Comenzar la guerra contra Afganistán, un país desgarrado por el fundamentalismo y el tribalismo, fue relativamente fácil para Estados Unidos, pero la instalación de un nuevo gobierno afgano viable será mucho más compleja, y Washington no tiene planes claros en la materia, según especialistas.
El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, enfatizó que entre sus prioridades en Afganistán no figuran la integración nacional ni la arquitectura política. Se trata del mismo enfoque que condujo a una década de salvajismo y guerra civil entre facciones afganas que habían luchado contra la ocupación soviética (1979-1989), comentaron algunos expertos.
Washington apoyó aquella resistencia, pero dejó de intervenir tras la retirada del ejército soviético, en vez de apoyar esfuerzos de reconstrucción e integración nacional, como lo hizo con éxito en Europa y Japón luego del fin de la Segunda Guerra Mundial.
El resultado fue que «los afganos se volvieron unos contra otros», señaló Shahid Javed Burki, ex ministro de Finanzas de Pakistán y ex vicepresidente del Banco Mundial.
En esta ocasión, los recursos de Estados Unidos y de sus aliados deberían ser empleados «con mayor inteligencia», opinó.
El gobernante militar de Pakistán, Pervez Musharraf, dijo a periodistas el lunes que su principal preocupación actual es que el próximo gobierno afgano tenga una actitud amistosa hacia su país.
Musharraf afirmó que había transmitido a Bush y al primer ministro de Gran Bretaña, Tony Blair, su opinión de que «no debe permitirse» que la acción militar en curso contra el movimiento Talibán, que controla la mayor parte de Afganistán, sea aprovechada por la Alianza del Norte, el principal adversario afgano de ese movimiento, que controla la región nororiental afgana.
La Alianza del Norte ha combatido al Talibán durante años, con apoyo encubierto del gobierno de India, y reivindica como gobernante de Afganistán al ex presidente afgano, Burhanuddin Rabbani, expulsado de Kabul en 1996 por el Talibán, pero aún titular de la representación de Afganistán en la Organización de las Naciones Unidas.
Nueva Delhi espera que la actual situación le permita recuperar influencia sobre Afganistán.
El jefe militar de la Alianza del Norte, Ahmad Shah Masood, fue asesinado el 9 de septiembre, dos días antes de los ataques terroristas en Nueva York y Washington, y su muerte fue un duro golpe para los intereses de Nueva Delhi.
Moscú permite que la Alianza del Norte utilice helicópteros de combate rusos con base en la república ex soviética de Tajikistán, fronteriza con Afganistán, y parece claro que presionará a Estados Unidos para que sus protegidos no sean excluidos de un gobierno afgano posterior a la derrota del Talibán.
El gobierno de Irán, vecino occidental de Afganistán, es hostil al Talibán y apoya a la Alianza del Norte, en especial a sus integrantes de la etnia hazara, que comparten la orientación musulmana chiíta de Teherán..
La minoritaria rama chiíta del Islam ha estado durante siglos en conflicto con la sunnita, predominante en Pakistán y entre los patanes, la mayor etnia afgana y también mayoritaria entre los integrantes del Talibán.
En la Alianza del Norte predominan las etnias tajik y uzbeka.
En los primeros días posteriores a los ataques del 11 de septiembre, Teherán expresó apoyo a la campaña antiterrorista internacional convocada por Estados Unidos, pero expresó renuencia a apoyar esa campaña cuando se hizo evidente que Pakistán desempeñaría un papel estratégico en la misma, y ha condenado los bombardeos contra Afganistán que comenzaron el domingo.
La Alianza del Norte»debe ser mantenida a raya para evitar un nuevo período de anarquía», pero recibe apoyo militar de «países que conocemos», indicó.
Muchos gobiernos piensan que la mejor solución para Afganistán sería articular un gobierno con base social amplia y multiétnica.
Un portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de India afirmó el lunes es deseable reemplazar al Talibán mediante un acuerdo que incluya «a todos los elementos de la sociedad afgana».
«Sea cual fuere el relevo (del Talibán), debe tener amplia base y ser multiétnico, para tener en cuenta la composición demográfica de Afganistán», sostuvo el mismo día Musharraf.
Pakistán no se opone a que retome el poder el exiliado rey afgano Zahir Shah, derrocado en 1973 e integrante de la etnia patán, pese a que su gobierno mantuvo disputas fronterizas con Islamabad, aseguró.
Afganistán reclamó en esa época, con apoyo de India, un área ubicada entre la actual frontera y el río Indus, llamada Patanistán y con mayoría de población patana.
La cuestión más notoria entre las relacionadas con el futuro de Afganistán es la disputa entre Pakistán e India por el territorio de Cachemira, que se ha mantenido durante más de medio siglo.
Nueva Delhi ha enfatizado en las últimas semanas que Islamabad apoya en Cachemira a organizaciones terroristas islámicas como la que presuntamente organizó los atentados del 11 de septiembre, entre ellas Jaish-e- Mohammed, a cuyos integrantes Musharraf volvió a llamar el lunes «combatientes por la libertad con una noble causa».
Sin embargo, el presidente pakistaní condenó un atentado suicida cometido por Jaish-e-Mohammed la semana pasada en Srinagar, capital de la parte india de Cachemira, que causó la muerte de por lo menos 39 personas y heridas a otros cientos.
El primer ministro de India, Atal Bihari Vajpayee pidió a Estados Unidos tras ese atentado que incluyera a Jaish-e-Mohammed entre los objetivos de su campaña antiterrorista.
Peter Tomsen, ex enviado especial estadounidense ante las guerrillas afganas de las cuales surgió el Talibán, señaló la interconexión entre esas organizaciones y los insurgentes cachemiros, en un documento titulado «Geopolítica de una solución para Afganistán, dado a conocer a comienzos de este año.
Cualquier solución de la cuestión afgana debe atravesar el anillo interior del conflicto en ese país, y el exterior de las naciones que maniobran para obtener influencia sobre el gobierno afgano, indicó.
El profundo involucramiento de Islamabad en la resistencia contra la Unión Soviética y tras ella se debió al interés pakistaní en lograr respaldo para su conflicto con India, añadió. (FIN/IPS/tra- eng/rdr/js/mp/ip/01)