ECONOMIA-CHILE: Mujeres lideran crecimiento de microempresas

Las microempresas de mujeres encabezan el crecimiento de ese sector económico de Chile, pero también enfrentan el lastre de la desigualdad de género, común a otras áreas laborales.

«La creación de microempresas por parte de mujeres ha contribuido de manera importante al aumento del empleo en el sector», señaló María Elena Valenzuela, investigadora del Centro de Estudios de la Mujer (CEM).

Valenzuela es coautora con Sylvia Venegas del estudio «Mitos y realidades de la microempresa en Chile: un análisis de género», presentado en Santiago por el CEM.

Estadísticas recopiladas por las autoras señalan que en los últimos años la creación de pequeñas empresas a cargo de mujeres supera casi en tres veces a las gestadas por hombres.

Esta multiplicación de las microempresarias constituye una respuesta a la crisis que castigó la economía chilena entre 1998 y 1999 y que, tras el leve repunte de 2000, tiende a reproducirse este año como consecuencia de la pérdida de dinamismo en el crecimiento mundial.

Sin embargo, aunque las microempresas de mujeres lideran el aumento de las unidades productivas en Chile, éstas son de menor tamaño y tienen rentabilidad y volúmenes de venta menores a las conformadas por hombres, según establece la investigación de Venegas y Valenzuela presentada el 23 de agosto.

Las microempresas representan 40 por ciento del empleo y más de 80 por ciento de las unidades económicas del país.

El fortalecimiento de este sector es considerado fundamental por el gobierno de Ricardo Lagos para enfrentar el crecimiento del desempleo que, según las estadísticas, abarcaba en julio a 9,8 por ciento de la población económicamente activa.

Los mayores inconvenientes para estas firmas diminutas en general radican en su baja rentabilidad, consecuencia a su vez del atraso tecnológico y de las dificultades de acceso a los mercados y a financiamiento.

Esos lastres se ven multiplicados en las unidades productivas creadas por mujeres, en las que se reproducen de manera ampliada los síntomas de desigualdad y discriminación de género.

Las investigadoras del CEM concluyeron en su estudio que las microempresarias tienen 25 por ciento menos de utilidades que los hombres.

Las pequeñas unidades productivas de mujeres tienen muy baja capacidad de innovación tecnológica y, generalmente, sus actividades están restringidas a su radio de localización, sin sobrepasar los límites de su municipio o comuna.

«Tienen activos de menor valor, que están centrados más en el mobiliario y el local que en maquinaria», señaló Valenzuela.

«A las microempresas de mujeres también les falta apoyo institucional, dada la baja cobertura de crédito, por lo cual trabajan con un alto nivel de desprotección», agregó.

Por su parte, Venegas apuntó que, pese a esas desventajas, las mujeres son mejores empleadoras que los hombres respecto del cumplimiento de la legislación laboral.

«Es también un mito que las mujeres gestionen sus negocios con criterios menos empresariales que los hombres o que las microempresas de mujeres sean más informales», añadió.

El presidente del Banco del Estado, Jaime Estévez, corroboró que existe un alto grado de cumplimiento en el pago de los créditos por parte de las microempresarias.

El banco estatal, principal agente crediticio para los sectores de bajos ingresos en Chile, está interesado en desarrollar una red de respaldo a la pequeña y microempresa, con la creación de un sistema de «microseguros», expresó Estévez.

Uno de los últimos ejemplos de microempresa femenina en Chile es el de un grupo de 15 mujeres que se unieron para crear una pequeña fábrica de chocolates artesanales, en la región de la Araucanía, unos 700 kilómetros al sur de Santiago.

Una delegación de mujeres acudió a comienzos de este año al municipio de la ciudad de Temuco, capital de la región de la Araucanía, para plantear a las autoridades su inquietud por el deterioro de sus condiciones de vida y demandar nuevas fuentes de empleo.

Sus reclamos fueron acogidos por el Servicio Nacional de Capacitación y Empleo y por el Servicio Nacional de la Mujer, que el 12 de marzo iniciaron cursos de capacitación para abrir posibilidades económicas a las amas de casa.

Entre los cursos ofrecidos estuvo el de chocolatería, en el cual se inscribieron 15 mujeres, que luego de dos meses de adiestramiento estuvieron en condiciones de crear su microempresa.

«La importancia de esta iniciativa radica en que se logró juntar a personas de escasos recursos, que nunca se habían visto, y con las herramientas recibidas en la capacitación iniciamos nuestra microempresa», dijo Marcela Gallardo, integrante del grupo.

La estatal Corporación de Fomento puso en marcha también el año pasado programas de capacitación laboral y empresarial para mujeres en el área de la floricultura.

«Un grupo de mujeres postuló a este programa para cultivar flores y el éxito obtenido estimuló a otras a organizarse para emprender sus propias empresas», señaló el CEM en su informe.

«El hecho de que las empresarias tengan menos prejuicios y resistencia para contratar mujeres se tradujo en nuevas oportunidades de empleo femenino», agregó la organización.

La premisa orientadora de esta experiencia es que «las mujeres pueden crear empleo, no sólo buscarlo», señaló el CEM, tras apuntar que no en vano las empresarias constituyen hoy 20 por ciento del universo de los empleadores en Chile.

Datos de Instituto Nacional de Estadísticas muestran que las mujeres empresarias perciben sólo 61 por ciento de los ingresos de los varones en actividades similares.

La misma fuente indica que, en términos generales, la fuerza laboral femenina percibe en Chile como promedio 63,4 por ciento de los ingresos de los hombres, con diferencias que tienden a aumentar a mayor grado de educación.

La participación laboral de las chilenas aumentó de manera significativa en los últimos años para pasar de 31,7 por ciento de la fuerza de trabajo a comienzos de la década del 90 a 35 por ciento en 2000.

Las mujeres representan 54 por ciento del empleo en el sector servicios y tienen una alta incidencia en el comercio, con casi 46 por ciento de la fuerza laboral.

La brecha del desempleo perjudica a la población femenina, que presenta una desocupación 1,6 por ciento más alta que las de los hombres.

Venegas comentó que las autoridades deben contribuir a terminar con esas desigualdades, potenciando, entre otros aspectos, a las microempresarias.

Hay que buscar una «intersección de las políticas sociales y económicas», recomendó la experta, quien dijo que se requieren igualmente normas flexibles para atender la heterogeneidad del sector, así como opciones para mejorar la protección social en la microempresa. (FIN/IPS/ggr/dm/if hd/01

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