La caficultura, uno de los sectores más prósperos de la economía colombiana hasta hace dos decenios, afronta una crisis que llevó a los cultivadores más empobrecidos a cambiar trabajo por comida.
«Ya no cambian de auto cada año, sus hijos no van a estudiar a Europa y las haciendas están hipotecadas por las deudas bancarias», dijo a IPS Carlos Naranjo, estudioso de la crisis del sector. La situación afecta tanto a los caficultores pobres como a los ricos, afirmó.
Según Naranjo, cerca de 556.000 familias viven de la caficultura en Colombia, la mayoría en la región central. Noventa por ciento posee menos de cinco hectáreas de tierra.
La crisis de la caficultura se refleja en el endeudamiento de los agricultores, que en el caso de los pequeños propietarios se inició en los primeros años 90 con 1.000 dólares promedio que se multiplicaron hasta 100 veces por los altos intereses, sostuvo el experto.
Muchos predios debieron ser subastadas, agregó.
«Las subastas han causado un daño social muy grave», porque los pequeños cultivadores tienen su hogar en sus haciendas. «Al entregarlas quedan sin fuente de producción, cambian de actividad y de régimen de vida», afirmó Naranjo.
Para el experto, el desplazamiento «no sería tan grave si existieran otras fuentes de empleo, pero en Colombia la crisis es general y 20 de cada 100 colombianos en edad de trabajar están desocupados».
La crisis de la caficultura colombiana esta enmarcada en la situación que afronta el sector en general en América Latina, a causa del impulso de compañías multinacionales a la siembra de café amargo en Asia, agregó.
La crisis, iniciada con la ruptura en 1989 del pacto mundial de cuotas de producción de café entre países exportadores, se agudizó hace tres años con la sobreoferta favorecida por nuevos países productores, explicó Jorge Cárdenas, gerente de la Federación Nacional de Cafeteros (Federacafé).
En esos países «se cosecha el grano con costos muy reducidos y, por lo tanto, a precios muy bajos para el mercado», explicó Cárdenas.
Las abundantes cosechas de Brasil y las de Vietnam, que desplazó a Colombia como segundo productor mundial, causaron una sobreoferta de entre 7.000 y 10.000 millones de sacos, según el gerente de Federecafé, organización integrada por representantes de los productores y del gobierno colombiano.
Vietnam pasó de producir 3,5 millones de sacos de 60 kilogramos en 1985 a 13 millones en 2000, frente a Colombia, que produce alrededor de nueve millones.
Al cierre del año cafetero 2000/2001 este mes, el inventario mundial ascenderá a 22 millones de sacos, una oferta excesiva que mantendrán deprimidos los precios del mercado.
Hasta la ruptura del pacto mundial de cuotas, los caficultores colombianos recibían por su producto un precio de entre 1,20 y 1,40 centavos de dólar la libra, que era rentable para su actividad.
Esa rentabilidad permitía a Federacafé y el Fondo Nacional del Café, organismo gubernamental que maneja la comercialización y presta apoyo técnico, realizar inversiones para fortalecer el sector.
«Se puede afirmar sin exageraciones que, en sus mejores épocas, ningún otro sector generó tantas divisas para la economía colombiana como la caficultura», sostuvo el investigador Diego Pizano.
Las cifras de Federacafé indican que a mediados de siglo XX la caficultura aportaba a Colombia 80 por ciento de las divisas obtenidas por exportaciones y contribuía con 10 por ciento del producto interno bruto (PIB).
En los años 90, la participación de la caficultura en la generación de divisas se redujo a 17 por ciento y su contribución al PIB se redujo a tres por ciento.
Para afrontar la crisis ocasionada por la caída de precios, la Asociación de Países Productores (APPC) pusieron en marcha a mediados de 2000, a iniciativa de Brasil y de Colombia, un programa de retención de excedentes por el que en los primeros meses se retiró del mercado cuatro millones de sacos.
Pero la estrategia de retención fracasó «por falta de voluntad política» de la mayoría de los productores, dijo Gabriel Rosas, ex presidente de la Asociación de Exportadores de Café de Colombia.
Según algunos analistas, el plan de retención llegará a su fin este año y algunos países como El Salvador, cuarto productor latinoamericano, y Brasil, el primero del mundo, ya se disponen a abandonarlo.
Se teme que la cotización actual, de unos 0,5 dólares por libra, se derrumbe aun más cuando lleguen al mercado los cerca de 6,5 millones de sacos retenidos por los productores. (FIN/IPS/yf/mj/if/01