Pakistán y Estados Unidos tratan de amortiguar sus primeras discrepancias en la coalición antiterrorista formada tras los atentados en Nueva York y Washington del día 11.
El principal objetivo de la coalición es capturar al extremista saudita Osama bin Laden, a quien Estados Unidos considera el principal sospechoso de los ataques terroristas y que reside en Afganistán desde 1996 como huésped del gobernante movimiento Talibán.
Pero se insinúan intereses contrapuestos de Islamabad y Washington en relación con el futuro de Afganistán una vez alcanzado ese objetivo.
La cuestión más polémica es qué gobierno se implantaría en Afganistán si el Talibán es derrocado en el marco de una ofensiva militar liderada por Estados Unidos, y ese asunto se relaciona con discrepancias sobre el papel que debe desempeñar la afgana Alianza del Norte, que combate desde hace años contra el Talibán.
«No debemos cometer el error de imponer un gobierno al pueblo afgano», advirtió el martes el ministro de Relaciones Exteriores pakistaní, Abdul Sattar, en una conferencia de prensa realizada en Islamabad junto con una delegación de altos representantes de la Unión Europea (UE).
«Tememos que el apoyo de potencias extranjeras a un bando u otro en Afganistán conduzca a un gran desastre para el pueblo de ese país», agregó.
La delegación de la UE fue enviada para expresar solidaridad con Pakistán, luego de que el país ofreciera a Estados Unidos pleno apoyo a la lucha antiterrorista, y aseguró al gobierno pakistaní que el bloque europeo no vincula esa lucha con el derrocamiento del Talibán.
Islamabad ha intentado sin éxito convencer al Talibán de que entregue a Bin Laden, primero mediante una delegación política, y este viernes mediante una delegación de religiosos.
La advertencia de Sattar siguió a indicios de un encubierto acercamiento de Washington a la Alianza del Norte, que podría implicar un acuerdo sobre el futuro político de Afganistán tras la caída del régimen Talibán.
El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, había pedido «cooperación de ciudadanos afganos que estén cansados del Talibán», aunque añadió que su país no asigna prioridad a asuntos políticos sino a «la justicia».
La asesora de Seguridad Nacional de Bush, Condoleeza Rice, había declarado a canales de telvisión que los afganos «estarían mejor» sin el Talibán.
Tras las declaraciones de Sattar, el secretario de prensa de la Casa Blanca, Ari Fleischer, se apresuró a decir que la campaña estadounidense contra el terrorismo «no fue planeada para sustituir a un régimen por otro».
La política regional de Islamabad apunta desde hace años a mantener relaciones amistosas con Afganistán, para contar con un aliado musulmán contra India, con la cual está en conflicto desde hace medio siglo.
Pakistán es en la actualidad el único país que reconoce al Talibán como gobierno afgano. Arabia Saudita y Emiratos Arabes Unidos también mantenían relaciones diplomáticas con el Talibán, pero las interrumpieron tras los atentados del día 11.
Islamabad aspira a que el Talibán no sea derrocado, y rechaza la participación en la coalición antiterrorista de la Alianza del Norte, ya que es poco probable que ese grupo mantenga relaciones amistosas con Pakistán, aliado de sus rivales, si llega a gobernar Afganistán.
En la actualidad hay 2,2 millones de afganos refugiados en el país, y el gobierno teme que ese número aumente mucho si se producen ataques militares indiscriminados contra Afganistán.
Además, la situación interna pakistaní podría ser desestabilizada por esos ataques, debido a fuertes vínculos entre el Talibán y grupos religiosos y políticos locales, o incluso a represalias del Talibán contra Islamabad por apoyar a Washington.
El problema para el gobierno pakistaní es que su punto de vista sobre la cuestión afgana no es compartida por otros actores clave en la región. Turquía y Rusia, por ejemplo, han hecho público su apoyo a la Alianza del Norte, y es poco porbable que ese apoyo se limite a declaraciones.
Moscú y repúblicas ex soviéticas cercanas a Afganistán comparten con China la preocupación por el peligro de grupos «extremistas islámicos» a los cuales consideran apoyados y entrenados por el Talibán.
Expertos chinos en Inteligencia y combate al terrorismo se reunieron el martes en Washington con sus pares estadounidenses, para compartir información sobre el Talibán.
El gobierno iraní sostiene que «no está con los estadounidenses ni con los terroristas», pero todo indica que no derramaría ni una lágrima si es derrocado el Talibán, representante de una corriente de pensamiento islámico antagónica con la de Teherán.
El gobernante militar de Pakistán, Pervez Musharraf, acusó la semana pasada a India de organizar en la república ex soviética de Tajikistán un encuentro con representantes de ese país, de Irán, de Rusia y de Uzbekistán, para discutir planes contra el Talibán y en apoyo a la Alianza del Norte.
En la actualidad hay indicios de que Washington realiza maniobras encubiertas para debilitar al Talibán mediante el estímulo a la deserción de sus comandantes.
Por otra parte, el gobierno de Estados Unidos ha realizado contactos con el ex rey afgano, Zahir Shah, exiliado en Roma desde su derrocamiento en 1973. (FIN/IPS/tra-eng/mh/ral/mp/ip/01