Cuatro muertos y varios heridos fue el saldo de multitudinarias manifestaciones en varias ciudades paquistaníes contra la cooperación del gobierno con la campaña antiterrorista de Estados Unidos.
Las cuatro víctimas se contaron en la meridional ciudad de Karachi, donde la policía reprimió con dureza a los manifestantes, que arrojaban piedras a los automóviles en marcha.
Mientras, el embajador de Afganistán en Pakistán, mulá Abdus Salam Zaeef, confirmó que el saudita Osama bin Laden no será entregado a Estados Unidos, que lo reclama como principal sospechoso de los atentados de la semana pasada en Nueva York y Washington.
«Cualquier ataque sobre Afganistán será considerado una guerra entre musulmanes e infieles», advirtió el muftí (jefe religioso) de Karachi, Nizamuddin Shamzai.
En la septentrional ciudad de Peshawar, cercana a la frontera afgana, los manifestantes quemaron imágenes del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, y prometieron luchar contra cualquier agresión externa.
Las protestas se produjeron en el marco de una huelga general convocada por el Consejo para la Defensa de Afganistán y Pakistán, que está integrado por 25 partidos y por militantes islámicos.
El Consejo rechazó la decisión del gobierno del general Pervez Musharraf de apoyar la campaña estadounidense contra Afganistán y amenaza con una guerra civil si las autoridades no modifican su política.
Los organizadores de la huelga lograron adhesión en grandes y pequeñas ciudades, exhibiendo capacidad para movilizar rápidamente a un sector de la ciudadanía, según la prensa.
La mayoría de los comercios permanecieron clausurados, si bien las autoridades observaron que buena parte de los mismos cierran los viernes, día sagrado para los musulmanes.
Aunque los manifestantes expresaron algún apoyo y simpatía por el Talibán, el movimiento fundamentalista que gobierna Afganistán, prevaleció en la jornada la demostración de sentimientos antiestadounidenses.
Los líderes religiosos afirmaron que la huelga fue una poderosa réplica a la afirmación de Musharraf de que es reducida la oposición al acuerdo del gobierno con Estados Unidos.
«El gobierno militar debe darse cuenta de que no somos minoría. La huelga demostró que la mayoría de la población se opone a cualquier cooperación con Estados Unidos», dijo Hafiz Hussain Ahmed, del partido Jamaat Ulema Islam, cercano al Talibán.
Simultáneamente, el embajador afgano Salam Zaeef aseguró en conferencia de prensa en Islamabad que su gobierno no reaccionará ante ninguna presión para entregar a Bin Laden.
«Eso no es posible y no hay cambios en nuestra posición sobre la entrega de Osama», dijo Zaeef, horas después que Bush reiterara el reclamo, en un discurso ante el Congreso de Estados Unidos.
«La entrega de Osama a Estados Unidos o su expulsión de Afganistán serían una deshonra al Islam y a la sharia» (ley islámica), sostuvo el embajador.
Toda agresión contra Afganistán llevará al Talibán a declarar una jihad (guerra santa) contra Estados Unidos. «El Islam obliga a todos los musulmanes a una guerra santa ante la posibilidad de un ataque de infieles contra un estado musulmán», señaló Zaeef.
Otros partidos paquistaníes, como Jamaat-i-Islami, instaron a Washington a la moderación. «No se debería tomar ninguna acción sin evidencias de la participación de Osama y Talibán en el terrorismo», advirtió Hussain Ahmed, presidente de Jamaat.
Por otra parte, el gobierno pakistaní ha dado pocas explicaciones sobre el alcance de su colaboración con Washington.
«Estados Unidos no obtendrá todo, pero puede esperar apoyo de Pakistán en cuestiones básicas», aseguró este viernes un diario de Islamabad citando fuentes gubernamentales.
El general retirado Alí Quli Khan, ex jefe del ejército, advirtió que los militares no guardan aprecio a Estados Unidos, que en 1998 impuso sanciones a Pakistán por sus pruebas nucleares.
Muchos pakistaníes sostienen que Washington siempre utilizó a este país en defensa de sus intereses en la región, como ocurrió durante la guerra contra la ocupación soviética de Afganistán (1979-1989).
Los sermones del viernes en las mezquitas se refirieron a las «traiciones» de Estados Unidos en el pasado, si bien la mayoría de los clérigos que conducían la oración, sobre todo en Islamabad, aceptaron el pedido del gobierno de evitar declaraciones que pudieran incitar a la violencia.
«No debemos participar en ningún derramamiento de sangre en Afganistán para calmar a los estadounidenses. Ellos nunca nos ayudaron cuando los necesitamos y nosotros no tenemos que ayudarlos ahora», clamó un clérigo en una mezquita de la capital. (FIN/IPS/tra-eng/mr/js/dc-ff/ip/01