CHINA: El ingreso en un mundo de conflictos

El apoyo de China a la campaña contra el terrorismo organizada por Estados Unidas se debe a intereses propios y a su creciente dificultad para permanecer al margen de conflictos internacionales.

Beijing anunció que apoyará la campaña estadounidense para castigar a los responsables de los atentados contra el World Trade Center de Nueva York y el Pentágono (Ministerio de Defensa) de Washington.

El gobierno chino no había integrado anteriores coaliciones militares impulsadas por Washington, pero en esta ocasión se apresuró a señalar que actuará «hombro con hombro» con Washington, y aprobó una resolución del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas contra el terrorismo.

También decidió que sus agencias de inteligencia compartan con las estadounidenses información sobre sobre organizaciones terroristas que operan en Asia.

La cooperación entre Beijing y Washington no tiene precedentes desde que el presidente estadounidense Richard Nixon (1969-1974) y el gobernante chino Mao Zedong acordaron una alianza estratégica en los años 70, debido a la compartida rivalidad con la Unión Soviética.

La anunciada colaboración puede definir el futuro de las relaciones bilaterales y el de China como potencia regional.

Antes de los atentados del día 11, China se había presentado siempre como una víctima poderes imperialistas extranjeros. Varias generaciones de chinos fueron convencidas por los medios de comunicación del gobierno de que Estados Unidos es el principal enemigo del país y que desea privar a China de su derecho a la grandeza.

En mayo de 1999, en ocasión del ataque de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) contra Serbia, un avión de Estados Unidos bombardeó la embajada de China en Belgrado. El Pentágono aseguró que se había tratado de un error debido al uso de planos obsoletos, pero muchos chinos creen que fue una agresión deliberada.

En abril, la captura de un avión espía estadounidense por parte de la Fuerza Aérea china, que perdió un avión con su piloto en esa operación, aumentó la hostilidad y desconfianza de la población hacia Washington.

Especialistas chinos en política internacional suponen que el gobierno no desea quedar aislado de la comunidad internacional como le ocurrió al apoyar al presidente yugoslavo Slobodan Milosevic en el conflicto con la separatista provincia serbia de Kosovo.

La OTAN lanzó su ofensiva de 1999 contra Serbia con el argumento de que era preciso evitar un genocidio en Kosovo.

«Los ataques terroristas del 11 de septiembre han despertado a China», dijo el profesor Madhav Nalapat, experto en las relaciones del país con India de la Academia Manipal de Estudios Superiores.

«Los gobernantes comprendieron que lo ocurrido en Estados Unidos podría acaecer también en ese país», observó Nalapat.

En teoría, Beijing y Washington tienen preocupaciones comunes en relación con el terrorismo, ya que el gobierno chino teme la creciente actividad de movimientos separatistas islámicos en la sudoccidental provincia de Xinjiang, fronteriza con Afganistán.

El régimen islámico Talibán, que controla casi todo el territorio afgano refugia al saudita Osama bin Laden, señalado por Washington como el principal sospechoso de los ataques del 11 de este mes, que mataron a más de 6.000 personas.

Tanto Beijing como Washington pretenden contener la propagación de los movimientos rebeldes islámicos en Asia central y meridional.

Pero organizaciones defensoras de derechos humanos advierten que la campaña mundial contra el terrorismo podría utilizarse para atacar a la oposición política en los países de la región.

De hecho, las autoridades chinas pusieron condiciones a su apoyo a Estados Unidos, afirmando que Washington debería respaldar a Beijing en su propio combate contra «el terrorismo y el separatismo» en Xinjiang, Tibet y Taiwan.

«Para crear una coalición global contra el terror, Estados Unidos debería poner fin al doble discurso en la lucha antiterrorista», señaló Wang Fuchum, investigador del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de Beijing.

La guerra llevará inestabilidad a las fronteras de China y abrirá la perspectiva de una expansión militar estadounidense en Asia central.

Estados Unidos tiene emplazados 47.000 efectivos en Japón y 37.000 en Corea del Sur, al este de China, pero un ataque directo sobre Afganistán determinaría una fuerte presencia estadounidense también en el flanco occidental.

Si bien esta situación es vista como un acuerdo a corto plazo, algunos expertos suponen que Washington estará demasiado preocupado por su seguridad interna como para comprometer una mayor protección a Taiwan, un país al que China considera una provincia cismática.

«Si Washington considera que las amenazas más importantes proceden sobre todo de Medio Oriente, ¿por qué destina tantas tropas a Asia oriental?», cuestionó Yan Xuetong, director del Instituto de Investigación de Asuntos Internacionales de la Universidad de Qinghua.

A juicio de Yan, Washington podría verse obligado a posponer la construcción del sistema nacional de defensa con misiles, rechazado por China, para fortalecer otras formas de seguridad interna.

«¿Cuáles son los peligros más inminentes para Estados Unidos, el terrorismo o los misiles (nucleares) de alcance continental? Si el pueblo estadounidense puede ganar guerras en el exterior sin bajas, pero es asesinado en su país por una bomba, ¿dónde está su seguridad?», se preguntó.

Además de las razones estratégicas, la voluntad china por tener protagonismo en el ámbito internacional tiene también causas económicas.

Su pedido de ingreso a la Organización Mundial del Comercio (OMC), proceso que insumió 15 años, está llegando a un exitoso final. En noviembre, la OMC debería aceptarla, abriéndole el acceso a los mercados de todo el mundo.

Finalmente, como país importador de recursos energéticos, China quiere asegurarse que ninguna guerra o atentado afecte su abastecimiento de petróleo y gas natural. (FIN/IPS/tra- eng/ab/ral/mp-dc-ff/ip/01

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