/BOLETIN-DD HH/ DERECHOS HUMANOS: 250 millones discriminados por su casta

La Conferencia Mundial Contra el Racismo debe discutir la discriminación de castas, que afecta a 250 millones de personas en el mundo y continúa en expansión, sostuvo la organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW).

El problema está más generalizado en Asia meridional, pero hay casos similares en Africa occidental, América del Norte, Caribe, Gran Bretaña, Japón, Mauritania, Nigeria, islas del Pacífico y Senegal, señaló la organización internacional con sede en Nueva York.

La Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia comenzó el viernes en el puerto oriental sudafricano de Durban, con la participación de al menos 15 jefes de Estado.

En su informe «Discriminación de castas: Una preocupación mundial», HRW critica al gobierno indio porque pretende eliminar el problema de la agenda de la conferencia. Nueva Delhi argumenta que el punto no está dentro de los objetivos de la reunión.

Varios organismos internacionales bajo la égida de la Convención Internacional para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial, de 1965, señalaron que el problema de las castas es de su competencia, según el informe de HRW.

HRW también destacó que Nepal, a pesar de tener problemas muy similares a los de India, dio un importante paso al admitir que la discriminación de las castas inferiores sigue siendo preocupante en ese reino himalayo y declarar que debía ser discutida en Durban.

«Más de 250 millones de personas en todo el mundo siguen sufriendo lo que en realidad es un apartheid (segregación racial institucionalizada) oculto, esclavitud moderna y otras formas de discriminación, explotación y violencia», sostuvo HRW.

«Las castas significan un enorme obstáculo para que las personas alcancen el goce completo de sus derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales», añadió.

El sistema de castas, según HRW, es la base de la exclusión de sectores de la población según su ascendencia. Las personas pertenecientes a las castas inferiores prácticamente no se diferencian a las de las más altas en su aspecto físico.

La casta determina el oficio, la calidad de la vivienda, la persona con quien se casará y todos los aspectos de la vida social de sus miembros. La transgresión de esas divisiones es castigada con ostracismo social, presiones económicas e incluso violencia física.

A comienzos de este mes, un joven de la casta alta «brahmán» y una muchacha de la casta baja «jat» fueron linchados en el septentrional estado indio de Uttar Pradesh por sus propios familiares y frente a cientos de personas, luego de que se negaran a poner fin a una relación sentimental.

En la noche del 1 de diciembre de 1997, un grupo armado de terratenientes de casta alta, conocido como «senas», mató a 16 niños, 27 mujeres y 18 hombres en un distrito de casta baja, al parecer debido a que los aldeanos apoyaban la demanda de un grupo rebelde de una distribución más justa de la tierra.

La violencia contra la casta «dalits» (o «intocables»), la más marginada en la religión hindú mayoritaria en India, aumentó en los últimos años debido al crecimiento de los movimientos en defensa de los derechos de esa comunidad.

El informe de HRW indica que los senas operan contra los dalits con impunidad y muchas veces con el apoyo de la policía. Hay unos 160 millones de dalits, casi una sexta parte de la población de India.

Los dalits sufren una «completa marginación, casi siempre en aldeas rurales, no pueden transitar territorios ocupados por castas altas, no pueden usar los mismos pozos de agua ni visitar los mismos templos, y sus hijos deben sentarse en el fondo de los salones de clase», señaló HRW.

El gobierno de India instaló campamentos separados para las distintas castas hindués, cuando un terremoto devastó en enero la meridional región de Gujarat, mató a 30.000 personas y dejó a más de un millón de personas sin hogar, denunció la organización.

Así mismo, dalits y musulmanes no tuvieron el mismo acceso a refugios, electricidad y agua potable que las castas altas, pese a que la Constitución india prohíbe este tipo de discriminación desde hace 50 años.

Pero este problema no está limitado a India, pues se generalizó entre los hindúes de los fronterizos Bangladesh, Nepal, Pakistán y Sri Lanka.

En Sri Lanka existen dos sistemas de castas, uno para la mayoría, principalmente budistas cingaleses, y otra para las comunidades tamil, en su mayoría hindúes.

Los miembros de la casta «rodiya» siguen viviendo en comunidades segregadas con poca o ninguna vinculación con las castas altas, señala el informe. Ahora están confinados a realizar trabajos serviles.

La limpieza de calles y hospitales, y el transporte de desechos humanos y animales son tareas realizadas casi en forma exclusiva por dalits en Bangladesh, India, Nepal y Sri Lanka, según HRW.

El gobierno indio empleó en noviembre de 1999 a 200 dalits recolectores de basura de Nueva Delhi para trasladar cadáveres de animales tras un ciclón en el estado de Orissa, debido a que los miembros de las castas altas se negaron a hacerlo, aun cuando se les ofrecían buenos sueldos.

Los dalits tienen por lo general menos educación y dejan la escuela antes que los niños de otras castas, pese a que las leyes garantizan igual acceso a la enseñanza y a beneficios económicos y sociales.

Además, tienen menos posibilidades de obtener tierras propias, y las mujeres de las castas bajas son las que sufren más la discriminación, destacó HRW.

El estudio también analiza la situación de las castas «buraku», de Japón, «osu», de Nigeria, y otras de Mauritania y Senegal.

Los casi tres millones de miembros del grupo burakum, históricamente confinados a trabajos «impuros» por los shintoístas y budistas, todavía son discriminados en Japón. Por lo general viven apartados en sus propias comunidades y sufren discriminación verbal y abusos en sus trabajos, según HRW.

En las comunidaes «igbo», del sudeste nigeriano, los miembros de la etnia osu son segregados, a pesar de que está prohibido por ley. La mayoría no poseen tierras, se casan entre ellos y son enterrados en cementerios separados, informó HRW. (FIN/IPS/tra-en/jl/aa/rp/aq/hd/01

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