DERECHOS HUMANOS-EEUU: Tras los atentados, la intolerancia

Redes informales de correo electrónico siguen de cerca los actos de represalia e intolerancia racial o religiosa cometidos en Estados Unidos a raíz de los atentados terroristas del martes 11.

Además de consignar numerosas acciones de solidaridad interreligiosa e intercultural, las redes informales también denuncian y comentan «crímenes odiosos», llamados así porque son impulsados por el odio o el prejuicio.

El Consejo de Relaciones Estadounidenses-Islámicas recibió más de 300 denuncias de persecución y abuso contra musulmanes entre los días 11 y 13, aproximadamente la mitad del total en el año 2000.

Los incidentes, denunciados también en las listas de correo electrónico, varían desde la agresión verbal y el vandalismo contra casas y comercios hasta el asesinato, pasando por al menos un intento de atropellar a alguien con un vehículo.

El sábado, un sikh propietario de una gasolinera fue asesinado, en una aparente represalia por los actos terroristas del martes. Un hombre de Arizona fue acusado el domingo de ese homicidio y de un intento de asesinato de un libanés en otra gasolinera.

Aunque los sikhs no son musulmanes sino hindúes, su apariencia habitual, con barba y turbante, encaja en una vaga imagen popular de los terroristas islámicos, en especial desde que la televisión comenzó a difundir fotografías y vídeos del saudí Osama Bin Laden.

Bin Laden, refugiado en Afganistán, es considerado por Estados Unidos el principal sospechoso de los ataques contra las torres gemelas de Nueva York y el Pentágono con aviones de pasajeros secuestrados, que dejaron al menos 5.000 muertos, según estimaciones.

Miembros de la comunidad sikh creen que Balbir Singh Sodhi fue el primero de ellos en morir a manos de personas que buscaban venganza por los ataques terroristas de la semana pasada, aunque el sitio web www.sikhnet.com consignó 152 actos de intolerancia racial o religiosa entre los días 11 y 14.

Otro incidente denunciado fue el ataque contra un niño de tres años con una bomba incendiaria en San Mateo, California.

Estos informes llevaron el domingo al primer ministro de India, Atal Bihari Vajpayee, a solicitar a su homólogo estadounidense George W. Bush que garantizara la seguridad de los sikh residentes en Estados Unidos.

Los sikh constituyen dos por ciento de la población de India, de 1.000 millones, y gran número de ellos emigraron a Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá.

En los días siguientes a los atentados, varios templos hindúes y musulmanes fueron atacados a balazos o con cócteles Molotov.

Los líderes de una mezquita de Irving, Texas, denunciaron que las ventanas del edificio fueron rotas a balazos durante la noche del 11 al 12, luego de un rezo por las víctimas de los atentados y la organización de donaciones de sangre y dinero. Nadie resultó herido, pues la congregación ya se había dispersado.

Por otra parte, en Denton, Texas, residentes cristianos llegaron hasta la mezquita local no para atacarla sino para unirse a sus vecinos musulmanes en sus plegarias, luego de que el edificio fuera atacado con bombas incendiarias.

Y un grupo de musulmanes de Seattle, en el estado noroccidental de Washington, contaron que al regresar a su mezquita luego de haber dejado de concurrir varios días por temor a ataques, personas no musulmanas los recibieron con flores.

En Seattle y otras ciudades, mujeres no musulmanas decidieron utilizar el tradicional pañuelo en la cabeza en solidaridad con las mujeres islámicas, vulnerables a ataques.

Un miembro de una lista de correo electrónico opinó que tales historias, aunque raras, ofrecen la esperanza de que la sociedad estadounidense pueda escapar al destino vaticinado por el líder indo Mahatma Gandhi: «Si practicamos el ojo por ojo, todos nos quedaremos ciegos».

Otros criticaron la insistencia de Bush en calificar la actual situación como un estado de guerra.

Una mujer de Nueva York exhortó en una lista electrónica privada a seguir su ejemplo y escribir a sus representantes en el Congreso.

«Aunque estoy en duelo por los muertos y por mi ciudad, también estoy en duelo por el futuro», escribió al senador Charles Schumer.

«No creo que los estadounidenses estemos tan unidos como muestra la prensa y creo que los neoyorquinos, en particular, tenemos buenos motivos para discrepar de la guerra contra el terrorismo proclamada por el gobierno», declaró la mujer.

Agregó que «no se precisa valentía para alentar el patrioterismo y la indignación popular y hacer un llamado a la guerra», sino para «asumir que un combate efectivo al terrorismo puede llevar mucho más tiempo y ser emocionalmente menos satisfactorio que un bombardeo masivo contra civiles inocentes».

«Puede llevar meses de trabajo de inteligencia, años en un proceso judicial y toda una vida de reevaluación de nuestras relaciones internacionales», concluyó. (FIN/IPS/tra-en/aa/mlm/hd/01

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