VENEZUELA: La muerte del último dictador

La muerte hoy en Madrid del último dictador de Venezuela, el general Marcos Pérez Jiménez (1948-1958) determinó muestras de aprecio por su régimen entre representantes del actual gobierno, también encabezado por un militar.

El embajador de Venezuela en España, Raúl Salazar, militar en retiro y primer ministro de Defensa del gobierno de Hugo Chávez, dijo que se organizarán exequias con honores correspondientes a su condición de general retirado.

«Cualquier cosa que se diga de él debe incluir las obras que dejó y las que dejó proyectadas», dijo Salazar, en una expresión que insinúa las simpatías del estamento castrense por los componentes nacionalistas del régimen de Pérez Jiménez.

La generación del presidente Chávez y sus ideas no se emparentan con Pérez Jiménez y con lo que representó su figura, si bien algunos oficiales seguidores del presidente son considerados de derecha nacionalista al igual que el ex dictador. Otros, en cambio, siguen viejas proposiciones de izquierda.

Chávez es un teniente coronel del ejército, retirado tras encabezar en 1992 una asonada golpista por la que estuvo preso dos años. Después, convertido en político, ganó las elecciones de 1998 a la cabeza de una heterogénea coalición nacionalista.

Desde que asumió el poder en febrero de 1999, Chávez lanzó un programa de cambios políticos macerado en los cuarteles junto con sus compañeros de conspiración. Militares activos y retirados ocupan numerosos cargos de gobierno y las fuerzas armadas se involucran en tareas civiles de desarrollo.

Pérez Jiménez murió en su autoexilio dorado, dedicado a cuestiones mercantiles y a cultivar su afición por la astronomía y la historia. El ex dictador había tenido una breve gravitación en la política venezolana entre 1968 y 1973, luego de ser derrocado en 1958, y tras purgar cinco años de cárcel.

La madrugada de este jueves, a los 87 años, Pérez Jiménez falleció de un paro respiratorio, informaron sus hijas en Madrid. Era un hombre de baja estatura, desde joven con sobrepeso y gafas, que había nacido el 24 de abril de 1914 en Michelena, pequeño pueblo andino del suroeste venezolano, cerca de Colombia.

Fue un cadete brillante que estudió en la Escuela de Chorrillos, Perú, en los años 30. Ya oficial de artillería en Venezuela, organizó una logia militar que en 1945 se alió con el líder del naciente partido socialdemócrata Acción Democrática, Rómulo Betancourt, para ejecutar un exitoso golpe de Estado.

La junta cívico-militar constituida en 1945 dio paso en 1948 a un gobierno electo, con el novelista Rómulo Gallegos como presidente, pero, al cabo de nueve meses, un grupo de teniente- coroneles encabezados por Pérez Jiménez produjo un nuevo golpe.

Los partidos políticos y los sindicatos opositores fueron proscriptos, y se efectuaron algunos comicios amañados para favorecer al dictador. Con tesis cercanas al desarrollismo, Pérez Jiménez ejecutó una intensa campaña de obras públicas en infraestructura, servicios, urbanización e industrialización.

Propició la modernización de las fuerzas armadas y la creación de bastiones industriales e incluso de una central de energía nuclear.

En escritos y declaraciones, muchos años después, Pérez Jiménez siempre alentó comparaciones entre la eficacia y el bienestar de la población durante su mandato con los de la democracia.

En lo internacional, Pérez Jiménez se sumó al cinturón de dictaduras anticomunistas entonces amparadas por el presidente estadounidense Dwight Eisenhower y su secretario de Estado, John Foster Dulles.

Eran los tiempos de Manuel Odría en Perú, Juan Domingo Perón en Argentina, Gustavo Rojas Pinilla en Colombia, Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana, Fulgencio Batista en Cuba y Alfredo Stroessner en Paraguay.

El 23 de enero de 1958 se cristalizó un levantamiento cívico- militar que derrocó a Pérez Jiménez y organizó elecciones, ganadas por Betancourt, quien luego logró la extradición del ex dictador desde Estados Unidos. La condición de Washington fue que sólo se le juzgase por peculado de fondos públicos.

Casi cuando salía de la cárcel tras cumplir una condena de más de cinco años, un movimiento político pérezjimenista avanzó en las barriadas pobres de Caracas y de otras ciudades, obtuvo más de 10 por ciento de votos en las elecciones de 1968 y se hizo con una buena bancada parlamentaria.

Preocupados porque Pérez Jiménez fuese un aspirante a la Presidencia con posibilidades de triunfo, como fue el caso de Rojas Pinilla en Colombia en 1970, los partidos mayoritarios socialdemócrata y socialcristiano modificaron la Constitución para impedir su candidatura.

En los comicios de 1973 fracasaron los intentos de traspasar los votos de Pérez Jiménez a otros aspirantes. El pérezjimenismo desapareció en medio de la bonanza petrolera de aquellos años y el ex dictador se entregó por completo a sus actividades privadas, radicándose en una lujosa mansión en Madrid.

Nunca más pudo volver, porque la justicia venezolana comenzó a procesarle como supuesto autor intelectual del asesinato de un teniente opositor en 1954. Pérez Jiménez se negó tanto a dar la posibilidad a las autoridades de ser encarcelado como a pedir un indulto u otra clase de perdón.

Chávez desató una polvareda en enero de 1999 cuando anunció su disposición a invitar al anciano general a su investidura, lo que se interpretó como una señal de unidad entre los militares y como un gesto para atenuar las críticas y temores que despertaban entonces sus inclinaciones hacia la izquierda política.

Pérez Jiménez mostró interés en visitar Venezuela, pero la prescripción de la causa en su contra llegó después que el ex mandatario sufrió un accidente cerebrovascular en Madrid. Desde hace una semana estaba inconsciente.

«Siempre quiso regresar. Venezuela fue siempre el primero de sus amores, y cualquier cosa mala en el país era motivo de su preocupación», dijo este jueves su hija Flor Pérez, al anunciar que la familia incinerará el cadáver y estudiará llevar sus cenizas al país.

Mientras, un político socialista moderado, Enrique Ochoa, admitió el perdón al fallecido pero no la exaltación de su figura. «Pérez Jiménez no sólo fue un dictador que conculcó libertades y violó derechos humanos sino, además, un gran corrupto», dijo. (FIN/IPS/jz/mj/ip/01

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