El narcotraficante colombiano Pablo Escobar murió a manos de un agente estadounidense y no de las fuerzas de seguridad de Colombia, como se sostuvo hasta ahora, según el último libro del periodista estadounidense Mark Bowden.
En «Killing Pablo» («Matando a Pablo»), Bowden detalla el operativo conjunto de Estados Unidos y Colombia para ubicar el paradero de Escobar, el jefe del poderoso cartel de Medellín y uno de los mayores narcotraficantes de la historia.
El autor de «Killing Pablo», que detalla la trayectoria y la contradictoria personalidad de Escobar, ya había logrado un éxito de ventas en 1999 con «Black Hawk Down», sobre la fracasada operación de paz de Estados Unidos en Somalia.
Escobar comenzó su carrera delicitiva como ladrón de automóviles y modesto estafador, pero en 1989, la revista estadounidense Forbes lo ubicó en el séptimo lugar entre los hombres más ricos del mundo.
El primer tercio del libro de Bowden describe el ascenso del ambicioso joven que abandonó sus estudios secundarios en el contexto del conmocionado clima político colombiano.
Escobar construyó su imperio gracias a su insaciable ambición y al imperturbable uso de la violencia. Su forma de negociar se basaba en el principio de «plata o plomo».
Muchos colombianos, incluso quienes ejercían el poder, aceptaron la fórmula, incluso cuando el narcotraficante mataba o secuestraba a personas cercanas, escribió Bowden.
Pero todo cambió cuando, en pocos meses, Escobar ordenó el asesinato de un respetado político y causó la muerte a 110 personas, dos de las cuales eran ciudadanos estaodunidenses, con la explosión de un avión comercial.
Una asamblea constituyente llegó a aprobar en Colombia la prohibición de la extradición de nacionales, presionada por la ola de atentados con explosivos cometidos por el cartel de Medellín en el periodo conocido como «narcoterrorismo».
Así, a pesar de la colaboración de Estados Unidos con el gobierno colombiano, Escobar logró escapar de la extradición.
Una vez que fue detenido, fue alojado en una prisión construida según sus propias instrucciones, La Catedral, equipada como un lujoso lugar de descanso que pronto se convirtió en su centro de operaciones.
Más tarde, el joven viceministro de Justicia, Eduardo Mendoza, retiró los jacuzzis, las grandes pantallas de televisión y otros equipos electrónicos de tecnología avanzada. Pero esas comodidades fueron reinstalados una semana después.
Escobar pasó un año en La Catedral. Luego, se escapó.
«Killing Pablo» dedica la mayor parte de sus páginas a la crónica de la cacería de Escobar luego de su fuga. Para Bowden, se trató de una operación de «búsqueda y destrucción» luego de que Escobar y sus seguidores iniciaron su campaña de atentados y asesinatos, en un periodo llamado «narcoterorismo».
La muerte de Escobar en diciembre de 1993, tras 16 meses de cacería, fue atribuida a las fuerzas de seguridad colombianas. Pero Bowden sostuvo en su libro que el narcotraficante murió, en realidad, a manos de un estadounidense.
Se trataba, según el periodista, de un miembro de una agencia de inteligencia de elite desplegada en Colombia denominada Centro Spike y Delta Force.
«Creo que el libro aclara que los estadounidenses en la embajada sabían muy bien los vínculos entre sus agencias de inteligencia, las fuerzas de seguridad y Los Pepes», un escuadrón de la muerte que perseguía a Escobar, dijo Bowden a IPS.
«Sospecho que Los Pepes eran, de hecho, una creación de Estados Unidos, que, en una táctica clásica, reclutó miembros de una banda criminal local para combatir otra banda criminal», agregó.
«Uno de los integrantes de Los Pepes dice en el libro que fue reclutado por un agente de la DEA», la agencia antidrogas estadounidense, sostuvo el autor.
Escobar es retratado por Bowden como un asesino a sangre fría y como un fumador de marihuana que adoraba la pizza y tenía gustos particulares en materia de baños.
Entre las cosas que Escobar dejó en La Catedral figuran una gran la colección de videos que incluía la serie completa de «El Padrino», de Francis Ford Coppola, y cartas de fanáticos entre los que se contaba una reina de belleza.
«Creo que Pablo era un despreciable asesino. Podía ser encantador y amaba a su familia, lo cual revela que es un ser humano y que la maldad no es algo ajeno a ninguna persona», dijo Bowden.
«Me esforcé por comprenderlo para escribir el libro. Puedo ver cómo él mismo racionalizaba su comportamiento, cómo él veía sus actos de violencia en el contexto de la defensa propia y, por lo tanto, cómo era conducido por las fuerzas lanzadas en su contra para tornarse más violento», sostuvo.
En el último capítulo del libro, Bowden discute con el jefe de la oficina de la DEA en Bogotá, Joe Toft, la ambigüedad del modo en que se desarrolló la caza de Escobar.
Cientos de familiares y socios del narcotraficante fueron muertos a balazos durante la búsqueda, la mayoría por Los Pepes, uno de cuyos integrantes era Carlos Castaño, fundador de la organización paramilitar de derecha Autodefensas Unidas de Colombia.
Toft aseguró que varios funcionarios del gobierno colombiano que aceptaron dinero del cartel de Cali (enfrentado con el cartel de Medellín, liderado por Escobar), y sostuvo que este fue un caso comparable al mito de la Hidra de Lerna, pues, al cortarle la cabeza a la banda, crecieron otras.
«No creo que el fin justifique los medios. Creo que hubo excesos. Veo mi papel de un modo diferente al de los periodistas de investigación convencionales, que en cierto sentido funcionan como acusadores, revelando los errores y haciendo frente a los culpables», dijo Bowden.
«Prefiero contar a los lectores lo que sucedió con exactitud y dejar las cuestiones legales y morales abiertas», sostuvo.
Bowden está en proceso de convertir «Killing Pablo» en un guión cinematográfico. La versión cinematográfica de «Black Hawk Down», dirigida por Ridley Scott, se estrenará en marzo próximo. (FIN/IPS/tra-eng/sr/ks/aa/dc-mj/cr/01