El petróleo, que fue factor fundamental en la guerra del Golfo de 1991, impregna el conflicto en cierne entre una coalición internacional contra el terrorismo y Afganistán, aseguraron analistas indios.
«Su influencia y presencia militar en Afganistán y en los estados de Asia central serían un gran logro estratégico para Estados Unidos, así como lo es en los países petroleros del Golfo», sostuvo el general retirado V.R. Raghavan, un analista de estrategia de India.
Raghavan cree que la posibilidad de una presencia militar occidental desde Turquía hasta Tajikistán no escapa a los estrategas estadounidenses que preparan la campaña militar contra Afganistán.
El gobierno afgano del movimiento fundamentalista islámico Talibán protege al extremista saudí Osama bin Laden, considerado por Estados Unidos el principal sospechoso de los atentados cometidos en Nueva York y Washington el 11 de septiembre, que dejaron más de 6.000 muertos.
Si alguna vez el «gran juego» en Afganistán fue un asunto de zares y comisarios que buscaban acceso a los puertos del Golfo, hoy se trata de tender oleoductos y gasoductos hacia las inexplotadas reservas minerales de Asia central, sostienen observadores.
Azerbaiján, Kazajistán, Turkmenistán y Uzbekistán poseen en conjunto reservas probadas de 15.000 millones de barriles de petróleo, según afirmó el gabinete de estrategia Heritage Foundation en marzo de 1999 ante la Cámara de Representantes de Estados Unidos.
Esos cuatro países también tienen al menos nueve billones (millones de millones) de metros cúbicos en reservas probadas de gas natural.
Otro estudio del Instituto de Estudios Afganos estimó las reservas totales de petróleo y gas en las repúblicas ex soviéticas de Asia central en tres billones de dólares, a precios del año pasado.
Afganistán no sólo puede jugar un papel clave como pasaje de oleoductos y gasoductos entre Asia central y mercados internacionales, sino que también posee él mismo significativas reservas.
Durante la ocupación soviética de Afganistán, en los años 80, Moscú estimó las reservas probadas y probables de gas natural de ese país en unos cinco billones de pies cúbicos. La producción había alcanzado 275 millones de pies cúbicos diarios a mediados de los años 70.
Pero los sabotajes primero de los mujaidines (combatientes islámicos) contra los soviéticos, y luego de grupos rivales en la guerra civil que siguió a la retirada soviética, en 1989, casi paralizaron la producción de gas.
Jorqaduq, Jowaja, Gogerdak y Yatimtaq son los principales yacimientos de gas natural que aguardan su explotación. Todos ellos están situados a menos de nueve kilómetros de la localidad de Sheberghan, en la norteña provincia de Jowzjan.
La producción y distribución de gas natural bajo el gobierno de los talibanes es responsabilidad de la Empresa Afgana de Gas, que en 1999 comenzó a reparar el gasoducto hacia la ciudad de Mazar-i- Sharif.
Los soviéticos estimaron las reservas probadas y probables de petróleo afgano en 95 millones de barriles.
Hasta ahora, los intentos por explotar las reservas de Afganistán o aprovechar su estratégica ubicación geográfica como pasaje a mercados de Europa y Asia meridional fueron frustrados por las continuas guerras civiles.
La empresa californiana Unocal, que tenía 46,5 por ciento de las acciones en Central Asia Gas (CentGas), un consorcio que planeaba construir un gasoducto a través de Afganistán, se retiró en 1998 luego de años de infructíferos esfuerzos.
El gasoducto debía extenderse 1.271 kilómetros desde los yacimientos de Dauletabad, en Turkmenistán, hasta Multán, en Pakistán, a un costo estimado de 1.900 millones de dólares. Con otros 600 millones de dólares, se lo podría haber llevado hasta India, un país muy necesitado de energía.
Expertos en energía de India como R.K. Pachauri, director del Instituto Tata de Investigaciones sobre Energía, urgen desde hace tiempo a los planificadores nacionales para asegurar el acceso a productos petrolíferos de las repúblicas de Asia central, con las que Nueva Delhi ha mantenido tradicionalmente buenas relaciones.
Otros socios de CentGas son Delta Oil Company de Arabia Saudita, el gobierno de Turkmenistán, Indonesia Petroleum, la japonesa Itochu, la surcoreana Hyundai y el Crescent Group, de Pakistán.
Uno de los problemas del consorcio fue la incertidumbre sobre quiénes serían los beneficiarios en Afganistán: los gobernantes talibanes, la opositora Alianza del Norte, el pueblo afgano, o ninguno de ellos.
Pero la razón decisiva para el retiro de Unocal fue sin duda el bombardeo con misiles estadounidenses de los campos de entrenamiento de terroristas de Osama bin Laden, en agosto de 1998, en represalia por los atentados contra las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania.
Unocal declaró entonces que el proyecto debería esperar hasta que Afganistán alcanzara «la paz y estabilidad necesarias para obtener fondos de agencias internacionales y un gobierno reconocido por Estados Unidos y las Naciones Unidas».
La coalición internacional contra el terrorismo que el presidente estadounidense George W. Bush está formando ahora constituye la primera oportunidad de concreción de ese deseo de Unocal.
Si la coalición tiene éxito, podría «reconfigurar la industria de la energía en el siglo XXI», opinó Raghavan. (FIN/IPS/tra-en/rdr/js/mlm/ip-en/01