/Integración y Desarrollo/ HONDURAS: El segundo golpe del clima

Quique Maradiaga, un agricultor hondureño de 70 años, es uno de los 1,4 millones de personas que sufre la sequía que azota a América Central.

«Es la primera vez en mi vida que voy a perder mi cosecha», dijo Madariaga a IPS en la aldea de El Overo, 80 kilómetros al este de Tegucigalpa.

Este agricultor tiene ocho hijos y cuatro hectáreas de tierra. Está a punto de perder todos sus cultivos de maíz, frijoles y plátano por la falta de lluvias.

Al igual que Madariaga, miles de campesinos de Honduras y Nicaragua sufren las consecuencias de la falta de agua, origen de una hambruna en esos dos países y que ya se extiende a El Salvador y Guatemala.

El Programa Mundial de Alimentos (PMA), agencia de la Organización de las Naciones Unidas, considera que la sequía es, después del huracán Mitch de noviembre de 1998, la peor tragedia natural de América Central en muchos años.

«En estos momentos sólo tenemos la posibilidad de atender a poco más del cincuenta por ciento de la población más vulnerable», dijo el peruano Francisco Roque, director regional del PMA.

Unas 775.000 personas están en condiciones alimentarias críticas en América Central, según el PMA. Para paliar este problema se necesitan 16.500 toneladas de alimentos, valoradas en 7,5 millones de dólares.

Sin embargo, las autoridades de los países centroamericanos y los organismos internacionales de asistencia afirmaron carecer de esos recursos. Las partidas de alimentos que se están repartiendo podrían acabarse antes de fines de agosto, agregaron.

La sequía se produjo cuando Honduras afrontaba un lento proceso de recuperación del huracán Mitch, que causó pérdidas por 3.800 millones de dólares y dejó como saldo 5.600 muertos, 8.060 desaparecidos y miles de damnificados.

«De mayo a octubre es la época lluviosa, pero sólo a principios de junio cayeron algunos aguaceros. Después no ha llovido nada», explicó Madariaga.

La sequía ha causado serios estragos en la economía, pues se estima que cerca de 53.000 agricultores perdieron 78 por ciento de sus cosechas. Además, 50,7 por ciento de la población afectada sufre desnutrición en diverso grado.

Después de sortear la falta de alimentos, miles de campesinos como Maradiaga deberán hacer frente a las deudas contraídas para comprar semillas, las que suelen pagar con el dinero que reciben por sus cosechas.

«Yo debo 10.000 lempiras (cerca de 645 dólares) y no sé como las voy a pagar», dijo Madariaga.

Aunque muchos organismos internacionales están pendientes de la situación en Honduras, la falta de agua no es un problema nuevo, ni afecta sólo a los agricultores.

El agua es un artículo de lujo para las poblaciones rurales y urbanas de este país, donde 65 por ciento de los seis millones de habitantes viven en la pobreza.

El racionamiento ha llegado a tal punto que en Tegucigalpa hay días enteros en los que el agua no llega a los barrios más populosos.

Miles de personas de los caseríos capitalinos más pobres deben formar largas filas y pagar cerca de un dólar para recibir un barril de agua.

«Aquí el problema de agua es gravísimo. Muchas personas no tienen líquido ni para beber», dice Isabel Salgado, una maestra de una escuela pública.

El gobierno anunció que el racionamiento se mantendrá durante todo el mes de agosto, porque las principales represas tienen muy poca agua.

Allan Aragón, portavoz del Servicio Autónomo Nacional de Acueductos y Alcantarillados, explicó que la represa de Los Laureles p-que abastece a 25 por ciento de la población de Tegucigalpa— actualmente cuenta con 800.000 metros cúbicos de agua, es decir, menos de 10 por ciento de su capacidad.

Las autoridades estiman que la sequía destruyó 101.606 hectáreas de cultivos, y que hay 927.000 personas directamente afectadas.

Roberto Rivera, un agricultor de Quebrada Larga, 70 kilómetros al este de Tegucigalpa, señaló que la falta de agua tiene a toda la nación en vilo. «Es lo que más nos está golpeando, es como si provocara que agonicemos poquito a poco», se lamentó. (FIN/IPS/nms/mj/dv en/01

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