La cacería lanzada por Estados Unidos tras los responsables de los ataques terroristas del martes en Nueva York y Washington no debe convertirse en un enfrentamiento con el mundo musulmán.
Washington no acusa en forma explícita a personas o grupos, pero funcionarios y expertos expresan fuertes sospechas de que los responsables fueron integrantes de grupos extremistas islámicos, con bases en Afganistán o en Medio Oriente, y mencionan en especial al saudita Osama bin Laden.
Bin Laden reside en Afganistán desde 1996, ha jurado expulsar a las fuerzas de Estados Unidos de Medio Oriente y el Golfo, y es culpado por Washington de ataques con bombas contra las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania, en 1998.
El gobierno de Estados Unidos también sostiene que el saudita fue responsable el año pasado de un ataque en aguas territoriales de Yemen contra el destructor USS Cole, de la marina de guerra estadounidense.
El miércoles, emisoras de televisión estadounidenses citaron a funcionarios no identificados del Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés), para indicar que esa agencia dispone de grabaciones de conversaciones telefónicas sobre los atentados entre personas asociadas con Bin Laden.
Informes provenientes de Afganistán señalan que Bin Laden expresó su apoyo a esos ataques, pero negó estar involucrado en ellos de modo «personal».
Los atentados del martes fueron realizados con aviones de pasajeros secuestrados, dirigidos contra las torres gemelas del World Trade Center, en Nueva York, y el edificio del Pentágono (Ministerio de Defensa) en Washington.
El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Kofi Annan, dijo que la respuesta de Estados Unidos cuando identifique a los responsables de esos ataques debe ser «serena» y «racional», para no causar consecuencias tan graves como las de los atentados.
El primer ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, condenó con firmeza al terrorismo pero también expresó su «preocupación» por la posibilidad de que Washington «tome represalias que causen la pérdida de más vidas».
Hay tres cosas que Estados Unidos debe hacer para que su respuesta no se transforme en un conflicto con el mundo musulmán.
En primer lugar, debe aplicar procedimientos discriminados para perseguir contra los terroristas.
El presidente estadounidense, George W. Bush, dirigió el martes un mensaje al pueblo de su país, en el cual anunció que no diferenciará a los terroristas y a quienes les brindan amparo, lo cual implica la posibilidad de ataques contra los países que puedan haber cooperado con los responsables de los atentados.
En segundo lugar, Estados Unidos no debe permitir que su agenda antiterrorista sea influida por Israel, ya que eso complicaría aun más la cuestión, y empantanaría a Washington en inncesarias controversias.
Israel preferiría que la agenda estadounidense contra el terrorismo justifique su propio combate contra la intifada (insurrección) palestina que comenzó en septiembre del año pasado, y brinde pretextos a la represión en territorios palestinos de Cisjordania y Gaza ocupados por fuerzas israelíes.
En tercer lugar, sería prudente que Estados Unidos involucre a países musulmanes víctimas de terrorismo, como Malasia, Arabia Saudita, Egipto y Pakistán, en cualquier estrategia contra grupos extremistas islámicos que puedan ser responsables de los ataques del martes.
Ese enfoque de la cuestión sería más efectivo que acciones unilaterales de Washington que pueden ser contraproducentes, como lo fueron los ataques con misiles contra Afganistán y Sudán ordenados en 1998 por el anterior presidente estadounidense, Bill Clinton, para responder a los atentados contra las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania.
Lo que más debe evitar Washington es que los ataques terroristas lo separen por completo del mundo musulmán, y se haga realidad el pronóstico de «choque entre civilizaciones» planteado hace casi una década por el académico estadounidnese Samuel Huntington, quien considera a Occidente y Oriente «adversarios naturales».
La condena de los atentados del martes por parte de países musulmanes, rápida, clara y firme, debería tener como respuesta una revisión estadounidense de su unidimensional política para Medio Oriente, percibida por los musulmanes como una promoción de la persecución de palestinos por parte de Israel.
Es preciso forjar un consenso internacional contra el terrorismo, pero ese consenso no debe ser empleado como coartada para arrasar con disidencias legítimas o con luchas de pueblos desposeídos por su autodeterminación.
Por lo tanto, Buish afronta el desafío de diferenciar entre un puñado de terroristas y la amplia mayoría de los pueblos musulmanes, que aman la paz y desean una relación más igualitaria con Estados Unidos y con sus aliados, incluyendo a Israel.
Aislar a los terroristas ayudaría a perseguirlos.
Las numerosas acusaciones extraoficiales contra grupos extremistas islámicos explican la rápida reacción de condena a los atentados por parte de países musulmanes y de la comunidad musulmana en Estados Unidos.
Grupos de estadounidenses musulmanes han aportado donaciones de sangre para las víctimas, y países con tradicional hostilidad hacia Estados Unidos, como Afganistán e Irán, han enfatizado su consternación y su rechazo a los ataques terroristas.
«Afganistán siente su dolor», expresó el movimiento Talibán, que gobierna la mayor parte del territorio afgano, en un mensaje al pueblo estadounidense.
La mayor parte de los gobiernos árabes y musulmanes han condenado los atentados y el asesinato de miles de civiles inocentes.
El anterior ataque terrorista de importancia en territorio estadounidense se había producido en 1995, en la meridional ciudad de Oklahoma, y en ese momento la reacción instintiva de Washington fue suponer que los responsables eran árabes o musulmanes.
Sin embargo, luego se comprobó que el estadounidense Timothy McVeigh, sin vínculos con el mundo musulmán, había planeado y ejecutado ese atentado, que causó la muerte de 168 personas.
El Consejo de Relaciones entre Estados Unidos y el Islam señaló que tras el ataque terrorista de McVeigh hubo en Estados Unidos por lo menos 200 incidentes de hostigamiento, intimidación y violencia contra estadounidenses musulmanes. (FIN/IPS/tra-eng/mh- js/js/mp ip cr/01