MEDIO ORIENTE: Un duro destino para trabajadoras asiáticas

Cuentan en Líbano que hace algunos años, la esposa del embajador de Filipinas nadaba en un club privado, y un guardavidas le advirtió que no se permitía el uso de la piscina a personal de servicio doméstico.

En realidad, no importa si se trata de una broma o el episodio ocurrió. Es cierto que un tipo de racismo existente en el mundo árabe lleva a identificar como sirvientes a los extranjeros que no son blancos.

En varios de los países del Golfo, ricos en petróleo, pocos nativos necesitan trabajar, y abundan la mano de obra extranjera en restaurantes, comercios, taxis e incluso algunas oficinas públicas.

En Kuwait hay unos 825.000 trabajadores nativos y cerca de 1,4 millones de trabajadores inmigrantes.

Unas 840.000 personas abandonan Filipinas cada año para buscar empleo en otras naciones y la segunda región de destino de esa fuerza de trabajo en 2000 fue Medio Oriente, donde se dirigieron unos 290.000 trabajadores.

Cinco de los 10 primeros países de destino de los emigrantes filipinos son árabes, y el primero de los 10 es Arabia Saudita.

Incluso algunos de los países menos ricos de Medio Oriente, como Líbano y Jordania, albergan a miles de inmigrantes. Hay en Líbano unos 55.000 registrados, 6.000 de ellos procedentes de Filipinas, y se cree que la inclusión de los indocumentados llevaría el total a por lo menos el doble.

Más de 90 por ciento de las trabajadoras inmigrantes que residen en países de la región ajenos al Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) se dedican al servicio doméstico.

Eso se debe que en la mayoría de esos países hay leyes que dan preferencia a población nativa para acceder a empleos, y las inmigrantes sólo trabajan en puestos para los cuales no hay demanda autóctona, como ocurre con el servicio doméstico, ocupado en su mayoría por asiáticos.

Las condiciones de vida y de trabajo en Líbano de las trabajadoras inmigrantes del servicio doméstico son semejantes a las de esclavas, aseguró Ray Jureidini, profesor del departamento de ciencies sociales y del comportamiento de la Universidad Americana de Beirut.

Jureidini sostuvo a partir de un estudio que esas trabajadoras son víctimas en Líbano de «amenazas de violencia, abusos verbales y físicos, restricción de movimientos y explotación laboral», características típicas de la esclavitud en la experiencia histórica.

Los abusos verbales y físicos contra trabajadoras inmigrantes del servicio doméstico son habituales en muchos hogares, y en ciertas ocasiones son golpeadas, arrastradas de los cabellos o privadas de alimentos, destacó.

En la mayoría de los casos de violencia física registrados en la investigación, el personal de servicio doméstico fue golpeado por mujeres de la familia empleadora, señaló.

La restricción de movimientos suele comenzar cuando las autoridades de inmigración entregan el pasaporte de una trabajadora a su empleador, quien lo retiene, y en algunos casos limita sus salidas a un día por semana, o incluso las prohíbe por completo, apuntó.

«La mayoría de las personas que cumplen esos servicios son explotadas. Cuando les preguntaba cuáles eran sus tareas, respondían 'todo'. Limpian, cocinan y cuidan a los niños, llegan a trabajar 18 o 20 horas por día, y no tienen una habitación propia para dormir ni un verdadero contrato», enfatizó.

En países occidentales, el personal de servicio doméstico suele ser contratado para que sus empleadoras trabajen fuera del hogar, pero en el mundo árabe es frecuente emplear a trabajadores domésticos para que las mujeres puedan dedicar más tiempo a su vida social y a otras actividades no remuneradas, explicó.

La falta de respeto por el personal doméstico incluye casos de abuso sexual, en especial en los países del CCG.

Especialistas afirman que las mujeres dedicadas a esas tareas son consideradas a menudo propiedad de sus empleadores y obligadas a hacer todo lo que éstos deseen, sea limpiar o darles satisfacción sexual.

Las tradiciones de la región indican que las mujeres árabes deben permanecer vírgenes hasta el casamiento, y muchos jóvenes, sin posibilidad de tener relaciones sexuales con sus compatriotas, consideran que tienen derecho a satisfacer sus deseos con las empleadas inmigrantes.

En países del Golfo como Arabia Saudita, existen numerosos burdeles con trabajadoras sexuales inmigrantes, llamados «casa para solteros».

En Líbano hubo un auge de las casas de masajes que ofrecían a sus clientes servicios sexuales, hasta que la policía clausuró varias. Las condiciones de trabajo en esos establecimientos eran tan malas que algunas mujeres trataron de escapar arrojándose por ventanas, con riesgo para su vida.

Muchas agencias de empleo en las naciones de origen firman con las interesados en emigrar contratos que establecen muchas más obligaciones que derechos, y les exigen grandes sumas para llevarlos a los países de destino, donde a menudo terminan en un empleo distinto del que se les prometió.

Personas que trabajan en la asistencia a trabajadoras migrantes afirman que esas agencias a menudo están involucradas en el comercio de servicios sexuales.

Por otra parte, la discriminación de los trabajadores migrantes se refuerza en países de destino cuyas leyes se aplican con más severidad a quienes no profesan la religión musulmana.

En Arabia Saudita, unas 300 personas de origen asiático fueron ejecutadas en los últimos nueve años.

Kuwait otorga un tipo de visa especial a trabajadores de servicio doméstico, que los excluye de los beneficios de leyes laborales y los pone bajo la jurisdicción del Ministerio del Interior.

Si una trabajadora soltera del servicio doméstico queda embarazada, es deportada de inmediato, y es frecuente que esos embarazos sean responsabilidad de un empleador.

Los hijos de trabajadores inmigrantes casados entre sí deben abandonar Kuwait apenas nacen.

Líbano no deporta a hijos de trabajadores inmigrantes, pero en el país es muy difícil lograr certificados de nacimiento que legalicen la presencia de esos niños.

En países de la región que protegen la libertad de culto, como Líbano, Jordania y Kuwait, la Iglesia Católica mantiene instituciones dedicadas a asistir a trabajadores inmigrantes y en especial a los provenientes de Filipinas, donde el catolicismo es la religión predominante.

Muchas trabajadoras extranjeras en Líbano, embarazadas por violadores o por parejas que las abandonaron, buscan asistencia en el Centro para Trabajadoras Migrantes Africanas y Asiáticas de Beirut, dirigido por religiosas católicas.

Alí se les da la bienvenida con la condición de que se comprometan a no abortar y a cuidar de su bebé cuando nazca.

La defensa de las trabajadoras domésticas «es parte de la lucha mundial por el reconocimiento del trabajo doméstico de la mujer», comentó Mary Kawar funcionaria en Beirut de la Organización Internacional del Trabajo.

«El trabajo doméstico remunerado se considera supletorio del de las esposas en el hogar, y por eso se le excluye de las leyes laborales en todo el mundo», afirmó. (FIN/IPS/tra-eng/kg/js/mp/hd lb/01

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