El gobierno de México y Greenpeace entraron en colisión frontal por el caso de los cultivos transgénicos, luego de que el viceministro de Agricultura, Víctor Villalobos, defendiera esa tecnología y calificara a la organización de «terrorista ambiental».
«Las acusaciones son injustificadamente agresivas y los argumentos a favor de los transgénicos totalmente equivocados», dijo el martes pasado a IPS Cecilia Navarro, portavoz de Greenpeace, capítulo México.
Villalobos abrió fuego contra el grupo ambientalista en una entrevista con el diario Reforma, en la que anunció el impulso gubernamental a la producción de transgénicos.
Las declaraciones del viceministro pusieron fin a una serie de acercamientos que las autoridades y Greenpeace mantuvieron sobre el caso de los organismos genéticamente modificados (OGM) desde que el presidente Vicente Fox inició su gestión, en diciembre.
También demostraron que el gobierno abandonó la posición neutral que había expresado respecto de los OGM, rechazados por los ecologistas por su supuesto riesgo para la salud humana y el ambiente.
De los transgénicos depende la seguridad alimentaria del país, afirmó Villalobos, tras indicar que el gobierno estimulará las investigaciones en ese campo.
«Estas organizaciones que protestan (como Greenpeace) viven de terrorismo ecológico y entonces se lanzan contra los transgénicos», agregó.
Navarro acusó al gobierno Fox de ceder ante las presiones de las compañías transnacionales que producen alimentos transgénicos, pero advirtió que su grupo no dejará de oponerse a esa tecnología.
Científicos y numerosas organizaciones no gubernamentales del mundo creen que los OGM ponen en riesgo la biodiversidad, las fuentes de empleo de los agriculturores de los países pobres y la salud de los consumidores, señala Greenpeace.
Aunque no hay investigaciones concluyentes, algunos estudios sugieren que a largo plazo, el cultivo y consumo de transgénicos podría causar mutaciones genéticas y enfermedades desconocidas.
La corriente de opinión opuesta a los OGM también advierte que esos productos de laboratorio alterarán las semillas autóctonas, lo que significará un duro e irreversible golpe para los países en desarrollo, donde se concentra más de 80 por ciento de la biodiversidad del planeta.
Los promotores de la biotecnología, ciencia que permite mezclar genes de diferentes especies, aseguran por su parte que pueden crear productos económicos, de rápido cultivo, alto contenido de proteínas y bajo uso de agroquímicos.
Villalobos sostuvo que México no puede quedar a la zaga de la biotecnología, pero puntualizó que las investigaciones sobre OGM se realizarán con precauciones y siempre defendiendo el ambiente.
«Si seguimos con los métodos agrícolas actuales, sostener la demanda alimenticia de la población nos costará la destrucción de los suelos, una lucha por el agua y, en suma, el agotamiento de los recursos naturales», expresó.
En México se experimenta con transgénicos en maíz, papa, algodón, calabaza, soja, papaya, tomate, piña y tabaco, entre otros productos de la agricultura. Pero aún no han sido autorizados los cultivos comerciales y el Congreso legislativo mantiene intensas discusiones sobre el asunto.
Hay alternativas en la agricultura orgánica, que es más segura y rentable que los transgénicos, pero las presiones de las empresas transnacionales son fuertes y los países en desarrollo caen en su juego, aseguró Silvia Ribeiro, representante para América Latina de la Fundación Internacional para el Progreso Rural.
Los únicos cultivos comerciales transgénicos que existen en el mundo son soja, maíz, algodón y canola (colza) y las semillas pertenecen a las transnacionales Monsanto, Dupont, Syngenta, Aventis y Dow.
Noventa y ocho por ciento del área sembrada está en Argentina, Canadá y Estados Unidos y Monsanto es responsable de 94 por ciento del área cultivada.
La polémica por estos productos se avivó en julio, cuando el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) señaló que los cultivos transgénicos pueden ser la clave para combatir el hambre en el mundo.
El impacto ambiental de los OGM no está comprobado, aunque deben tomarse precauciones. En cambio, se sabe que en el mundo hay 850 millones de personas que pasan hambre y que podrían ser atendidas con esa clase de productos, observó el PNUD.
Las afirmaciones del PNUD, las primeras en el ámbito de la Organización de las Naciones Unidas favorables al uso de OGM, fueron criticadas por los ambientalistas, para quienes lo único que logró esa declaración fue estimular a las transnacionales cuando parecían retroceder.
El área sembrada con semillas transgénicas en el mundo se multiplicó por 25 de 1996 al 2000, pero en el último bienio, su crecimiento cayó a ocho por ciento, frente a un aumento de 44 por ciento entre 1988 y 1999.
Los ecologistas exigen el etiquetado de esos productos. Es decir, la advertencia al consumidor del origen que tienen. (FIN/IPS/dc/ff/en/01