El movimiento fundamentalista islámico Talibán, que controla 90 por ciento de Afganistán, no ha recibido el apoyo que pidió a los gobernantes del mundo musulmán contra un probable ataque estadounidense.
Estados Unidos considera al extremista saudita Osama bin Laden, residente en Afganistán, principal sospechoso de los atentados en Nueva York y Washington del 11 de este mes, y exige que sea entregado. Pero el Talibán se ha negado a hacerlo, y es probable que la negativa desencadene un ataque militar estadounidense.
Los dirigentes del Talibán, criticados por quienes los consideran intolerantes y opresores, han pedido respaldo a los gobiernos musulmanes y a la Organización de la Conferencia Islámica (OCI), que los reúne.
«Debemos unirnos contra nuestros enemigos, quienes desean aplastarnos porque somos musulmanes», dijo el fin de semana el mulá Mohammed Omar, líder del Talibán, a otros dirigentes de ese movimiento, durante una reunión en la meridional ciudad afgana de Kandahar, según informes periodísticos pakistaníes.
Sin embargo, será difícil que los gobernantes musulmanes brinden solidaridad al Talibán, aun si aceptaran que atacar a ese movimiento equivaldría a un ataque contra todo el mundo islámico.
Gobernantes de países musulmanes de Asia y Medio Oriente han apoyado en diverso grado la iniciativa de «guerra contra el terrorismo» que Washington anunció tras los ataques del día 11, pese a que los dirigentes del Talibán alegan que ellos y Bin Laden no fueron responsables de esos atentados.
El movimiento surgió en 1996, en el contexto de luchas por el poder entre grupos que habían resistido la invasión de la Unión Soviética a Afganistán, nueve años después de la retirada de las tropas soviéticas.
Es importante recordar que la versión fundamentalista del islamismo que predica y practica el Talibán ha sido rechazada en los últimos años, debido a su extrema intolerancia, por académicos y políticos islámicos.
En marzo, el Talibán invocó la religión musulmana para defender la destrucción de las dos gigantescas estatuas de Buda de Bamiyan, que fue condenada por numerosos clérigos y teólogos de otros países musulmanes, desde Egipto hasta Pakistán.
La destrucción de esas estatuas, destacado por medios de comunicación en todo el mundo, aumentó el aislamiento del Talibán, que reivindica su versión del Islam como «la más pura» entre los mil millones de musulmanes del mundo.
«De acuerdo con el Islam, nada me preocupa. Mi tarea es implementar el orden islámico», dijo Omar a la agencia de noticias Afghan Islamic Press, con sede en Pakistán, al comentar las críticas de quienes acusaron entonces al Talibán de tener una mentalidad «medieval».
«Destruir las estatuas es un imperativo islámico, y he adoptado mi decisión a la luz de un fatwa (decreto religioso) de los ulema (clérigos islámicos) y la Corte Suprema de Afganistán. La ley islámica es la única ley aceptable para mí», añadió.
El Talibán ha aplicado criterios de similar rigidez para imponer su versión del estilo de vida islámico a la población del territorio que gobierna, y sus políticas han afectado en especial a las mujeres..
«En esencia, el fundamentalismo islámico considera a las mujeres seres subhumanos, cuyo único valor es ser un medio de procreación y realizar trabajo doméstico en condiciones de esclavitud», afirmó la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA, por sus siglas en inglés).
La RAWA, con sede en Pakistán, es una organización de activistas por los derechos de la mujer, que realiza campañas mundiales de denuncia contra el Talibán.
Los abusos denunciados por la RAWA incluyen insultos, golpes y azotes a quienes no usan la burqa, tradicional vestimenta islámica que cubre a las mujeres de pies a cabeza, y la prohibición total de que las mujeres estudien o trabajen fuera de sus casas.
Las normas impuestas por el Talibán prohíben a las mujeres sin marido salir de sus casas, y ponen a las viudas sin parientes masculinos en peligro de morir de hambre.
El intento de crear una sociedad islámica «pura» ha incluido amputaciones y ejecuciones públicas, con el propósito declarado de erradicar el delito.
También están prohibidas las emisiones de televisión, el cine, el teatro y la música.
Los gobiernos de Arabia Saudita, Emiratos Arabes Unidos y Pakistán son los únicos que reconocen al Talibán como gobierno de Afganistán, y están en la actualidad bajo presión de Washington para que tomen distancia de ese movimiento.
La OIC nunca ha respaldado al Talibán.
El gobierno de Irán, vecino occidental de Afganistán, considera que la versión del orden islámico impuesta por el Talibán viola todos los principios básicos musulmanes.
La gran mayoría de los musulmanes iraníes pertenece a la rama chiíta del Islam, 10 por ciento del total de los musulmanes, opuesta a la sunnita, que predomina en Afganistán, desde que ambas surgieron en la lucha por la sucesión del profeta Mahoma, en el siglo VII, y el Talibán hostiga a la minoría chiíta afgana.
«La interpretación distorsionada del Islam que ha impuesto con severidad el Talibán es la mejor forma de alejar a la gente del Islam», sostuvo en agosto el diario iraní Tehran Times, que se edita en inglés.
Los formadores de opinión iraníes consideran que su propia sociedad expresa en forma más auténtica las normas islámicas, al realizar elecciones periódicas en las cuales se reconoce el derecho al voto de las mujeres, quienes tienen más libertades que en otros países musulmanes.
El ministro de Relaciones Exteriores iraní, Kamal Kharrazi, dijo a su par británico que Teherán apoyará los esfuerzos internacionales contra el terrorismo, pero advirtió, al igual que el líder religioso de Irán, Ali Jamenei, que debe evitarse la matanza de afganos inocentes.
El primer ministro musulmán de Malasia, Mahathir Mohamad, opinó que la derrota del terrorismo islámico es necesaria para la estabilidad de Asia Sudoriental.
Malasia, el país musulmán más poblado después de Indonesia, tiene un problema interno de extremismo fundamentalista, pero las sociedades de ambas naciones están entre las más tolerantes del mundo musulmán.
La negativa de los gobernantes musulmanes al pedido de solidaridad del Talibán no implicará forzosamente el fin de la versión fundamentalista del Islam que sostiene ese movimiento, ya que la misma cuenta con numerosos seguidores en la población y los formadores de opinión de Pakistán y otros países musulmanes. (FIN/IPS/tra-eng/cr/mmm/js/mp/ip cr/01