno de la provincia de Buenos Aires calculó que las pérdidas son superiores a los 300 millones de dólares, pero los productores elevan esa cifra a 500 millones, según la Federación Agraria Argentina, y a 900 millones, según la Confederación Nacional de Cooperativas Agrarias.

Las autoridades prometieron que los bancos estatales evitarán ejecutar a productores endeudados, y que refinanciarán las deudas. Pero muchos asumieron créditos bancos privados que no los esperarán, y aun en caso de deudas con bancos públicos, muchos creen que ni siquiera postergando los plazos podrán pagar.

Víctor Gasparini, de la Federación Agraria Argentina, dijo a IPS que las recurrentes innundaciones tienen consecuencias cada vez peores desde 1986, sin que las autoridades tomen en cuenta que las pérdidas económicas son mayores que el costo de las obras de infraestructura que las impedirían.

«La gente del campo ya está muy mal por la crisis económica, y muchos debieron emigrar a las ciudades. La situación ahora es desesperante, porque el productor no puede hacer nada más que sentarse en su casa a esperar que pare de llover para calcular las pérdidas», sostuvo el dirigente rural.

A su juicio, el problema persistirá por mucho tiempo, incluso si las obras se realizan de inmediato, según Gasparini, productor del sur de la provincia central de Córdoba, una de las zonas afectadas.

«La recuperación de los suelos es muy lenta. Depende de la violencia de las corrientes, de la cantidad de tiempo que permanezca el agua estancada y del nivel de pérdida de minerales y sales», explicó.

Gasparini indicó que en algunas provincias el problema se hizo crónico y que los antiguos productores agropecuarios se transformaron en acuicultores, cultivando distintas variedades de peces en las nuevas «lagunas».

Los productores de trigo y maíz están ahora, cuando debían prepararse para la cosecha, en problemas. En algunos predios los cultivos ni siquiera se ven. En otros, el agua se secó un poco más, pero las herramientas y maquinarias se hunden en el lodo. Se forman pantanos, surgen nuevas plagas y desaparece la capa fértil.

Los productores de Henderson señalaron que en esa región las napas subterráneas se acercan a la superficie. «Antes estaban a tres o cuatro metros y ahora, apenas cavando con la mano en zonas pantanosas, se llega a ellas», dijo Gasparini.

Esa agua subterránea vuelve aún más húmeda la superficie, lo que se potencia con las fuertes lluvias que, se prevé, persistirán al menos hasta diciembre.

Los productores de leche ya comenzaron a tirar la producción. «Una vaca que produce 20 o más litros por día debe ser ordeñada, porque sino se muere. Los productores están sacándoles la leche y la tiran porque no tienen cómo llegar hasta la ruta con esa producción», dijo Gasparini.

Algunos cruzan el agua a caballo hasta el camino, donde los espera un camión que no puede ingresar al campo. Y las rutas, construidas para facilitar el transporte de la producción, actúan en algunos casos como diques para el agua.

Los productores van y vienen con la carga a caballo sobre el agua, una imagen que recuerda formas de producción de principios del siglo XX, cuando Argentina era conocida como el granero del mundo. (FIN/IPS/mv/mj/dv/01

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