Partidarios y adversarios de la biotecnología debaten la conveniencia de aplicar esa disciplina para combatir una hierba parásita que devasta cosechas en Africa, y en especial en la región oriental del continente.
Los defensores de la ingeniería genética afirman que es posible emplearla para erradicar la striga, conocida como «hierba bruja» y «buda» en swahili, pero ambientalistas sostienen que eso sería demasiado costoso para los agricultores pobres, y que hay métodos naturales más económicos y adecuados.
La striga alcanza una altura de 15 centímetros y arruina los cultivos de maíz, mijo y sorgo, tradicionales en la región, porque sus raíces buscan las de plantas cercanas para extraer agua y otros nutrientes
Según estudios agrícolas, la hierba destruye en la actualidad 40 por ciento de los cultivos africanos de cereales, necesarios para afrontar la creciente escasez de alimentos, y causa pérdidas anuales de miles de millones de dólares en Africa Oriental.
Cada planta de striga es capaz de producir hasta 20.000 semillas, las cuales pueden permanecer en estado de latencia durante décadas, y hasta ahora se consideraba imposible erradicar la plaga.
Los defensores de la biotecnología alegan que es posible desarrollar variedades transgénicas de cereales resistentes a los herbicidas, para que los agricultores puedan emplear en forma intensiva productos químicos contra la striga sin perder sus cosechas.
Ese enfoque del problema es el mismo que ha adoptado la firma transnacional Monsanto, al desarrollar variedades transgénicas de maíz, soja y otras plantas, resistentes a su propio herbicida más vendido, cuyo nombre comercial es Roundup.
La combinación de herbicidas y cultivos resistentes a ellos es la única forma de combatir a la striga, sostuvo Fred Kanampiu, investigador agrícola en Kenia del Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y el Trigo, con sede en México.
La Fundación Rockefeller, con sede en Nueva York, donó el año pasado cientos de miles de dólares a investigadores biotecnológicos que buscan el modo de erradicar la striga.
La biotecnología puede desempeñar un importante papel en el mundo en desarrollo, y en especial en Africa, sostuvo Gordon Conway, presidente de esa fundación y especialista en ecología agrícola.
«Los beneficios potenciales (de la biotecnología) para los países en desarrollo son mucho mayores que los riesgos probables, según nuestros estudios», afirmó.
Los agricultores pobres de Africa se beneficiarían mucho más si aplicaran procedimientos baratos desarrollados en la región contra la striga, en vez de apelar a la biotecnología, alegó Brian Halweil, investigador asociado con la organización no gubernamental Worldwatch Institute, con sede en Washington.
«La solución biotecnológica sería costosa, aumentaría riesgos asociados con el uso de plaguicidas químicos, y no implicaría ningún beneficio adicional para los ecosistemas», afirmó Halweil, quien realizó hace poco un viaje de investigación a Kenia, y se reunió allí con agricultores y científicos.
Investigadores agrícolas y comunidades locales de Africa Oriental han desarrollado procedimientos propios para controlar la striga, aseguró.
Agricultores africanos han descubierto que esa hierba crece sobre todo en suelos explotados en exceso, y en especial en aquellos que los agricultores no han dejado reposar tras las cosechas, para que recuperen nutrientes, indicó.
La expansión de la striga en Kenia se debe a la creciente explotación excesiva de las tierras cultivables, aseveró.
«El promedio de la extensión de los cultivos familiares ha disminuido con el aumento de la población keniata, y los agricultores tienden cada vez más a no dejar descansar la tierra», explicó.
El uso de fertilizantes comerciales para que los suelos se recuperen es poco frecuente, debido al costo de esos productos, y tampoco se suelen recolectar excremento del ganado para emplearlo como fertilizante natural, porque está muy extendida la costumbre de dejar sueltos a los animales para que pasten, apuntó.
Algunos agricultores eliminan la striga al plantar ciertos árboles que aportan nutrientes a los suelos. En las raíces de esos árboles se desarrollan microbios que retiran nitrógeno de la tierra, y producen sustancias nitrogenadas que las plantas pueden metabolizar.
Los árboles crecen de febrero a abril, en el único período del año en el cual las condiciones climáticas imponen el reposo de la tierra, y la experiencia muestra que aplicar ese procedimiento una sola vez logra reducir más de 90 por ciento la presencia de striga en un terreno, según Halweil.
La striga y otras plagas podrían ser combatidas con eficacia si los agricultores dejaran crecer los árboles durante períodos más prolongados, opinó el científico Bashir Jama, del Centro Internacional de Investigación Agroforestal, con sede en Nairobi.
Plantar esos árboles tendría beneficios adicionales, ya que sus frutos son alimento muy nutritivo para el ganado, y su madera es útil como combustible, apuntó Halweil.
«Media hectárea plantada con árboles que crezcan durante seis meses puede aportar la leña necesaria para una familia durante un año», señaló.
Otros procedimientos naturales contra la striga se desarrollan en Kenia.
El Centro de Fisiología y Ecología de los Insectos, con sede en Nairobi, descubrió que un vegetal llamado desmodium de hoja plateada produce una sustancia que interfiere la infiltración de las raíces de spriga entre las de otras plantas.
Ese descubrimiento se realizó mientras los investigadores de la institución buscaban una forma natural de controlar otra plaga que afecta a los cultivos de maíz. (FIN/IPS/tra-eng/dk/aa/mp/en/01