AFGANISTAN: Talibán conserva apoyo en la población saudita

Ningún país árabe reconoce ya como gobierno de Afganistán al movimiento Talibán, que controla 90 por ciento del territorio afgano, pero esa organización mantiene apoyo en los pueblos árabes.

Pakistán es el único país que mantiene vínculos diplomáticos con el fundamentalista islámico Talibán, luego de que Emiratos Arabes Unidos y Arabia Saudita, los otros dos que lo habían reconocido, cortaran relaciones con su gobierno el sábado y el martes, respectivamente.

Esas rupturas se debieron a que el Talibán se niega a entregar al saudita Osama bin Laden, a quien el gobierno estadounidese reclama por considerarlo el principal sospechoso de los atentados del día 11 en Nueva York y Washington.

Riyadh alegó que el Talibán ayuda a terroristas que difaman al Islam y afectan la reputación de todos los musulmanes.

El creciente aislamiento del Talibán allana el camino para que el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, lleve a cabo su anunciada campaña internacional de guerra contra el terrorismo.

Uno de los propósitos de esa campaña es cortar las fuentes de financiamiento de las organizaciones que invocan el concepto islámico de «jihad» (guerra santa) para impulsar acciones terroristas, y todo indica que Bush se propone también realizar acciones militares contra Afganistán.

Las organizaciones que Washington tiene en la mira son 27, y entre ellas destaca a Al Qaeda (La Base), conducida por Bin Laden.

Islamabad retiró a todos sus funcionarios diplomáticos de Kabul por razones de seguridad, pero puntualizó que eso no significa la ruptura de sus relaciones con el Talibán, que son en la actualidad el único puente entre esa organización y la comunidad internacional.

Hay más de dos millones de afganos refugiados en territorio pakistaní, y el cese de los vínculos entre Islamabad y Kabul afectaría en forma grave la situación de esas personas.

Las relaciones diplomáticas entre Emiratos y el Talibán habían sido sólo simbólicas, en especial desde los atentados con explosivos en 1998 contra las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania, de los cuales Washington considera responsable a Bin Laden.

Por lo tanto, la ruptura fue ante todo un reconocimiento de la realidad, pero el gobierno de Emiratos seguirá relacionado con Afganistán, debido a que alberga y brinda asistencia humanitaria a decenas de miles de refugiados afganos.

Tras los atentados de 1998, Arabia Saudita redujo sus vínculos con el Talibán, y las actividades de la embajada de Afganistán en Riyadh se limitaron desde entonces a cuestiones administrativas y consulares, como la renovación de pasaportes de los casi 200.000 afganos residentes en territorio saudita.

Riyadh privó en 1994 a Bin Laden de la ciudadanía saudita, pero se mantuvo desde entonces en contacto con él, con la intención declarada de evitar que emprendiera acciones violentas, mientras conservaba vínculos de baja intensidad con el Talibán para defender sus intereses en Asia Central.

De todos modos, las decisiones de ambos países del Golfo muestran la gran influencia de Washington en la región. Emiratos y Arabia Saudita dependen mucho de Estados Unidos en materia de seguridad, y eso fue un fuerte factor de presión para que se sumaran a la campaña contra el terrorismo lanzada por Bush.

El rey Fahd de Arabia Saudita y el jeque Zayed, presidente de Emiratos, son los gobernantes decanos del mundo árabe y poseen gran influencia en el Golfo, por lo cual sus actitudes contribuyen mucho a acotar las protestas contra un eventual ataque de Washington a Afganistán.

De todos modos, un considerable número de ciudadanos de Arabia Saudita simpatizan con el Talibán, debido a su interpretación puritana del islamismo, que tiene vínculos con tradiciones religiosas sauditas, y al rechazo de Bin Laden a la presencia militar estadounidense en ese país y en el Golfo.

Además, Bin Laden pertenece a una prestigiosa y acaudalada familia saudita de la occidental ciudad de Jeddah, y el hecho de que Riyadh apoye a Washington contra él es factor de irritación.

Parte de la sociedad saudita considera a Bin Laden un héroe, debido al destacado papel que desempeñó en la resistencia contra la invasión de Afganistán por la Unión Soviética (1979-1989), y no puede creer que esté involucrado en actos de terrorismo.

Muchos residentes en Jeddah opinan que Riyadh se ha inclinado ante la presión estadounidense.

«No tiene sentido combatir al terrorismo de este modo. Estados Unidos es un país poderoso, y ejerce presión sobre todas las naciones árabes y musulmanas», dijo Eyad Mohammed, residente en Jeddah, a un importante diario saudita.

Otros piensan que el gobierno saudita no debería apoyar ataques de Estados Unidos contra Afganistán, que pueden causar la muerte de muchos inocentes.

«Hay muchas personas detrás del Talibán, y no sería justo acabar con ellas», dijo al mismo periódico el maestro Azzam Al Harbi.

Cerca de 80 por ciento de los seguidores de Bin Laden provienen de su país, afirmó el periódico Al Islah, del saudita Movimiento por la Reforma Islámica, con sede en Londres y opositor a los vínculos de Riyadh con Washington.

El gobierno de Arabia Saudita ha ocultado a sus aliados occidentales la fuerza de los grupos disidentes en ese país, aseguró.

«Los estadounidenses siguen a oscuras, sin darse cuenta de que la mayor parte de quienes apoyan a Bin Laden están dispuestos a servirlo, no sólo en Afganistán, sino también en Arabia Saudita», enfatizó.

Algunos comentaristas políticos piensan que el gobierno saudita y otros del Golfo son concientes del apoyo popular a Bin Laden en sus países.

Esos gobiernos consideran que «la única forma de apaciguar a sus pueblos es lograr algo a cambio» del apoyo a un eventual ataque estadounidense contra Afganistán, sostuvo Abdul Bari Atwa, director del diario árabe Al Qods, que se edita en Londres.

«Las potencias occidentales, y en especial Estados Unidos, deben reconocer que el terrorismo tiene raíces políticas. El conflicto entre árabes e israelíes, y el fracaso de los esfuerzos para ponerle fin mediante un acuerdo justo, implican un estorbo y una traición», arguyó.

Atwa ha alegado en forma reiterada que la mejor opción para combatir al terrorismo islámico no es una respuesta militar de Estados Unidos o de una coalición internacional conducida por Washington, sino una intervención de la Organización de las Naciones Unidas.

Los países del Golfo se comprometieron el domingo a apoyar la campaña estadounidense contra el terrorismo, pero mantienen reservas acerca de la posibilidad de un ataque militar contra Afganistán.

Según informes periodísticos, el gobierno de Arabia Saudita rechazó un pedido estadounidense de emplear una nueva base militar cercana a Riyadh, y eso puede postergar durante semanas el lanzamiento de ataques contra Afganistán.

Por su parte, Bahrein negó veracidad a informes periodísticos sobre la llegada a sus bases de aviones de guerra estadounidenses, y aseguró que Washington ni siquiera ha presehtado un pedido formal de uso de instalaciones militares de ese país. (FIN/IPS/tra- eng/nj/ral/mp/ip/01

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