Novi Pazar, una ciudad 300 kilómetros al sur de Belgrado, es un oasis de prosperidad y tolerancia en la república yugoslava de Serbia, donde se propagó el odio étnico durante el régimen de Slobodan Milosevic.
La ciudad, situada a pocos kilómetros de Kosovo, recibió a cientos de refugiados serbios, musulmanes y gitanos durante la represión contra esa provincia meridional por parte de las fuerzas de Milosevic, en 1999.
Milosevic, desplazado del poder el año pasado, fue entregado al tribunal internacional que la Organización de las Naciones Unidas instaló en La Haya, Holanda, para juzgar los crímenes en las guerras de Yugoslavia.
Novi Pazar tiene 70.000 habitantes, de los cuales 75 por ciento son musulmanes bosnios, 20 por ciento son serbios y el resto, montenegrinos, gitanos, turcos y macedonios, entre otras minorías.
Es la capital de Sandzak, una región compartida por Serbia y Montenegro, los dos países que integran Yugoslavia.
Al menos 20.000 personas trabajan en las más de 500 fábricas que producen ropa de marca y la misma cantidad vende los productos en las 2.300 tiendas y dos mercados al aire libre de Novi Pazar.
Las fábricas hacen copias de prendas de Levi's, Calvin Klein, Armani, Paul Shark, Lacoste, Fila, Elesse, Nike y otras marcas internacionales.
Los artículos cuestan sólo 20 por ciento de lo cobrado por productos similares en los países occidentales. «Después de todos los regímenes (de gobierno que hemos tenido) sólo nos queda hacer lo que sabemos mejor, comerciar y hacer dinero», dijo Nagib Kameniscanin, un comerciante.
Las fábricas trabajan cinco días a la semana, mientras que los comercios y los mercados no tienen días libres.
«Sería una pérdida de dinero cerrar durante el fin de semana. Es entonces cuando comerciantes de toda la región vienen aquí y compran nuestros productos», dijo Safet Krlic, propietario de la fábrica Kasaba Jeans.
«Algunas fábricas tienen sólo 15 empleados, pero otras emplean a 300 personas», agregó Krlic. «El salario promedio son 217 dólares mensuales, muy buen dinero aquí», agregó. El salario mensual promedio en el resto de Serbia es de unos 70 dólares.
Cientos de vehículos de toda Serbia y Montenegro llenan las calles de Novi Pazar los fines de semana, convirtiendo a la ciudad en un gran mercado mayorista de la región.
Sandzak tiene 440.000 habitantes, 60 por ciento de ellos musulmanes eslavos que se llaman a sí mismos bosnios y están relacionados con los musulmanes de Bosnia-Herzegovina. Comparten el mismo idioma con sus vecinos, los serbios ortodoxos.
Todos se dedican a la confección de prendas de vestir y al comercio. «Es nuestra sangre. Prácticamente no hay nada más que podamos hacer», dijo Velimir Stojanovic, propietario serbio de una tienda.
La tradición de comercio se remonta a 1455, cuando Novi Pazar se convirtió en una escala importante de las rutas de caravanas del imperio Otomano.
Siglos de dominio turco fomentaron el comercio local. La tradición sobrevivió durante el régimen comunista que asumió el poder en 1945.
Yugoslavia recibió importantes inversiones en la pequeña y mediana industria textil a principios de los años 70, lo cual la ayudó a sobrevivir económicamente durante las guerras de desintegración de los años 90, el aislamiento internacional y los bombardeos aéreos contra Serbia de parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en 1999.
«El comercio siempre halla su curso. No conoce las fronteras», comentó Kameniscanin.
Con excepción del centro antiguo con su arquitectura típicamente turca y con mezquitas e iglesias, bosnios y serbios construyen viviendas nuevas y grandes en las afueras de la ciudad.
De lograrse la estabilidad en los Balcanes se podría restablecer el comercio con las antiguas repúblicas yugoslavas de Croacia, Bosnia o Eslovenia, según empresarios locales.
Narcisa, de 23 años, vende buzos y camisetas en un puesto del mercado de Novi Pazar, es propietaria de un automóvil y comenzó a construir una casa con su novio, Nermin.
«El negocio es estable, los salarios son buenos. No debemos permitir que más guerras o derramamiento de sangre destruyan todo lo que tenemos», opinó. (FIN/IPS/tra-en/vpz/mn/aq/ip/01