El conflicto entre israelíes y palestinos se trasladó a los salones de la ciudad sudafricana de Durban donde organizaciones no gubernamentales (ONG) realizan un foro complementario de la Conferencia Mundial contra el Racismo.
El Foro de ONG fue escenario de enfrentamientos entre delegados palestinos e israelíes y de cuestionamientos a la posición oficial de la Organización de Naciones Unidas (ONU) sobre el conflicto.
La palestina Manar Farrg, que con 15 años es la delegada más joven, escuchaba el lunes 27 desde el público el discurso que la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Mary Robinson, dirigía a la Cumbre Juvenil del Foro.
Cuando Robinson concluyó, Farrg la cuestionó por haber ignorado a Palestina. La Alta Comisionada contestó que la reunión debía considerar el sufrimiento del pueblo palestino pero de una forma que «promoviera los verdaderos propósitos de esta conferencia», sin caer en un lenguaje racista.
Farrg personifica dos de las cuestiones más polémicas que debe tratar la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, que comenzó el viernes, también en Durban.
Se trata del supuesto tratamiento racista de Israel hacia la población palestina y la afirmación de países árabes de que el sionismo, el movimiento nacionalista judío que promovió la fundación de Israel en Palestina, es una forma de racismo.
Una sesión de la Cumbre Juvenil que discutía el antisemitismo debió interrumpirse el miércoles, cuando los delegados palestinos se enfrentaron verbalmente con estudiantes judíos.
La delegación israelí se retiró de la Cumbre Juvenil el lunes 27, cuando el plenario aceptó una moción palestina que declaraba a Israel fuerza de ocupación.
Los 10 integrantes de la delegación israelí notificaron a los organizadores que boicotearían la reunión, a la que calificaron de farsa y de estrado contra el sionismo.
Por otra parte, existe preocupación entre las ONG por las posibles represalias israelíes contra activistas palestinos que se identifican públicamente en el foro, como es el caso de Farrg,
«Si algo le ocurre a las personas que han venido a la conferencia cuando vuelvan a Palestina, todas las ONG se movilizarán y lanzaremos una campaña masiva», advirtió Salim Vally, del Foro Consultivo Nacional para Palestina, de Sudáfrica.
La vida de Farrg es similar a la de todos los jóvenes palestinos que crecieron en campamentos de refugiados de la franja de Gaza y de Cisjordania, los dos territorios palestinos ocupados por Israel desde 1967.
Farrg integra una compañía de danza que dramatiza en escenarios del mundo la vida en los campamentos. Su padre es funcionario de la Autoridad Nacional Palestina.
Aprovechando la atención de la prensa sobre su persona, Farrg relató que la población infantil en los campamentos vive en condiciones penosas. Niños y niñas no tienen lugar para jugar y la mayoría crecen sin contacto con sus padres, que permanecen en prisión.
Farrg, la mayor de cuatro hermanos, dijo que había visitado dos veces en su aldea natal, Dheisheh, y que se deprimió a la vista de la destrucción causada por el conflicto. Pero se declaró dispuesta a volver, e hizo votos porque la suya fuera «la última generación que sufre».
Otro integrante de la delegación palestina, Zeiad Abbas, nació en el mismo campamento de Farrg, donde ha vivido por más de 50 años y en el que trabaja en un centro cultural para la población infantil y juvenil.
En el campamento de Dheisheh viven más de 11.000 personas en un espacio de medio kilómetro cuadrado. «La privacidad no existe, cuando quieres abrir una ventana te encuentras con la ventana del vecino», explicó Abbas. En verano falta el agua y en invierno no hay electricidad durante días.
Abbas se identificó como uno de los más de cinco millones de refugiados palestinos que se han convertido en números para investigadores y activistas de derechos humanos.
La madre de Abbas cerró la puerta de su casa en una aldea palestina en 1948, cuando los israelíes invadieron territorios árabes, y se escondió en las montañas esperando volver a su hogar por la noche.
Pero fue llevada a un campamento donde murió más tarde. «(Ella) me dio la llave de la casa. Es un símbolo de nuestro derecho a regresar», dijo Abbas, agregando que es uno de los miles de refugiados que conservan la llave de su hogar.
«El pueblo palestino no ha tenido apoyo real de los gobiernos del mundo. Hay resoluciones (de la ONU) sobre los refugiados en las que Palestina es mencionada como una 'cuestión', pero ningún país presionará a Israel para que cumpla con esas resoluciones», opinó.
Al comparar la situación de Palestina con el régimen supremacista blanco del apartheid, vigente en Sudáfrica hasta 1994, Abbas sostuvo que los sudafricanos pueden entender cabalmente el racismo. «Estamos viviendo en un sistema de apartheid con un nombre diferente», aseguró.
Halimeh Abú Soulb, representante de una organización de mujeres palestinas, agregó que la población femenina está sometida a la violencia, la opresión y la degradación.
El cierre de caminos y carreteras impuesto por las fuerzas israelíes impide a la población palestina trasladarse de una aldea a otra, ni siquiera para acudir al hospital por una emergencia, advirtió Soulb. (FIN/IPS/tra-eng/cg/aa/dc-aq/hd/01