La garantía del empleo vitalicio que imperaba en Serbia desde el fin de la segunda guerra mundial llegará a su fin este viernes con el despido de 8.000 de los 12.000 obreros de la fábrica de automóviles Zastava.
La medida implica el primer despido masivo en Serbia y es parte de esperadas reformas para revitalizar la economía.
Los despidos se decidieron tras varias semanas de negociaciones entre el gobierno serbio y los sindicatos obreros de la fábrica Zastava, de la ciudad de Kragujevac, en un acuerdo firmado la semana pasada.
«Se eliminaban empleos o se iba a la bancarrota» de la fábrica, sostuvo el ministro de Economía y Privatización Aleksandar Vlahovic. «Las negociaciones con los cuatro sindicatos fueron arduas y agotadoras, pero esta era la única salida».
Los 8.000 obreros serán despedidos este viernes, y el gobierno preparó tres programas sociales por 14 millones de dólares para ayudarlos a sobrellevar su situación.
El gobierno también invertirá 60 millones de dólares para reiniciar la producción en la planta de Zastava y fabricar 11.000 automóviles por año.
«Este es sólo el primer paso en la restructura del conglomerado Zastava. Es doloroso, pero quizá sea bueno que las primeras reformas se hayan iniciado aquí», dijo el gerente general Zoran Radojevic a la prensa en Kragujevac.
Las 45 empresas del grupo Zastava, que emplea a 30.000 trabajadores, eran el orgullo de la floreciente economía serbia en los años 80, pero se convirtieron en el símbolo de la catástrofe económica que el país vivió en la década de 1990.
Kragujevac es una ciudad de 180.000 habitantes, 120 kilómetros al sur de Belgrado, la capital serbia. La industrialización de Serbia comenzó en esta localidad y sus hombres trabajaron durante generaciones para las compañías del grupo Zastava, siendo la mayor la fábrica de automóviles.
«Nos resultó difícil aceptar el plan del gobierno. Pero los trabajadores querían que nosotros representáramos una buena opción, de esperanza para el futuro. La quiebra no estaba en discusión», explicó el dirigente sindical Zorica Djurdjevic.
Antes de la desintegración de la ex Yugoslavia en 1991, la fábrica producía 230.000 vehículos por año. En su mayoría eran modelos «Yugo» y «Zastava 128», fabricados en cooperación con la compañía italiana Fiat.
Pero las dos rondas de sanciones internacionales impuestas a Serbia por la Organización de las Naciones Unidas en los años 90, que cortaron todas las relaciones comerciales con el mundo, provocaron la decadencia de la fábrica de Zastava.
En 1993 sólo produjo 5.300 vehículos, y la producción en el primer semestre de este año cayó a 1.800 unidades.
Las sanciones se adoptaron como castigo para los «crímenes» de guerra del ex presidente Slobodan Milosevic, quien perdió las elecciones generales el año pasado.
El régimen de Milosevic jamás despidió trabajadores, incluso en los momentos más difíciles. Los obreros seguían recibiendo un salario mínimo de 10 dólares mensuales. Miles de fábricas en Serbia entregaban en otoño a sus trabajadores papas y carne para ayudarlos a soportar el invierno.
Otros trabajadores recurrieron a la agricultura o al comercio informal para compensar sus escasos ingresos, pero siempre tuvieron trabajo.
En 1997 Milosevic vendió la empresa estatal Telecom a inversores extranjeros. Los 900 millones de dólares obtenidos por la venta se utilizaron para pagar los salarios atrasados de cientos de miles de trabajadores.
«De alguna manera sobrevivimos. Yo me dediqué a la agricultura. Nos acostumbrábamos a todo lo que nos pasaba, de malo en peor», recuerda Angelina Mijalkovic (54), que trabajaba en el taller de pintura de la fábrica de Zastava.
Los analistas dicen que el acuerdo es una prueba para el gobierno de Zoran Djindjic. «Si las cosas marchan en Zastava, marcharán en todos lados», opinó el analista Svetislav Vasiljevic.
El viceministro de Finanzas Pavle Petrovic advirtió que «es hora de que la gente aprenda que ya no tendrán un sistema que los apoye de por vida».(FIN/IPS/tra-en/vpz/mn/aq/lb/01