/Integración y Desarrollo/ PERU: El costo social de la nula inversión en ciencia

La inversión en ciencia y tecnología en Perú, la más baja de América, sigue fuera de las prioridades del gobierno, mientras algunos centros de investigación cierran y otros son relegados a tareas de apoyo de firmas transnacionales.

Los recursos destinados a la investigación científica en el presupuesto nacional equivalen sólo a 0,08 por ciento del producto interno bruto (PIB).

«Son miserables, para no decir inexistentes, un error que los peruanos tendremos que pagar con más atraso tecnológico y, por ende, con mayor pobreza», comentó Tomás Unger, consultor peruano en desarrollo y en divulgación científica.

Unger dijo a IPS que los países pobres son los que más deben invertir en ciencia y desarrollo tecnológico, y no dejar el asunto sólo en manos del Norte industrializado.

«Lo primero es definir una política de desarrollo en la materia, basada en los recursos naturales en los que tenemos ventaja comparativa respecto de otros países, y luego invertir en la investigación de procesos y procedimientos para mejorar su rentabilidad», aconsejó.

Perú, con 25 millones de habitantes y un PIB de 50.000 millones de dólares, afronta una severa crisis económica con consecuencias sociales, alto desempleo y subempleo (sumados alcanzan a 53 por ciento de la población económicamente activa) y 54 por ciento de la población en situación de pobreza.

En ese marco crítico, las previsiones fiscales del gobierno para este año en el área de la educación se concentran en la financiación de un aumento de 16 dólares mensuales para los 200.000 profesores de las escuelas públicas.

Rómulo Jordan, presidente del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Concytec), admitió que el país «ocupa el último lugar en América en términos de inversión estatal en desarrollo de ciencia y tecnología, pues se destina apenas 0,08 por ciento del PIB».

En el primer lugar del continente en esa lista aparece Estados Unidos, con 2,67 por ciento de su PIB, seguido de Canadá, con 1,50 por ciento, y de Costa Rica, con 1,13 por ciento, el único país latinoamericano que supera la barrera de uno por ciento.

A continuación se ubican Brasil, con 0.91 por ciento del PIB, Cuba, 0,83, Chile, 0,63, Argentina, 0,47, Colombia, 0,41, México, 0,34, Panamá, 0,33, Bolivia, 0,29, Uruguay, 0,26, Trinidad y Tobago, 0,14, y Nicaragua, 0,13 por ciento.

Por su parte, Eduardo Ismodes, del Centro de Investigaciones Tecnológicas de la Universidad Católica de Lima, apuntó que el gasto por persona de Perú en esta área es el más bajo de América del Sur.

«Sólo se gasta 1,65 dólares por persona, mientras que Bolivia gasta 3,20 dólares, Colombia nueve dólares y Chile y Argentina invierten 35 dólares por habitante», precisó Ismodes.

A pesar de este cuadro de situación, en los círculos del gobierno y parlamentarios de Perú, la cuestión de la inversión en investigación científica no es visible y parece estar considerado en segunda o tercera prioridad.

«Algunos centros de investigación científica y tecnológica cerraron y los que sobreviven tienen presupuestos reducidos al mínimo para atender cuestiones burocráticas, pues el presupuesto fiscal les asigna una suma global de 12 millones de dólares anuales», dijo a IPS Edmundo Murrugara, educador y ex legislador.

Murrugara señaló que el Instituto de Investigación Industrial ya fue desactivado, sus equipos empaquetados y guardados en un sótano, mientras que al Instituto Geológico Minero y Metalúrgico se le han asignado tareas exclusivamente cartográficas.

Narró que el instituto geológico ahora sólo elabora cartas geológicas, «que sirven para informar a las empresas transnacionales donde se encuentra nuestra riqueza, en lugar de investigar la manera de aumentar el valor agregado de los productos mineros, favorecer la industria metalúrgica y crear empleo».

El gasto global anual en investigación científica y en desarrollo experimental en el país supera ligeramente los 40 millones de dólares, 42 por ciento de los cuales es asumido por empresas privadas, 30 por ciento por las universidades y 28 por ciento por los institutos estatales.

Unger advirtió que «la investigación tecnológica no es un dispendio, ni siquiera una inversión de rentabilidad remota, pues, si es orientada en forma adecuada, puede ser rápidamente rentable, tanto para Perú como para las entidades que realicen las investigaciones y pongan en práctica sus resultados».

«Nuestro país tiene varios nichos propios de investigación vinculados a sus posibilidades de desarrollo. El más importante y de más inmediato efecto económico es, quizás, el aprovechamiento de la diversidad biológica, que debería desarrollar el conocimiento ancestral de la población selvática y andina», dijo.

El ambientalista Roger Rumrrill coincidió con Unger y añadió que «la inacción del Estado para proteger conocimientos de la farmacopea popular ha sido aprovechada por laboratorios transnacionales para patentar como suyos diversos productos botánicos nativos como la Uña de Gato, Maca y Sangre de Grado».

Rumrrill comentó a IPS sobre el escándalo desatado cuando un diplomático peruano entregó en forma ilegal a las autoridades japoneses semillas de Yacon, planta con efectos curativos de la diabetes, «pero en ningún momento se habló de investigar y desarrollar una tecnología para su explotación».

En el último informe de la Red Iberoamericana de Ciencia y Tecnología se ubica a Perú, junto con El Salvador y Ecuador, en el último lugar en la lista de países americanos que invierten en investigación científica y tecnológica.

La lista se basa en la comparación entre el total invertido en un país en investigación científica y experimentación tecnológica y sus respectivos productos brutos internos. (FIN/IPS/al/dm/sc dv/01

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