Los ataques aéreos de Estados Unidos y Gran Bretaña contra Afganistán pusieron en una situación delicada al vecino Pakistán, donde grupos radicales llamaron a la «guerra santa» islámica poco después de iniciados los bombardeos.
Cientos de paquistaníes salieron a las calles en varias ciudades desde la medianoche del domingo para protestar por las acciones militares contra las ciudades afganas de Kabul, Kandahar y Jalalabad.
Los ataques con bombas y misiles, iniciados el domingo poco después de las 9 pm hora local, constituyen una respuesta a los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, que dejaron más de 6.000 muertos.
Estados Unidos considera como principal sospechoso al extremista saudí Osama bin Laden, refugiado en Afganistán.
El gobierno de Pakistán, antiguo aliado del gobierno afgano del grupo fundamentalista Talibán, ofreció su cooperación a Washington para la campaña contra el terrorismo, pese a la oposición interna.
Las autoridades argumentan que hicieron todo lo posible para convencer a los talibanes de que entregaran a Bin Laden, pero este argumento no logró convencer a la oposición.
Partidos religiosos de derecha y organizaciones radicales islámicas llamaron el domingo a la guerra santa, mientras que grupos de estudiantes vinculados con esos partidos quemaron neumáticos en la calle.
Las protestas se extendieron este lunes a Peshawar, junto a la frontera con Afganistán, donde la policía utilizó gases lacrimógenos para dispersar a los manifestantes.
Esta rápida respuesta del público puede ser sólo una señal de lo que le espera al gobierno del general Pervez Musharraf por haberse vuelto contra el gobierno Talibán de Afganistán, su antiguo aliado, y dado su apoyo a Estados Unidos.
Musharraf trató de calmar los ánimos en un discurso televisado este lunes por la mañana. «Aunque hay algunos extremistas, la situación está controlada. Todo es normal en Pakistán», dijo.
Así mismo, señaló que la cooperación con Washington es lo mejor para «el interés nacional e internacional» y que esta posición cuenta con la aprobación de todo el mundo.
Fuentes de Pakistán dijeron que el espacio aéreo nacional fue utilizado para los ataques desde buques estadounidenses y británicos en el mar de Arabia.
Musharraf dijo haber recibido garantías de que los ataques contra Afganistán serían «cortos, focalizados y con escasos daños colaterales».
Agregó que, contrariamente a lo que se cree, los ataques no están dirigidos contra las ciudades ni el pueblo de Afganistán, sino contra la infraestructura terrorista de Bin Laden e instalaciones estratégicas.
Quince bombarderos, 25 cazas y 50 misiles crucero participaron en la primera ola de ataques, informaron funcionarios del Departamento de Defensa (Pentágono) de Estados Unidos. Submarinos británicos también lanzaron misiles crucero.
Informes iniciales señalaron que el aeropuerto de Kabul fue destruido, al igual que un centro de comando de Talibán en Kandahar. Autoridades afganas afirmaron que 20 civiles murieron en Kabul, pero el Pentágono aún no pudo confirmarlo.
El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, declaró el domingo desde la Casa Blanca que el objetivo de la operación consiste en poner fin al uso de Afganistán como base terrorista y destruir sus defensas.
Musharraf dijo este lunes que los ataques focalizados podrían durar apenas un día o dos, pero Bush dijo que los primeros bombardeos forman parte de una operación «sostenida, integral y sin tregua».
Cuanto más duren los ataques, más presión deberá sufrir el gobierno pakistaní, advirtieron analistas.
Si la campaña militar se limita a capturar a Bin Laden y destruir su red terrorista Al-Qaeda (La base), la situación podría ser más fácil para Islamabad, opinó Irhsad Haddani, director de un periódico nacional.
Pero si el objetivo es el movimiento fundamentalista Talibán, el conflicto de Afganistán podría transformarse «en una guerra de guerrillas contraria a los intereses de Pakistán», previno.
Cuanto más se prolongue la guerra, más dura será la reacción de los fundamentalistas, advirtieron expertos.
«Es el deber de todo musulmán apoyar a sus hermanos de fe en este momento crítico», declaró Riaz Durrani, portavoz del Consejo para la Defensa de Afganistán y Pakistán, una coalición de 22 partidos religiosos.
El Consejo llamó a la «jihad» o «guerra santa» para apoyar a Talibán «física y moralmente» contra Estados Unidos.
Otros grupos religiosos consideraron los ataques contra Afganistán un «acto cobarde» contra el Islam.
«Los ataques de anoche contra Afganistán fueron un acto de cobardía y una señal de depravación moral», dijo Qazi Hussain Ahmed, jefe de Jamaat-i- Islami, que apoyó activamente la jihad afgana contra los invasores soviéticos, en los años 80.
Ahmed advirtió a Estados Unidos que se prepare para las consecuencias de sus acciones y exhortó a Islamabad a convocar una reunión de emergencia de la Organización de la Conferencia Islámica, que tiene prevista una reunión esta semana en Qatar.
El opositor más radical de la cooperación paquistaní con Estados Unidos ha sido hasta ahora Maulana Fazlur Rehman, líder de Jamiat Ulama Islam, que fue puesto bajo arresto domiciliario el domingo en la Provincia de la Frontera Noroccidental, limítrofe con Afganistán. Trascendió que fue liberado por la noche.
En un esfuerzo por prevenir reacciones extremistas, el gobierno también ordenó la detención de otro líder religioso, Maulana Samiul Haq, quien encabeza su propia facción de Jamiat Ulama Islam. (FIN/IPS/tra-en/mh-ni/js/mlm/ip/01)
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