PAKISTAN: Apoyo a EEUU implica graves riesgos y una oportunidad

El gobierno de Pakistán afrontará graves riesgos si apoya un ataque de Estados Unidos contra Afganistán para vengar los atentados sufridos por Nueva York y Washington.

Islamabad se ha comprometido a cooperar en la lucha antiterrorista, y envió este lunes una delegación de alto nivel a Afganistán para abogar por la posición estadounidense.

Altos funcionarios paquistaníes se reunieron con el mulá Mohammed Omar, líder supremo del movimiento Talibán, que controla la mayor parte de ese país, a quien pidieron que entregue al extremista saudita Osama bin Laden, considerado por Washington «principal sospechoso» de los ataques terroristas.

Talibán tiene 72 horas para entregar a Bin Laden o afrontar una represalia militar estadounidense, enfatizaron.

El domingo, Bin Laden negó en un comunicado ser responsable de los atentados.

La semana pasada, Talibán sostuvo que Estados Unidos debía aportar pruebas de la participación de Bin Laden en los ataques, si dispone de ellas, para que el caso sea considerado por el sistema judicial afgano.

Un ataque estadounidense contra Afganistán puede iniciar una larga guerra que involucraría a numerosos países, y transformarse con rapidez en un conflicto insoluble para Washington.

El criterio de «disparar primero y preguntar después» por parte de Estados Unidos puede tener tres graves consecuencias.

Esas posibles consecuencias son una confrontación de Washington con todo el mundo musulmán, un conflicto entre Pakistán y Afganistán, y una peligrosa fractura de la sociedad paquistaní, entre el gobierno y vastos sectores musulmanes ortodoxos de la sociedad.

El movimiento Talibán advirtió que puede tomar represalias contra cualquier país que permita el uso de su territorio como base para ataques contra Afganistán.

El portavoz en Pakistán de Hizb-ut-Tahrir, un partido internacional islámico, pidió el domingo a Islamabad que no colabore con Washington, y afirmó que Estados Unidos manipula la simpatía del público por las víctimas de los atentados para fortalecer su propia hegemonía mundial.

Hizb-utTahrir, creado en 1952, ha sido ilegalizado en los últimos años en varios países de Asia Central.

Tres cuestiones son relevantes para considerar el eventual apoyo paquistaní a decisiones de Washington.

En primer lugar, los crímenes del martes merecen la más firme condena por parte de los musulmanes, ya que el Islam sostiene que «matar a una persona inocente, sea cual fuere su género, raza o religión, es como matar a la humanidad».

Sin embargo, es difícil para los musulmanes considerar la cuestión del terrorismo y la violencia en forma independiente de los sufrimientos de otras personas de la misma religión en Iraq, Palestina, la república separatista rusa de Chechenia o el territorio de Cachemira, que disputan India y Pakistán.

En el mundo musulmán se registra un fuerte tendencia a pensar que la política exterior estadounidense es una de las causas profundas del terrorismo.

Por lo tanto, será difícil que la campaña antiterrorista sea exitosa, si Washington no revisa su política para Medio Oriente.

La eficacia de la respuesta antiterrorista estadounidense dependerá en importante medida de que no sea influida por los intereses de Israel en Palestina y los de India en Cachemira.

En segundo lugar, las decisiones que puede tomar Pakistán son pocas, y todas muy difíciles.

Rehusarse a integrar la coalición antiterrorista que busca Washington no parece una opción posible, ya que Arabia Saudita, China, Emiratos Arabes Unidos, Turquía, las naciones de Asia Central e incluso Irán, los países que mantienen mejores vínculos con Pakistán, apoyan a Estados Unidos en esta cuestión.

Irán adoptó una decisión muy significativa al cerrar su frontera con Afganistán, para frenar el flujo de afganos que buscan refugio contra un eventual ataque estadounidense, y Pakistán ha adoptado la misma medida.

Además, el alcalde de Teherán envió un mensaje oficial de condolencia a su par de Nueva York, que fue el primer contacto oficial entre autoridades iraníes y estadounidenses desde la revolución islámica de 1979.

En tercer lugar, Pakistán ha puesto antes sus Fuerzas Armadas, sus servicios de Inteligencia y su territorio al servicio de objetivos estadounidenses, como aliado de Washington durante la Guerra Fría.

En los años 50, albergó una base estadounidense para espiar a la Unión Soviética. También apoyó la ofensiva de Washington contra la ocupación soviética de Afganistán, en el último acto de la Guerra Fría, e integró en 1991 la alianza de 28 países liderada por Estados Unidos contra Iraq en la Guerra del Golfo.

El sábado, el secretario de Estado estadounidense, Colin Powell, anunció que Pakistán había decidido «satisfacer todos los pedidos de Estados Unidos y brindarle cualquier asistencia que solicite».

¿Analizó Islamabad con profundidad las consecuencias de esa decisión? ¿Pidió o previó una compensación por parte de Washington?

Caundo termine una eventual operación militar contra Osama Bin Laden y el Talibán, y se retire el último soldado estadounidense que haya participado en ella, ¿quien afrontará el descontento entre los 140 millones de paquistaníes y los 2,2 millones de afganos que residen en la actualidad en Pakistán?

En la actualidad, el objetivo de capturar en Afganistán a Bin Laden es ante todo simbólico. Es probable que el saudita ya haya escapado hacia algún país de Asia Central o incluso hacia territorio paquistaní.

Entre los objetivos de Washington están el derrocamiento del movimiento Talibán y su reemplazo por un gobierno menos hostil a Estados Unidos, y el desmantelamiento de las organizaciones extremistas islámicas en Pakistán, algunas de las cuales tienen vínculos con el Talibán.

La actual coyuntura implica una oportunidad para Islamabad en medio de los riesgos, ya que el gobierno militar paquistaní puede ganar espacio político en el escenario internacional al distanciarse del Talibán.

Antes del 11 de septiembre, Washington consideraba a Pakistán parte del problema del extremismo islámico, y en la actualidad el país pasó a ser importante parte de la solución.

La política estadounidense para Asia meridional había privilegiado en los últimos tiempos los vínculos con India, tradicional adversario de Pakistán, y ahora es previsible que deba volverse más equilibrada.

Por otra parte, es probable que Washington deje en segundo plano la preocupación por el creciente poder de China que había predominado en los últimos tiempos, y eso será conveniente para Islamabad, cuyo principal aliado es Beijing.

Estados Unidos necesita importante participación de países musulmanes en la coalición antiterrorista que procura, como ocurrió cuando buscó aliados musulmanes contra Iraq en la guerra del Golfo.

Pero los gobernantes musulmanes deben actuar con valor y visión de largo plazo, para evitar que la defensa inmediata de su supervivencia fortalezca la tesis de un «choque de civilizaciones» entre Occidente y el Oriente islámico.

Los integrantes musulmanes de una coalición antiterrorista deben insistir en que se agoten las posibilidades de acción diplomática, antes de adoptar decisiones militares, cuyo impacto serían los primeros en sentir. (FIN/IPS/tra-eng/mh/js/mp/ip/01

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