TRABAJO-JAPON: Hombres maduros sufren los cambios

Work Net, una de las numerosas agencias de contratación de personal de Japón, está inundada de solicitudes de empleo, la mayoría de hombres de mediana edad.

«Ya tenemos más de 150 clientes, la mayoría de ellos hombres maduros que fueron despedidos o están a punto de perder su empleo», informó Shitomu Takahashi, propietario de Work Net, una pequeña agencia.

El desempleo llegó a un récord de cinco por ciento en julio, y se prevé que aumentará a medida que más empresas realicen despidos en medio de drásticas reestructuraciones.

Los más afectados son los hombres de 45 a 60 años, muchos de los cuales han trabajado toda su vida en la misma compañía.

«Este grupo es el que tiene menos posibilidades de encontrar una nueva ocupación», explicó Takahashi, un ex empleado que renunció a su trabajo para fundar su agencia.

Los ejecutivos de mandos medios no pueden hacer frente a las nuevas demandas del cambiante mercado de trabajo, agregó.

Más de 800.000 trabajadores, 80 por ciento de ellos hombres de mediana edad, están desempleados desde hace más de un año, informó el Ministerio de Trabajo.

La explicación puede encontrarse en parte en una declaración de Kunio Nakamura, presidente de Matsushita Electric Industrial, quien dijo que su empresa no necesita empleados de mediana edad porque su adaptación a la nueva tecnología de la información es muy lenta.

El comentario de Nakamura, que acaparó titulares, sorprendió al público, por proceder de una empresa que ha sido pionera en la cultura del empleo vitalicio. Matsushita fue elogiada cuando se negó a despedir trabajadores durante la gran depresión de Japón, en la década de 1920.

El empleo vitalicio, que aseguraba a los trabajadores su puesto en una misma compañía hasta la jubilación, fue considerado la espina dorsal de la rápida recuperación económica de Japón luego de la segunda guerra mundial. Pero la competencia internacional y una prolongada recesión económica cambiaron la situación.

Takahashi se concentra en ayudar a los trabajadores mayores a sobrellevar la angustia de sentirse repentinamente rechazados, de no tener trabajo ni el sentimiento de dignidad inherente que éste proporciona.

«Se sienten solos y desesperados. Paso mucho tiempo enseñándoles cómo hacer frente al cambio. Estaban habituados a la lealtad a su empresa y la adaptación a lo que ahora es más necesario, las habilidades individuales, no resulta fácil para muchos de ellos», dijo.

Como primer paso hacia la independencia, Takahashi enseña a sus clientes a redactar sus currículos. «Nunca habían tenido que hacerlo, porque siempre trabajaron en la misma compañía. Esto es algo totalmente nuevo para ellos», explicó.

Además, los empleados son estimulados a buscar agresivamente su propio empleo, en contraste con el viejo sistema en que las empresas los contrataban incluso antes de graduarse.

Takahashi también estimula a los trabajadores de mediana edad a hacer algo sin precedentes: escribir el tipo de trabajo y el salario que pretenden.

«Quiero que descubran sus propias necesidades y encuentren el empleo en que se sientan más cómodo, porque es la única manera de sobrevivir en el nuevo mercado de trabajo», dijo.

El nuevo mercado es testigo de grandes cambios en una sociedad que se esfuerza por preservar el espíritu de grupo y rechazar el individualismo.

Ken Sato, un empleado de una empresa de seguros, dejó su empleo de 25 años de antigüedad en agosto para inaugurar un restaurante junto con un amigo.

«Ahora soy feliz. De pronto me doy cuenta de lo oprimido que debía sentirme en mi antigua empresa, donde simplemente trabajaba duro y hacía lo que me decían», dijo Sato, de 56 años.

Sato estimula a su hijo a emplearse en una compañía extranjera. «Ningún trabajo en una compañía japonesa es seguro ya», sentenció.

El cambio de actitud también es evidente en los jóvenes. «Dejé mi antigua compañía con un poco de lástima», contó Hiroshi Date, de 29 años, quien trabajaba en un hogar para ancianos.

En abril, Date fundó Kaigo Care, una empresa dedicada al cuidado de ancianos, junto con cuatro compañeros de la universidad.

«No quiero vivir como mi padre, que trabajaba 12 horas al día en una empresa a cambio de un salario seguro. Esto no es para mí. Quiero sentir que me puedo hacer cargo de mi propia vida», manifestó. (FIN/IPS/tra-en/sk/ral/js/mlm/lb/01

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