El gobierno de Estados Unidos está dividido ante la propuesta de llevar la inminente guerra antiterrorista contra Iraq y otros países de Medio Oriente que han respaldado a organizaciones armadas.
El resultado de esa polémica interna determinará el tamaño de la coalición internacional que la administración de George W.Bush organiza para tomar represalias por los atentados de la semana última contra Nueva York y Washington.
La amplitud y la persistencia de la coalición dependerán de los objetivos de la campaña militar que Bush confirmó el jueves en un discurso ante el Congreso legislativo.
En efecto, la cantidad de participantes se reducirá si la ofensiva fuera más allá de la destrucción del movimiento Al Qaeda (La Base) del saudita Osama bin Laden y del eventual combate contra fuerzas del movimiento Talibán, de Afganistán.
El Talibán se negó este viernes a entregar a Bin Laden, oculto en territorio afgano, como lo exigiera Bush en su discurso ante el Congreso.
Washington considera a Bin Laden el principal sospechoso de los atentados que el martes 11 derribaron las torres gemelas de Nueva York y demolieron parcialmente el edificio del Pentágono en Washington, causando más de 6.300 muertes.
El enfrentamiento entre el Departamento de Estado (cancillería) y las fuerzas de derecha concentradas en el Pentágono y en torno al vicepresidente Dick Cheney se filtró a la prensa en los últimos días.
El debate se intensifica, sugiere una carta abierta enviada al diario Washington Times este viernes y firmada por 38 destacados conservadores, en su mayoría partidarios del primer ministro israelí Ariel Sharon.
La carta está firmada, entre otros, por Jeane Kirkpatrick, la ex embajadora ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Richard Perle, del Consejo de Política de Defensa (una comisión asesora del Pentágono) y Frank Gaffney, ex funcionario de Defensa, y pide a Bush que «retire a Sadam Hussein del poder en Iraq».
La carta, enviada por la organización Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense, también pide ataques contra Irán y Siria, en su calidad de auspiciantes de Hezbolá, el grupo guerrillero que en 1983 atacó un cuartel de la Marina estadounidense en Beirut y luchó contra las fuerzas israelíes en el sur de Líbano hasta que éstas se retiraron en mayo de 2000.
La discusión en Washington enfrenta al bando «unilateralista» contra el «multilateralista».
Los unilateralistas defienden la instalación de un escudo nacional antimisilístico, una política rigurosa hacia China y el rechazo de varios tratados internacionales. En este grupo están el subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz, el jefe de política del Pentágono Douglas Feith y el jefe de personal de Cheney, Lewis Libby.
Los multilateralistas pretenden continuar la política exterior del gobierno de Bill Clinton y profundizar la relación con la ONU y otros organismos internacionales. Entre ellos se encuentra el secretario de Estado Colin Powell y sus principales colaboradores.
Powell y los multilateralistas prevalecían aparentemente cuando el gobierno resolvió conformar una coalición internacional para combatir el terrorismo mundial tras los atentados del martes 11.
«Mientras se derrumbaba el World Trade Center, el unilateralismo estadounidense también caía», escribió P. Edward Haley, especialista en política exterior de la universidad Claremont McKenna College.
Pero ámbitos unilateralistas pusieron en duda esa opinión desde que Washington comenzó a presionar a Sharon para que acordara un cese del fuego con el presidente palestino Yaser Arafat.
Los unilateralistas argumentan que el movimiento Al Qaeda (La Base) de Bin Laden no podría haber realizado los atentados de la semana última sin la ayuda de gobiernos con más poder que el Talibán.
«Alguien le enseñó a estos suicidas cómo volar aviones grandes. No creo que eso pueda hacerse sin la ayuda de gobiernos poderosos», dijo Perle el día de los atentados.
Poco después se supo que los hombres que secuestraron los cuatro aviones protagonistas de los atentados aprendieron a volar en academias estadounidenses, pero Perle y otros siguieron refiriéndose a Iraq como el gobierno más sospechoso.
Luego se supo que uno de los presuntos secuestradores estuvo en contacto en 1999 con un agente de inteligencia iraquí en Praga, y algunos medios de comunicación, como el diario Wall Street Journal, reflotaron la teoría de que Bagdad estuvo detrás del atentado explosivo contra las torres gemelas en 1993.
Pero la mayoría de los analistas independientes no creen que Bagdad esté involucrado en los atentados de este mes. El propio vicepresidente Cheney dijo el fin de semana que no existen evidencias que vinculen a Iraq con los hechos.
No obstante, los unilateralistas afirman que este es el momento para atacar a Sadam Hussein, si Washington está decidido a «extirpar de raíz» al terrorismo.
«La amenaza terrorista no desaparecerá hasta que lo haga Sadam», advirtió un editorial del Wall Street Journal este viernes.
Si Bush no ataca a Sadam Hussein, «los estados árabes moderados tendrán menos interés en sumarse a una coalición contra el terror porque dudarán de la seriedad de la campaña de largo plazo de Estados Unidos», agregó.
Como no hay pruebas que vinculen los atentados a una conspiración mayor, Powell sostiene que una acción militar contra otros estados, además de Afganistán, alejará la posibilidad de organizar una coalición internacional y podría arrojar a la opinión pública de los países islámicos contra Estados Unidos y los gobiernos que lo apoyen.
La población de Medio Oriente «considera que Iraq ya sufrió demasiado por nuestra causa desde la guerra del Golfo», señaló un colaborador del Congreso.
«Sería imposible que los gobiernos árabes nos respaldaran si atacamos (a Iraq) ahora, sin pruebas sólidas de que Sadam estuvo involucrado en estos atentados», agregó.
Esta es la opinión de los aliados europeos y árabes más cercanos de Washington, y del propio padre del presidente, George Bush, que dirigió la guerra del Golfo durante su gobierno.
Perle y sus aliados rechazan la idea de que Washington necesita el apoyo árabe o de otros estados importantes, como Rusia o algunos de sus aliados europeos. También afirman que la coalición internacional creada en la guerra del Golfo contra Iraq impidió que Estados Unidos derrocara a Sadam Hussein.
Washington estará más limitado cuánto mayor sea la coalición, en su opinión.
El único punto en que los dos bandos del gobierno están de acuerdo es en la necesidad de atacar a Bin Laden y el Talibán, si éste no cumple con las exigencias de Washington. (FIN/IPS/tra-en/jl/ff aq/ip/01