UGANDA: 800 exiliados aguardan en vano su repatriación

Más de 800 exiliados ugandeses, cientos de ellos niños, permanecen desamparados en Kenia esperando su repatriación, a casi dos años de una amnistía que habilitó el retorno de los ex rebeldes.

El presidente de Uganda, Yoweri Museveni, creó una comisión encargada de repatriar a los ex guerrilleros, pero los que se hallan en Nairobi desde octubre de 1999 esperan en vano su regreso.

Las autoridades «nos han dicho que vendrían a buscarnos desde hace un año. Estamos sufriendo, padecemos hambre», explicó Saids Mohammed, ex miembro del Ejército de Resistencia del Señor (LRA), una milicia que combate al gobierno de Museveni en el norte del país y tiene sus bases en Sudán.

Uganda padece una guerra civil desde 1981. El Ejército de Resistencia Nacional (ERN) derrocó en 1986 a un gobierno militar provisorio y colocó a Museveni en la presidencia. Este inició una política de restauración de los reyes tribales locales y de acoso a los partidos políticos.

El grupo de ex combatientes está integrado por hombres, mujeres y adolescentes. Algunos se sumaron voluntariamente al LRA y otros fueron secuestrados por la milicia. Junto a ellos se encuentran 400 niños nacidos en la selva.

Museveni había prometido la amnistía a los rebeldes en 1988, pero cuando los seguidores de la «profeta» Alice Lakwena, fundadora del LRA, regresaron al país fueron encarcelados. Lakwena huyó a Kenia y Joseph Kony asumió el liderazgo de la milicia.

Kony secuestró entre 1986 y 1999 a 12.000 niños de escuelas y aldeas de los septentrionales distritos de Uganda, a los que mantiene incomunicados en el sur de Sudán, según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

Los varones son enviados al frente de guerra, y las niñas son forzadas a convertirse en esclavas sexuales. Al menos 45 niñas son «esposas» de Kony, sostuvo Mohammed.

Sarah Namutosi, de 17 años, es un ejemplo. La joven fue secuestrada cuando iba a buscar agua en la aldea de Gulu en 1999. «Todo lo que queremos es volver a casa. Si nos dejan aquí moriremos todos», dijo la madre de tres hijos.

Los ex rebeldes se encuentran todos los días en el parque Uhuru de Nairobi para enterarse de las novedades sobre su repatriación.

«Estuvimos fuera de la ley, pero ahora somos buena gente. Queremos volver a casa. Necesitamos que nos garanticen nuestra seguridad allí», aseguró Mohammed, que se sumó a la milicia en 1988.

La Catedral de Todos los Santos, próxima al parque, y algunas mezquitas les han donado ropa y ocasionalmente comida. Pero la mayor parte del tiempo los ugandeses se dedican a mendigar o envían a sus hijos a recoger restos de frutas y verduras al mercado más próximo.

Algunos alquilaron precarios refugios en los suburbios pobres, que comparten con otros, pero la mayoría duerme en el parque ya que no tienen dinero.

Del grupo original de 2.000 personas quedan 874. Muchos murieron por falta de alimentos y de atención médica, otros desaparecieron. Esta semana enterraron al último de los fallecidos.

Uno de los muertos fue el jefe del grupo, Nimrod Chandi, que los condujo desde Sudán a Kenia. El grupo recorrió entre mayo y octubre de 1999 cientos de kilómetros entre el sur de Sudán y Kenia, vendiendo sus armas en el camino a cambio de comida y transporte para llegar a Nairobi.

Florence Wenye había combatido con el ERN, pero se unió al LRA a los 16 años, cuando los soldados de Museveni asesinaron a sus padres.

Algo parecido le ocurrió a Geoffrey Wanyibe, quien luchó en la organización de Museveni pero se pasó a las guerrillas cuando el nuevo gobierno lo dejó sin empleo.

«Cuando llegamos al poder, Museveni comenzó a practicar el tribalismo. Dijo que aquellos sin educación como nosotros no podían tener trabajo. Fuimos a Sudán pensando que la persona (Kony) a la que apoyábamos nos ayudaría, pero comprendimos que era un asesino», afirmó.

Los ex guerrilleros no pueden buscar empleo ni manifestarse en las calles de Nairobi por temor a la reacción de las autoridades locales. «No queremos causar problemas. Después de todo, nos ven como gente mala que se dedicaba a matar», dijo Elina Magembe, quien se sumó al LRA en 1987.

Su marido, también combatiente, murió en un enfrentamiento con las tropas del gobierno. El mayor deseo de Magembe es reunirse con los cuatro hijos que dejó en Uganda.

El enfermo Niman Nyeko, de 50 años, fue secuestrado por la milicia de Kony cuando tenía 46 años. Su esposa e hijos quedaron en la aldea de Kitgum. «Mi familia no sabe lo que pasó conmigo. Sé que mi esposa piensa que estoy muerto», dijo.

Las noticias que llegaron en 1999 a Sudán sobre la amnistía dividieron las filas rebeldes entre quienes querían permanecer con Kony y aquellos que preferían volver al país.

«Cuando nos enteramos de la amnistía, nuestro jefe buscó una ruta segura a Kenia. No podíamos volver a casa directamente», explicó otro de los ex combatientes, Moses Kimanai.

Un funcionario de la embajada de Uganda en Kenia dijo a IPS que Justice Oneka, presidente de la comisión encargada de repatriar a los exiliados, estuvo en Nairobi y se reunió con el grupo.

«Les hemos dado audiencia. Los verdaderos ex combatientes recibieron ayuda. Algunos volvieron al país y el resto también lo hará tan pronto como dispongamos de los fondos», aseguró el funcionario.

«No tienen nada que temer mientras denuncien la actividad rebelde. La ley está vigente para garantizar su seguridad. En 1988 no hubo ley de amnistía. Ahora pueden regresar. Les hemos dado pasajes de ida en autobus», sostuvo.

Pero los ex rebeldes aseguran que la embajada nunca los ayudó. En un intento por acelerar el proceso de repatriación, los jefes del grupo recorren oficinas públicas de Nairobi para pedir a las autoridades keniatas que intercedan por ellos.

Uganda se encuentra entre los diez países con mayor cantidad de refugiados y desplazados del mundo a raíz de la guerra que aún afecta a 12 de los 45 distritos del país, según el Comité Estadounidense para los Refugiados.

Un informe del Comité coloca a Uganda, con 500.000 refugiados y desplazados, después de Sudán, con cuatro millones, República Democrática del Congo, con 1,8 millones, y Burundi, con 600.000 personas refugiadas. (FIN/IPS/tra-en/ja/mn/aq/hd ip/01

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