Más de 50 países podrían verse involucrados en guerras por el agua en la próxima década a menos que comiencen ya a negociar acuerdos para compartir sus recursos hídricos.
La causa de los conflictos internacionales por el agua no es la escasez o la sobrepoblación mundial, sino la falta de coordinación para explotar las fuentes, señalaron investigadores.
La Organización de las Naciones Unidas y el gubernamental Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos advirtieron que la escasez de agua y el aumento de su demanda por el crecimiento de la población son las principales causas de conflictos limítrofes en torno de este recurso vital.
Pero investigadores ahora sostienen que, si bien estos aspectos influyen, el factor determinante es, con frecuencia, el intento unilateral de un país de explotar un río, ante la ausencia de tratados que preserven los intereses de las otras naciones que comparten sus aguas.
«La tensión no se origina en la necesidad del agua en sí, sino en los proyectos para utilizar ríos internacionales», sostuvo Sandra Postel, directora del Proyecto de Políticas Mundiales sobre el Agua, radicado en Estados Unidos, y miembro del instituto Worldwatch.
Un equipo de la Universidad de Oregon desarrolló un archivo sobre la historia de las disputas limítrofes por el agua y concluyó que respondieron no a su escasez sino a intentos de algún país de controlar los ríos, generando «décadas de hostilidades» con sus vecinos, explicó el profesor Aaron Wolf.
Los expertos estudiaron durante dos años el caso de los ríos Eufrates, Jordán, Nilo y Tigris, entre otros.
El Nilo, por ejemplo, es compartido por 10 países. A fines de los años 50, cuando Egipto decidió construir la represa de Aswan, estalló un conflicto con Sudán, su vecino meridional.
El Cairo y Jartum firmaron un tratado en 1959, pero aún no tienen acuerdos de cooperación con Etiopía, de cuyo territorio surge casi 85 por ciento del caudal del río. «Egipto, la potencia regional, sigue desarrollando de forma unilateral grandes proyectos», señaló Wolf.
En cuanto al río Ganges, India construyó una represa en los años 70 cerca de la frontera con Bangaladesh, que, como consecuencia, recibió un menor flujo durante la temporada de sequía.
«Esto dio inicio a un periodo de 20 años de hostilidades e inestabilidad, que incluso aumentó las oleadas migratorias de Bangladesh a India», dijo Wolf.
Postel y Wolf aseguran que 51 países de todo el mundo están en riesgo de tener conflictos por el agua en los próximos 10 años. Ocho de los ríos en disputa están en Africa, en especial en el sur, y seis en Asia, la mayoría en la región sudoriantal.
«Pocos de esos conflictos están en la pantalla del radar y en la mente de los analistas de seguridad», afirmó Wolf.
Uno es el río Salween, que nace en el sur de China y se extiende a través de Birmania y Tailandia. Todos estos países quieren construir represas y tienen proyectos de desarrollo en las riveras, pero los planes no son compatibles entre sí, según los investigadores.
Esto se agrava con otros factores desestabilizadores, como la situación política del Tíbet, la producción de opio y el aumento de la población urbana de Bangkok.
China, Birmania y Tailandia no tienen tratados al respecto ni diálogo regular ni capacidad institucional como para afrontar los efectos políticos que deberán afrontar si implementan sus proyectos.
Otro lugar en riesgo es la cuenca del río Okavango, en el sur de Africa, que abarca parte de Angola, Botswana, Namibia y Zimbabwe.
En 1996, Namibia reactivó los planes para desviar agua del río Okavango hacia Windhoek, la capital. Angola y Botswana objetaron el proyecto porque la sobrevivencia de su pueblo y de sus animales salvajes depende del río.
En estas y otras regiones del planeta es necesario «un proceso de cooperación antes de que comiencen hostilidades que impidan a los países involucrados sentarse a una mesa de negociación», dijo Postel.
Los acuerdos, cuando existen, son «marcadamente elásticos» y los países firmantes tienen hostilidades entre ellos sobre otros asuntos no relacionados al agua, explicó la experta.
El Tratado de Aguas del Indus, que regula la explotación de ese río entre India y Pakistán, sobrevivió a dos guerras entre los dos países. El convenio permitió a cada país aplicar sus planes agrícolas y económicos sin arriesgar los del otro.
Postel remarcó además la necesidad de políticas más severas en la mayoría de los países para regular el uso del agua subterránea, garantizar y restingir el suministro de zonas urbanas y proteger a los ríos de la contaminación.
«Una mayor asistencia a los gobiernos por parte de las agencias internacionales para llevar adelante estas políticas podría ayudar a evitar conflictos por el agua en el futuro», afirmó.
Los países también deberían incluir las recomendaciones de la Comisión Mundial sobre Represas, organización académica financiada por agencias multilaterales, industrias, gobiernos y organizaciones no gubernamentales.
La comisión puede realizar estudios para determinar si la construcción de una represa es realmente la mejor opción, propuso la experta. (FIN/IPS/tra-eng/dk/aa/rp/mj/en/01