VENEZUELA-BRASIL: Hágase la luz, dicen Chávez y Cardoso

El presidente venezolano Hugo Chávez y el brasileño Fernando Henrique Cardoso inauguraron hoy una línea de transmisión que llevará electricidad del sur de Venezuela al norte de Brasil, tras sepultar protestas de indígenas y ambientalistas.

El mandatario cubano Fidel Castro, de visita en Venezuela desde el sábado, fue testigo del acto en Santa Elena de Uairén, una población del sureste venezolano fronteriza con Brasil, donde Chávez y Cardoso bajaron el interruptor de la línea que llevará 200 megavatios hora (Mwh) a territorio brasileño.

Luego, Cardoso y Chávez pasaron a la vecina Boa Vista, capital del estado brasileño de Roraima, para repetir la ceremonia. La interconexión eléctrica concretada es ejemplo de cooperación Sur- Sur, afirmaron los dos presidentes, que agregaron la firma de un acuerdo bilateral de colaboración en agricultura.

La línea de transmisión de 680 kilómetros de longitud (480 en Venezuela y 200 en Brasil) y capacidad de tensión de 400 y 230 kilovoltios, lleva a Roraima electricidad de la represa de Guri (unos 500 kilómetros al sureste de Caracas), que tiene una capacidad de 10.000 Mwh.

La construcción costó cerca de 400 millones de dólares, poco más del doble de los 185 millones inicialmente previstos (130 millones Venezuela y 55 Brasil), debido a los retrasos del proyecto, que se pactó en 1997 y debió estar construido en 1998.

Brasil pagará 40 dólares mensuales por cada Mwh suministrado (en el mercado venezolano cuesta entre 15 y 20 dólares) durante 20 años, más 800.000 dólares anuales para cubrir costos de operación y mantenimiento.

Las ventajas para el gigante sudamericano son tales que Brasil renunció a exigir los 50 millones de dólares por cada año que se retrasó el proyecto, cuya finalización estaba prevista para 1999. El fluido eléctrico llegará a una zona brasileña de 250.000 habitantes, 78 por ciento de la población del estado de Roraima.

Eletronorte, corporación eléctrica del norte brasileño, anotó entre las ventajas del proyecto el suministro de energía limpia, confiable, mediante la sustitución de la generación térmica, y el ahorro de combustibles fósiles por 64 millones de dólares anuales.

Al ordenar por radio la activación del sistema, Chávez dijo que la interconexión estrenada «es parte de la integración real, física y plena de América del Sur. Ordeno pasar la cuchilla (en Venezuela, oprimir el interruptor) que trae el desarrollo integral a esta tierra».

El mandatario venezolano dijo, al subrayar los entendimientos entre países del Sur en desarrollo, que «si pudiera, llevaríamos estos tendidos a Cuba y República Dominicana», dos países del Caribe aquejados de grave escasez de electricidad.

Castro, invitado a tomar la palabra, destacó que el Sur vive «un tiempo de creación», evidenciado en que apenas se encontraron sus pares de Venezuela y Brasill comenzaron a hablar de desarrollar en conjunto el cultivo de la soja, producto que valoró como sustituto de la leche de vaca.

Chávez agradeció a las comunidades indígenas del sureste venezolano que hubiesen permitido la conclusión de las obras, algo que éstas aceptaron a regañadientes y tras resultar infructuosa su lucha con métodos de sabotaje.

Los indígenas, mayoritariamente del pueblo pemón (25.000 individuos), se opusieron a que las líneas cruzaran el Parque Nacional Canaima (35.000 kilómetros cuadrados), la Sierra de Imataca, la Gran Sabana y otras áreas selváticas colocadas bajo distintos regímenes de protección.

Para superar esa oposición, el gobierno de Chávez —quien como candidato en 1998 respaldó la crítica de los indígenas y luego les dio representación directa en una asamblea constituyente y en el nuevo parlamento— ordenó negociar un acuerdo compensatorio con esas comunidades originarias del sureste.

Sociedades ambientalistas como Audubon y Amigos de la Gran Sabana también objetaron el proyecto: la hilera de torres y sus cables, aunque interrumpe el paisaje sólo en un ancho de 13 metros (cada torre tiene 46 metros de altura), requiere despejar la vegetación 50 metros a cada lado como área de servicios.

Los indígenas protestaron por daños a sus cultivos cuando fueron atravesados por las torres. Pero, en realidad, lo que temen es el desarrollo minero, industrial y turístico indiscriminado que podría registrarse en el área aprovechando la electrificación de todo el sureste venezolano.

Esa zona cuenta, entre otras bellezas, con los tepuyes, las montañas de cumbre plana con originalísima vida silvestre, y con cataratas como el Salto Angel, de un kilómetro de altura, cuya riqueza hídrica constituye parte de la reserva de represas como Guri.

Durante dos años de lucha, los indígenas hicieron manifestaciones, protestaron en Caracas y derribaron 12 postes, cuya reparación costó 360.000 dólares, pero al final Chávez apeló a su prestigio y fuerza política para lograr el acuerdo con la mayoría de las comunidades.

El acuerdo previó la creación de una comisión mixta para la definición y gestión de las tierras de las comunidades indígenas, un fondo para desarrollo de esas comunidades y la ratificación por el Estado venezolano del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, relativo a los pueblos aborígenes.

«Ya llegó el tendido, ya lo han probado, y ahora nos preguntamos ¿qué pasará con nosotros? ¿qué nos espera?», se preguntaba este mismo lunes en Santa Elena el activista indígena Juvencio Gómez. «El tendido va a marcar más las diferencias económicas y sociales en la zona», opinó.

Más que el impacto paisajístico o sobre la tierra, los indígenas resienten la división que indujo el proyecto.

«El tendido ha tenido un impacto social muy fuerte, porque dividió a nuestras comunidades. Y lo que el gobierno ofrece es parte de su visión errada: démosle al muchacho caramelos para que se porte bien», deploró el líder de una comunidad, Silviano Castro.

José Luis González, indígena de la región que integra la Asamblea Nacional (parlamento) y ha simpatizado con Chávez, dijo que «las comunidades no están de acuerdo con el tendido, pero entienden que es un proyecto nacional».

«Pero la lucha no termina. La historia nos dice que siempre hemos pagado las consecuencias del desarrollo». (FIN/IPS/jz/mj/en dv/01

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