CHINA: Entre el apoyo a EEUU y el aislamiento internacional

China está en aprietos debido a la presión de Estados Unidos, que intenta crear una amplia coalición internacional para responder al peor atentado de su historia.

Si Beijing decide unirse a Washington en su nueva guerra contra el terrorismo internacional, se arriesga a enemistarse con algunos de sus antiguos aliados en Asia, acusados de albergar terroristas o considerados «estados renegados» por Estados Unidos.

Pero si China se opone a la campaña de Estados Unidos, se encontrará aislado de una comunidad internacional conmovida por los ataques suicidas del martes 11 contra las torres gemelas de Nueva York y el Pentágono, que dejaron al menos 5.000 muertos.

A sólo una semana de los atentados, los medios de comunicación controlados por el Estado dejaron de ocuparse de esa tragedia, en señal de la difícil posición de China.

El People's Daily, el diario de mayor circulación nacional, dedicó una amplia cobertura al 70 aniversario de la invasión de China por el ejército imperial japonés y condenó toda forma de intervención militar.

El tono de la cobertura parece reflejar las contradicciones del propio gobierno acerca de las implicaciones de una campaña mundial contra el terrorismo dirigida por Estados Unidos.

Washington está determinado a atacar Afganistán si el gobierno talibán no le entrega al saudí Osama Bin Laden, considerado el principal sospechoso de los atentados del día 11 y también de otros cometidos en 1998 contra las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania.

Es improbable que cualquier ofensiva de Estados Unidos contra Afganistán o Pakistán, aliado del régimen talibán, invoque mucho apoyo de Beijing.

En las primeras décadas del régimen comunista, China ofreció apoyo logístico y moral a varios movimientos guerrilleros radicales de Asia.

Aun en la actualidad, los servicios de inteligencia de Estados Unidos aseguran que Beijing vende tecnología nuclear y misilística a Irán, Iraq y Pakistán, entre otros países que Washington considera patrocinadores del terrorismo.

Aunque Beijing desea presentarse como una fuerza que respalda los esfuerzos comunes de la comunidad internacional, evita ser identificada con la política exterior de Estados Unidos, que a menudo califica de «hegemónica».

China defiende con firmeza el concepto de la soberanía nacional y se opone férreamente a la intervención extranjera en los asuntos internos propios o de otros países.

Muchos chinos consideran que los ataques terroristas fueron horrendos pero comprensibles debido a la agresiva política exterior de Estados Unidos, en particular en Medio Oriente.

Qiao Liang, un estratega militar de la fuerza aérea china, opinó que los atentados fueron una respuesta a la hegemonía estadounidense.

«Muchos inocentes se volvieron víctimas de la política de Estados Unidos luego de la guerra fría», arguyó.

Pero a pesar de sus escrúpulos sobre una respuesta militar a los ataques, esta vez China desea encontrar terreno común con la comunidad internacional.

En una conversación telefónica con el presidente estadounidense George W. Bush, en la noche siguiente a los ataques, el presidente chino Jiang Zemin ofreció la ayuda de su país en la guerra contra el terrorismo.

Jiang calificó al terrorismo como «un desafío para todas las personas que valoran la paz».

«China está dispuesta a fortalecer el diálogo y la cooperación con Estados Unidos y la comunidad internacional para combatir toda forma de violencia terrorista», informó la agencia estatal de noticias Xinhua.

Aunque el informe no ofreció detalles sobre el papel que China podría jugar en una campaña contra el terrorismo encabezada por Estados Unidos, un alto funcionario de Beijing declaró esta semana que su gobierno está dispuesto a ofrecer no sólo apoyo moral, sino también práctico.

«Depende de lo que nos pida Estados Unidos», declaró a la prensa en Berlín Zhao Qizheng, director de la Oficina de Información del Consejo Estatal y miembro del Comité Central del Partido Comunista.

El apoyo de Beijing podría materializarse en alguna acción de los Seis de Shangai, una organización de seguridad regional formada por China y Rusia y los cuatro países de Asia central: Kazajistán, Kirgizstán, Tajikistán y Uzbekistán.

Paradojalmente, esa alianza fue forjada como un contrapeso político de Estados Unidos, si bien su principal propósito consiste en combatir a las organizaciones radicales islámicas.

Pero esta vez Beijing decidió que su oposición al terrorismo pesa más que su oposición a las políticas de Washington.

Dos días después de los atentados en Estados Unidos, los Seis de Shangai firmaron una declaración en Almaty, la capital de Kazajistán, en la que expresaron su compromiso de combatir el terrorismo.

Aunque Beijing teme una intervención extranjera en sus propias regiones conflictivas de Xinjiang y Tibet, temen todavía más el impacto del fundamentalismo islámico sobre el movimiento separatista de Xinjiang, en el noroeste.

En esa provincia, radicales musulmanes de la etnia uighur han perpetrado atentados con bomba y asesinado a funcionarios de gobierno. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/mlm/ip/01

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