Más de 3.000 sudafricanos sin tierra, reunidos en un campo de fútbol del oriental puerto de Durban, pidieron al gobierno que acelere el proceso de reforma agraria y destacaron el vínculo entre su problema y el racismo.
La asamblea, convocada por el Movimiento de Personas sin Tierra y por la Comisión Nacional de Tierras, una alianza de organizaciones no gubernamentales (ONG), se realizó en vísperas de la Cumbre Mundial contra el Racismo de la Organización de las Naciones Unidas, que comenzó en Durban el viernes.
La fecha fue elegida para subrayar la relación entre la cuestión de la tierra y la discriminación racista, y el campo de fútbol en el cual acamparon y debatieron los participantes en la asamblea está a unos diez minutos de viaje del hotel Hilton de Durban, donde se alojarán las delegaciones a la conferencia.
Los asambleístas, que llegaron en autobuses, vestían camisetas negras con una inscripción en letras rojas: «La falta de tierras es igual al racismo».
«Esta es la verdadera conferencia» contra el racismo, afirmó Andile Nmgxitima, uno de los organizadores de la asamblea, en la cual la presencia de militantes de base marcó un claro contraste con la formalidad de los preparativos de la reunión de la ONU y con el foro paralelo de ONG.
Más de tres cuartas partes de las tierras cultivables del país son propiedad de granjeros comerciales blancos, y cerca de 60 por ciento de los pobres viven en áreas rurales.
La reforma agraria en curso fue anunciada como una transferencia a negros pobres de 30 por ciento de las tierras cultivables del país, pero en los últimos dos años sólo se repartió dos por ciento del total prometido.
Gertrude Stein, de 67 años de edad, comía un humilde plato de arroz, tras dormir en una de las tiendas de campaña, de tela con franjas rojas y verdes, mientras numerosos altoparlantes emitían la canción «Give me hope» (Dame esperanza) de Eddie Grant.
«Aquí hay una sensación de esperanza y de unidad», comentó Nmgxitima, y Gule estuvo de acuerdo, aunque señaló que no le parecía bien que una dama de edad avanzada como ella tuviera que «dormir sobre la hierba».
Moses Hlatswayo, de la provincia de Mpumalanga, despertó a todos a las tres de la mañana, y respondió a las quejas de activistas urbanos con el argumento de que los guerreros de la etnia zulú se levantaban antes del amanecer cuando iban a una batalla.
Hlatswayo dijo que él iba a la batalla por su tierra, y «no había tiempo para las sábanas».
«Doce millones de pobres rurales negros sudafricanos viven en el sobrepoblado territorio de los llamados bantustanes, siete por ciento del área del país, creados por los colonialistas británicos como única región para residencia de la mayoría negra», indicaron las ONG convocantes en una declaración.
«Los residentes en esas áreas no tienen en la actualidad más acceso a tierra o garantías de su derecho de propiedad que los que tenían cuando fueron obligados a vivir allí, de 1912 a 1990», añadieron.
La asamblea recibió mensajes de apoyo de movimientos similares de India y Palestina.
Moses Mafethe buscó a IPS para contar su historia. Tiene 58 años de edad y nunca pudo establecerse en un pedazo propio de tierra, desde que su familia comenzó una larga migración interna, al ser desalojada por granjeros blancos de sus ancestrales territorios en la región occidental.
Sus padres y otros parientes están enterrados en distintas regiones del país.
En 1994, Mafethe pensó que el fin del régimen racista del apartheid le permitiría recuperar la tierra de sus antepasados. Siete años después, su pedido de restitución aún recorre oficinas con lentitud, y sus cartas a la ministra de Asuntos Territoriales y Agricultura, Thoko Didiza, no han tenido respuesta.
«Ni siquiera me permiten visitar las tumbas de mis ancestros», que han sido deterioradas por actos de vandalismo, contó.
Didiza habló a los asambleístas en la mañana del jueves. Dijo que el proceso de reforma agraria es lento, y que está limitado por acuerdos que aceptó el gobernante Congreso Nacional Africano para que el apartheid terminara sin violencia.
Un poeta subió al estrado mientras la ministra hablaba, y la acusó de causar «didiza», un término que significa confusión creada con la intención de eludir algo.
La asamblea destacó una contradicción central que estará presente en la conferencia de la ONU, que terminará el 7 de septiembre.
Muchos funcionarios gubernamentales emplearán una concepción del racismo que lo limita a la intolerancia, pero activistas y organizaciones sociales defienden una definición que incluya las bases económicas de la discriminación. (FIN/IPS/tra- eng/fk/mn/mp/dv hd/01