Muchos adultos venezolanos se emocionan cuando tocan por primera vez especímenes acuáticos, al visitar el Museo Marino de la Isla Margarita.
La inauguración de un acuario y de una piscina donde los visitantes pueden entrar en contacto directo con plantas y animales marinos dio un nuevo impulso este museo privado, un lugar único en Venezuela, que tiene extensas costas sobre el mar Caribe.
Con un promedio de 75.000 visitas anuales, en agosto se rompió la marca, al registrarse 20.000 visitantes en el mes, una clara respuesta del público a los nuevos espacios abiertos en julio por este museo, que tiene siete años.
Teobaldo Castañeda, gerente general del museo, atribuyó el aumento de las visitas a las nuevas instalaciones, que incluyen una piscina que permite el contacto, bajo supervisión de un guía, con especies como caracoles, estrellas y pepinos de mar, erizos, langostas, cangrejos, tortugas y rayas.
«La piscina es la principal atracción para los niños, pero nos encontramos con muchos adultos emocionados porque por primera vez tienen un contacto cercano con especies del mar», dijo Castañeda a IPS.
Bladimir Rodríguez, quien condujo la instalación de un acuario en el museo, aseguró que se trató de «mostrar los cinco ambientes y especies más representativas del país».
Este es el único museo marino de Venezuela. Hay, sí, varios acuarios que, sin embargo, no dan importancia a las especies caribeñas, propias de este país.
El museo apeló a pescadores artesanales de la Isla Margarita, que recorrieron el mar Caribe hasta la reserva natural del archipiélago de los Roques para la recolección de especímenes, y luego a expertos se crearon las condiciones para adaptar lo mejor posible a las especies al nuevo hábitat.
La cercanía con la costa le permite al Museo contar con un flujo directo de agua marina. «Tratamos de imitar los ambientes y, aunque no son perfectos como los naturales, se asemejan mucho», indicó el supervisor de mantenimiento, Asdrúbal Carreño.
El museo pertenece a la privada Fundación Polar, vinculada con la industria de alimentos y bebidas, que que recibe subvenciones oficiales y privadas, explicó Castañeda. Los salarios del personal son solventados con los ingresos de boletería.
El costo de las entradas es bajo: un adulto puede hacer el recorrido pagando un poco más de dos dólares y un niño la mitad.
La construcción del acuario costó 200.000 dólares. Se requieren otros 80.000 dólares para concluir una segunda fase del proyecto, que incluirá espacios para tiburones y para tortugas.
«En el museo se reciben animales heridos o enfermos, se les atiende y luego se los devuelve al mar. Deseamos un espacio apropiado para esta tarea ambiental», adelantó Castañeda.
Más de una tercera parte de los visitantes son niños y adolescentes. La Fundación Polar coopera con el Programa Educativo Formativo sobre Biodiversidad Marina de Venezuela.
«Se quiere reforzar la labor que desarrollan los maestros de la zona» de la Isla Margarita «en materia de educación ambiental», aseguró el coordinador de Ambiente de la Fundación, Armando Hernández.
La propuesta es armonizar el recorrido por el museo con el programa educativo académico, de modo que «complemente la educación de los pequeños. Eso aún está madurando», dijo Hernández.
Los ecosistemas autóctonos reproducidos en el museo son arrecifes de coral, manglares, playa arenosa, acantilado rocoso, praderas de hierbas marinas y lagunas costeras.
Otro punto de interés en el museo es la sala con réplicas de embarcaciones, para la cual han colaborado artesanos de la Isla Margarita, dijo Hernández.
Uno de los planes a futuro es un acuario virtual, para mostrar a través de la red mundial de computadoras de Internet la variedad de ecosistemas marinos de este país. Por lo pronto el museo cuenta con una página de presentación en la web: http://www.fpolar.org.ve/museomarino/ (FIN/IPS/ac/mj/cr en/01