Estados Unidos reclamó a los gobiernos árabes que combatan el terrorismo en sus territorios y entreguen información sobre actividades antioccidentales, si pretenden unirse a su campaña internacional contra ese flagelo.
El secretario de Estado adjunto William Burns entregó a una docena de embajadores de países árabes una lista de «requisitos previos» para integrar la coalición internacional que promueve Estados Unidos.
Washington exige a los gobiernos árabes que detengan y juzguen a sospechosos de terrorismo y extraditen a Estados Unidos a aquellos cuya captura pide por responsabilidad en atentados de los últimos años.
Washington reclama así mismo a los gobernantes del mundo árabe que proporcionen a la comunidad internacional toda la información en su poder sobre movimientos o individuos con actividades antioccidentales.
Burns solicitó a los diplomáticos que sus gobiernos abandonen las campañas que diferencian entre «terrorismo» y «resistencia legítima» de un pueblo contra la ocupación.
Así mismo, rechazó la propuesta para terminar con la amenaza mundial del terrorismo e impulsar simultáneamente el proceso de paz en Medio Oriente.
«Esperamos que no se trate de una amenaza velada (de Washington) de que Afganistán podría no ser el único blanco de sus represalias», dijo un diplomático árabe.
El gobierno estadounidense emplazó a Afganistán a entregar al extremista saudita Osama bin Laden, a quien considera el sospechoso número uno de los atentados suicidas del martes 11 en Nueva York y Washington que causaron más de 5.000 víctimas.
Las exigencias estadounidenses resultan alarmantes para Siria, un país que Washington mantiene en la lista de estados promotores del terrorismo.
Durante más de una década, Siria intentó limpiar la imagen de país terrorista exhibida por Occidente. «Cuando (Damasco) sentía por primera vez que no era directamente implicada en la última embestida del terror, Washington insinúa una reapertura de las viejas heridas», afirmó un diplomático.
El gobierno sirio colaboró a fines de los años 80 con la liberación de rehenes occidentales secuestrados en Líbano por una organización de militantes islámicos y se sumó a la coalición militar que expulsó a Iraq de Kuwait en 1991.
También tomó parte en el proceso de paz de Medio Oriente iniciado en Madrid a principios de los años 90. Sin embargo, el Departamento de Estado estadounidense volvió a incluir a Siria en el último informe anual sobre terrorismo, publicado en abril, por no cooperar de modo sufciente con Estados Unidos en la materia.
Siria suele ignorar su inclusión en el informe, que sin embargo, la priva de tecnologías y de la asistencia estadounidense. Algunos comentaristas creen que Washington utiliza esa lista negra para obligar a Damasco a negociar la paz con Israel.
Siria, que procura recuperar los altos del Golán, coupados por fuerzas israelíes desde 1967, suspendió en enero de 2000 el diálogo con Israel.
La prensa oficialista siria es singularmente dura con Israel. «Mientras se encamina a una lucha contra el terrorismo, el mundo debe recordar que Israel practica terrorismo a gran escala», afirmó este miércoles el diario Tishrin.
Ariel Sharon «es uno de los mayores símbolos del terrorismo», sostuvo el diario, en referencia al papel del actual primer ministro israelí en la matanza de 1982 en los campamentos palestinos de Sabra y Shatila, en Líbano.
El secretario de Estado Colin Powell telefoneó el viernes al ministro sirio de Asuntos Externos Faroul Sharaa para agradecer el mensaje de simpatía hacia el pueblo estadounidense enviado por el presidente Bashar Al Assad a su par George W. Bush.
En el cable, Al Assad reclamó un esfuerzo internacional para terminar con el terrorismo, y Powell opinó que la condena siria puede abrir las puertas a un aliado inesperado.
Pero Siria aún no se suma a la coalición estadounidense y reclama el consenso internacional sobre el significado del término terrorismo.
Siria y otros países sólo se unirían a la campaña antiterrorista si la comunidad internacional se abocara a crear una definición nueva y común de «terrorismo» vinculada a los ataques indiscriminados contra civiles, opinó el experto en Medio Oriente Shibley Telhami, de Washington.
Por ejemplo, Estados Unidos y Siria juzgan en forma muy distinta al movimiento armado Hizbolá, que acosó a las tropas israelíes en el sur del Líbano hasta lograr su retiro en mayo de 2000.
Damasco considera a Hizbolá símbolo de la resistencia a la ocupación israelí, pero para Estados Unidos no es más que una organización terrorista.
Una campaña de Washington contra Hizbolá pondría en aprietos a Damasco en el ámbito internacional, y encendería los sentimientos antiestadounidenses en Medio Oriente.
La cuestión de la definición del terrorismo había sido planteada en 1985 por el ex presidente Afez Al Assad, quien gobernó Siria durante 30 años hasta su muerte en 2000.
Al Assad apeló a la comunidad internacional para «establecer una distinción» entre terrorismo y «el derecho de un pueblo a resistir la ocupación extranjera».
«Para extirpar al terrorismo se necesita una estrategia mundial con objetivos claramente establecidos», afirmó el diario Ath Thawra, órgano oficial del gobernante partido Baas.
El diario reiteró los reclamos de los países árabes para que Washington no deje de lado el conflicto de Medio Oriente por concentrarse en su campaña de represalias militares.
Una fuente de la Universidad de Damasco advirtió que el «doble discurso» de la política estadounidense podría minar el consenso internacional. Estados Unidos debe entener que «la solidaridad que ha recibido no significa que sus políticas hayan sido las correctas», concluyó. (FIN/IPS/tra-en/gb/mn/dc/aq/ip/01